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Opinión

¿Son Signal y Telegram más seguras que WhatsApp?

A raíz de la actualización de las condiciones de uso de WhatsApp, en las que se hacía obligatorio permitir la cesión de datos a Facebook y otras compañías, muchos usuarios comenzaron a buscar alternativas que ofreciesen un servicio similar. Finalmente, la compañía ha pospuesto la implantación de estos nuevos términos al 15 de mayo, pero la cuestión ha quedado sobre la mesa: ¿existen alternativas a WhatsApp?

Para responder a esta pregunta debemos plantearnos qué consideramos una alternativa. Si lo que buscamos es un sistema que nos permita hacer lo mismo (chatear, enviar imágenes y audios, etc.), no vamos a tener ningún problema. La cuestión es que el servicio que ofrece WhatsApp no es ese. El principal valor de WhatsApp reside en que, gracias a su cuota de mercado, podemos hacer todas estas cosas con prácticamente cualquier persona (o, al menos, con más de un cuarto de los habitantes del planeta).     

Si estamos lejos de las aspiraciones de Roberto Carlos, o simplemente buscamos un servicio que ofrezca características similares en cuanto a usabilidad y aceptación, pero manteniendo unos estándares de seguridad y privacidad aceptables, las alternativas se reducen a dos: Telegram y Signal.

Para comparar las tres aplicaciones, haremos un pequeño análisis de cada una de ellas bajo cuatro perspectivas: opciones de privacidad, seguridad de los datos en tránsito, políticas de gestión de metadatos e implantación. Aunque, a primera vista, la gestión de los metadatos pueda parecer un asunto baladí, realmente pueden aportar tanta o más información que los mensajes: con quién hablamos, cuándo o desde dónde lo hacemos.

En 2014, Facebook compra WhatsApp, despertando numerosas sospechas sobre sus intenciones. Pese a que, en un primer momento, aseguran que todo seguirá siendo igual, las continuas modificaciones en sus políticas (esta última es la gota que colma el vaso) acaban dando la razón a los recelosos.

Desde el punto de vista de la seguridad, en 2016 WhatsApp incorpora el protocolo Signal, por lo que la protección de los mensajes en tránsito es robusta. También introducen medidas de configuración de la privacidad de cara al resto de usuarios, como ocultar la hora de conexión o decidir granularmente quién puede acceder a tu información. Sin embargo, sigue presente la nula capacidad que tiene el usuario para decidir qué metadatos otorga a la compañía: puede usar la aplicación o no usarla.

Ante el auge de WhatsApp, en 2013 los hermanos Durov (creadores de VK, una red social similar a Facebook, centrada en Rusia), crearon el servicio de mensajería Telegram. Con una apariencia similar a la de WhatsApp, también ofrece un cifrado propio (en una época en la que el cifrado en WhatsApp era testimonial) y nuevas características. Tiene una buena acogida, principalmente porque permite crear macrogrupos abiertos (de hasta 200.000 miembros) y puede utilizarse en múltiples dispositivos al mismo tiempo.

Además, aunque es necesario utilizar un número de teléfono para registrarse en la plataforma, no hace falta compartirlo con terceras personas para hablar con ellas. Basta con conocer su nombre de usuario, lo que fomenta la creación de enormes comunidades. Sin embargo, su sistema de protección de las comunicaciones no es punto a punto, sino que los mensajes viajan cifrados entre el usuario y los servidores de Telegram. Esto permite que se pueda utilizar en varios dispositivos, pero tiene un problema: más allá de la política que tenga la compañía sobre estos datos (que no ha estado exenta de polémica), lo cierto es que en cualquier momento quien controle sus servidores podrá acceder a todas las conversaciones. Es posible activar cifrado extremo a extremo mediante la creación de chats secretos, pero esto entra en conflicto con el resto de sus funciones (e.g. estos chats no son multi-dispositivo).

Por último, Signal comienza a operar en 2010 bajo el nombre TextSecure, pero hasta que en 2014, Edward Snowden y otros activistas comienzan a recomendar su uso, no tiene apenas trascendencia. Las características de Signal son muy similares a las de WhatsApp. Más allá de algún pequeño cambio en la interfaz son prácticamente idénticas. En cuanto a seguridad, fue WhatsApp quien implementó en 2016 el protocolo creado por Signal para proteger sus comunicaciones.

A lo largo de los años ha ido incluyendo nuevas funcionalidades, siempre poniendo el foco en que todas fuesen seguras (por ejemplo, incluyendo videollamadas grupales cifradas).  Sin embargo, hay un factor clave que diferencia Signal de WhatsApp: Signal no es una compañía que busque rentabilizar su sistema, es una organización sin ánimo de lucro que se financia mediante donaciones. En ningún momento necesitará vender datos de sus usuarios para seguir operando, porque no persigue el objetivo de rentabilizar su operación per se.

Jamás diría que Telegram es una alternativa: los mensajes no viajan cifrados de extremo a extremo, el esoterismo que existe alrededor de la compañía no inspira ninguna confianza, y el próximo paso en su hoja de ruta es incluir publicidad. Es verdad que mediante los chats secretos podríamos tener unas garantías similares a las de los demás servicios, pero es una función que raramente se utiliza y no está disponible para grupos. No obstante, el hecho de poder crear macrogrupos ha hecho que casi toda mi comunidad profesional “viva” en Telegram. De hecho, si no fuese porque Telegram nace después, diría que WhatsApp es mi alternativa segura a Telegram.

El problema de WhatsApp no reside en la seguridad (i.e. cómo protege las comunicaciones). En este sentido cumple con el estado del arte; sino en la privacidad. Si mandamos un mensaje por un tubo cifrado, pero al mismo tiempo estamos mandando un resumen del mismo a otro sitio, no ganamos nada (de hecho, una falsa sensación de seguridad puede ser casi más peligrosa). Siempre se ha especulado con la idea de que esto pudiese estar pasando, pero tras la presentación de sus nuevas condiciones, es un hecho.

La única alternativa fiable es Signal. Su principal carencia es su baja tasa de implantación, aunque a raíz de la polémica un gran número de usuarios ha decidido “mudarse” a su sistema (durante unas horas incluso llegó a tener problemas para acoger a todos. Existiendo un servicio usable, con tantas funcionalidades, y que ofrece tales garantías de seguridad, no hay motivos para seguir regalando una de las cosas más valiosas que tenemos hoy en día: nuestros datos.

Javier Junquera Sánchez es profesor del Máster en Seguridad Informática de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).