Los ordenadores han sobrepasado la capacidades previstas en los relatos de ciencia ficción, dejando obsoletas pruebas como el “test de Turing”, creado para diferenciar a las máquinas de los humanos.
Distintos países están examinando normas que limiten el uso de los algoritmos que tanto condicionan, con las recomendaciones a las que dan lugar, nuestras vidas. Así están las cosas en Europa, Estados Unidos y China.