Hace unos meses ocurrió lo nunca visto. Un ex espía de la KGB, supuestamente perseguido por Putin, era el objetivo de los periodistas. Y todo porque quería seguir viviendo de balde, puerta con puerta, con sus caseros, a quienes hemos entrevistado.
El problema de los okupas está adquiriendo dimensiones insospechadas y tortuosas. Uno de los casos más graves lo vive un matrimonio que no puede echar de su casa a un ex espía moroso del KGB.