El antiguo comandante supremo de las Fuerzas de Defensa de la OTAN en Europa, el general retirado Wesley Clark, se lo ha reclamado a Estados Unidos y al resto de países occidentales.
En Malí, Burkina Faso y Níger, Francia, en lugar de ser vista como una solución contra el terrorismo, es vista como un problema, y son varios los factores que explican esto.
Lo que parece solo un enfrentamiento entre dos países vecinos tiene muchas más implicaciones. España debe prever una estrategia de seguridad ante los posibles escenarios que nos podríamos encontrar.
El coste de la vida sigue subiendo en Europa y este invierno será una prueba de fuego para la unidad mostrada hasta ahora contra Rusia. Putin ha apostado a dividir y desestabilizar y ahora, sentado en su sillón, espera resultados.
La organización paramilitar rusa comenzó a operar en Malí a finales de 2021 y se ha relacionado con ataques contra civiles que ya han causado unas 500 muertes.
Veintiún años después del 11S la situación en Afganistán es peor que al principio, a pesar de los 20 años de intervención y con el gasto económico y humano que ha supuesto.
Se ha roto la confianza en el actual gobierno de España de Pedro Sánchez (no se ha roto la confianza ni la simpatía hacia el pueblo español ni entre nuestros dos pueblos) y aunque haya un nuevo gobierno en España, llevará un tiempo recomponer la relación.
África se está convirtiendo en un escenario de disputa entre Rusia y occidente, con importantes ganancias geoestratégicas para Moscú y pocos beneficios para las naciones de este continente.
El controvertido apoyo de Pedro Sánchez a Marruecos en su disputa con respecto al Sahara no ha ayudado precisamente a pacificar la zona. Más bien todo lo contrario, ha generado tensión a un conflicto armado que parece inminente a las puertas de España.
Si España no actúa de una forma preventiva los resultados pueden ser perjudiciales para nuestros intereses, que pueden ser aprovechados por otros actores internacionales.