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Sostenibilidad

Este es el CO2 que ahorraríamos al planeta si se dejase de consumir porno

Las páginas líderes en contenido para adultos, como Xvideos o Pornhub, reciben más visitas al año que Netflix, Amazon o Zoom.

Especialista en Tecnología y Sostenibilidad.

3 minutos

Imagen de recurso.

Consumir porno por Internet afecta a la salud medioambiental del planeta. En realidad, lo hace cualquier actividad que hagamos por Internet, desde mandar un simple mail a consultar las redes sociales. Son huellas muy pequeñas, pero que sumadas en gran número constituyen un cierto prejuicio para el ecosistema.

Es lo que ocurre con el contenido para adultos, que tiene muchas más visitas de lo que algunas personas imaginan. En el año 2020, dos páginas se colaron entre las 10 más visitadas del planeta. Xvideos fue la novena más concurrida y Pornhub la décima, según datos publicados por Visual Capitalist.

Ello significa que tuvieron más visitas que WhatsApp, Amazon, Netflix o Zoom. Y no son las únicas. XHamster y XNXX.com, también dedicadas a la pornografía, se colocan en 14º y 27º puesto respectivamente. Otro informe más moderno, elaborado por miembros de la Universidad de Standford y de Google, revela otros datos muy significativos: el tiempo que pasamos viendo porno en nuestro teléfono móvil supera a cualquier otra categoría.

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Así, según este estudio, el contenido para adultos lidera esta clasificación por delante de los medios de comunicación, el video-streaming, los contenidos de educación, la tecnología y la economía. Es decir, a través de Android se gasta más tiempo en ver pornografía que en leer las noticias o en visionar cualquier otro contenido.  

trafico internet

 

Es cierto que hay más visitas, y por tanto más tráfico, en los motores de búsqueda (básicamente Google), pero también que allí se invierte menos tiempo que en páginas como Xvideos o Pornhub, por lo que el gasto energético de estas últimas es considerable. Recordemos que, aunque el coste energético de las TIC es mucho menor que el de otras actividades como la industria o el transporte, supone en la actualidad entre el 6 y el 9% de la energía mundial.

Y está previsto que crezca en los próximos años. Para poder ver porno en un iPhone son necesarios miles de kilómetros de cables submarinos y centros de datos físicos que consumen energía, por no hablar del gasto realizado para fabricar los dispositivos. Un gasto que puede descender en un futuro si logramos descarbonizar los centros de datos o los procesos de fabricación, pero que aún sigue siendo relevante.

Pero, ¿cuánto CO2 se podría evitar si la humanidad dejase de consumir porno en Internet? Es difícil de precisar, pero si hacemos caso al estudio de la Universidad de Standford estaríamos hablando de un 21% de las emisiones que provoca el uso de Internet en los teléfonos móviles. No hay cifras de cuánto asciende, pero sí algunas pistas.

Google generó 15 millones de toneladas de CO2 en el año 2018, según recogió en su memoria medioambiental. Facebook, por su parte generó en 2019 339.000 toneladas de CO2, lo mismo que emiten 85.000 coches.

Si estimamos que el tiempo invertido por la humanidad en realizar búsquedas y utilizar las redes sociales en Android supone un 27% del total y a la pornografía se le destina un 21%, estaríamos hablando de una huella medioambiental que en ningún caso bajaría de los 12 millones de toneladas de Co2.

Pero son solo cifras aproximativas, porque los cálculos varían de año en año y también mejoran los procesos de descarbonización y eficiencia energética. No hay un estudio cerrado hasta la fecha. En cualquier caso, supone un gasto elevado de una industria que, en conjunto, contribuye de manera muy significativa al calentamiento de la tierra y el cambio climático.  

Y es que, más allá de razones medioambientales, el porno cuenta cada vez con más voces que lo cuestionan. Jorge Gutiérrez Berlinches, autor del libro ‘La trampa del sexo digital’, e impulsor de la ONG Dale Una Vuelta asegura que  “estamos ante un nuevo fenómeno, una nueva pornografía, que está afectando a la salud sexual, mental y emocional de mucha gente”.” Una epidemia silenciosa que requiere más atención y sensibilización por parte de la sociedad”, dice.