• Home /

  • /

  • El cóctel de la inteligencia artificial con un ingrediente como la computación cuántica

Opinión

El cóctel de la inteligencia artificial con un ingrediente como la computación cuántica

Economista. MBA por la EOI.

Los buenos bares siempre me han parecido una gran fuente de inspiración y un cóctel ―no necesariamente con alcohol― bien preparado y refrescante siempre es bienvenido, nos aporta una chispa de bienestar y alegría, nos alegra una fiesta o nos invita a socializar de manera más amena. Y, quizás, eso es más o menos comparable a lo que hoy llamamos inteligencia artificial (IA): unos sistemas diseñados, al menos en teoría, para facilitarnos las tareas diarias y contribuir al bienestar general de los humanos.

Los ingredientes

Lo primero a la hora de preparar un cóctel es disponer de los ingredientes adecuados. Y, para nuestro preparado de IA, tenemos buena materia prima. Disponemos de una ingente cantidad de datos digitalizados y unos enormes centros de datos en los que almacenarlos. Aunque haya alguna vez apagones y debamos revisitar el tema de la producción nuclear, de momento tenemos la electricidad necesaria para el alto consumo que demanda nuestro cóctel. Contamos con unas redes de comunicaciones cada vez más capilares, veloces y con mayor capacidad de transmisión, que nos acercan la información a ―y desde― cualquier lugar del planeta. El parque de dispositivos conectados a la red incrementa cada día y es de lo más variopinto, lo que hace que podamos operar casi cualquier cosa a distancia, con unas latencias (tiempos de respuestas en las redes) mínimas.

Además, contamos con enormes capacidades físicas y virtuales de cómputo y cálculo; también con unos algoritmos cada vez más evolucionados e integrados entre sí, que posibilitan el tratamiento e interpretación de las ingentes cantidades y fuentes de información; y vivimos una evolución constante de los lenguajes de programación que son más simples y accesibles y también ofrecen mucha más apertura y colaboración entre programadores e, incluso, máquinas.

Tenemos elementos suficientes para, en manos de un buen barman, crear perfectos elixires de inteligencia artificial.

Bautizando el cóctel

El resultado del vaso de mezcla siempre será IA pero, dependiendo de la cantidad y calidad de ingredientes que incorporemos, su sabor y efectos serán más o menos potentes (como cuando alegramos nuestra piña colada). Y nuestro brebaje de IA podrá ofrecernos, por ejemplo, unos simples cálculos, podrá llegar interpretarlos y presentar conclusiones, generar contenidos, razonar, aprender, planificar, decidir o, incluso, ordenar la ejecución de operaciones a los dispositivos conectados.

No hay barman que se precie que no intente poner nombre a sus creaciones para ingresar en el famoso listado de la IBA (International Bartenders Association). Y, así, en función de la potencia de nuestro cóctel de IA, podemos encontrar diversas denominaciones: hablar de IA débil o de IA fuerte; o de IA estrecha, IA general y súper IA. Y, aunque hay más clasificaciones, todas ellas con sus matices e interés, lo relevante es que hay sistemas que se quedan en mera generación o análisis de contenido y datos ―que ya es mucho― y otros sistemas que podrían potencialmente aprender, manejar y decidir actuaciones sobre otros sistemas o aparatos interconectados.

Los efectos del brebaje

Ya tenemos lista nuestra bebida para disfrutarla, solos o en la mejor compañía. Lo primero que podemos imaginar es que, si es suave el preparado, nos refrescará y toleraremos varios sin mayor problema. Al contrario, a medida que estén más cargados y sean más potentes, es posible que tengamos que pausar su consumo y medir bien sus efectos si no queremos terminar noqueados en una esquina.

Los sistemas de IA fuerte o súper IA son aquellos que pueden tener autonomía de aprendizaje y decisión, que están conectados a mucha información y a algunos dispositivos que pueden ser críticos si se ejecutan incorrectamente. Estos sistemas hay que tomarlos con precaución, hay que tener el control sobre ellos; pues, de lo contrario, pueden ser ellos los que tomen el control sobre las actuaciones del pobre incauto que los beba alegremente.

El consumo excesivo de alcohol produce efectos adversos e, incluso, destructivos para la persona. Justo el fin contrario para el que podemos pensar que se dispensa. Y es que la IA, en algún momento, puede llegar a sobrepasar las capacidades de asimilación y ejecución del propio ser humano; por lo que parece sensato controlarla de alguna forma.

Las normas del bar

Los legisladores suelen regular determinadas actividades, por ejemplo, los bares que hoy nos ocupan. Imponen una serie de aforos máximos, horarios, prohibiciones de servir alcohol a menores y alguna otra cosilla más. Pero, además, sobre estos requerimientos legales y por interés propio, cada local procura establecer sus propias normas de gobierno interno. Es decir, suele establecer derechos de admisión, es normal que se autolimiten a la hora de servir bebidas a gente que ya está en el límite del control de sus actos, o invitar a irse a clientes que se dedican a la exaltación de la amistad a base de voces y exabruptos. Establecen ciertos criterios, más allá de las normas, para garantizar la adecuada convivencia y disfrute de todos en su espacio; aunque ello pueda, en algún caso, privarles de alguna que otra venta.

La IA debe estar igualmente regulada. En un estado del arte con mucha menos historia que perspectivas de futuro, parece lógico que la regulación sea la mínima y más simple posible; que posibilite todos sus desarrollos y no sea cortapisa o impedimento para posicionarse a la cabeza de la carrera por la innovación en esta materia, tan relevante geoestratégicamente. Eso sí, que tenga foco en garantizar siempre los derechos y libertades de los individuos, por un lado, y en la transparencia de sus usos, por otro. Esto es, que el bar sea un recinto seguro y que el cliente pueda saber siempre los ingredientes del cóctel de IA que está disfrutando.

El resto de los controles y supervisión parece lógico, en este estado inicial, deban de ser considerados responsablemente por las compañías que utilizan, distribuyen y crean esos sistemas de IA. Es decir, que cada organización estructure su gobierno de la IA y, eso sí, lo haga público y transparente a usuarios, autoridades y grupos de interés.

El nuevo ingrediente

Hay un ingrediente de nuestro coctel que, por su evolución, parece que puede provocar un replanteamiento del resultado final del bebercio. Y es la capacidad de computación. Estamos viendo en los últimos tiempos lo que parece la explosión práctica de la computación cuántica.

Los ordenadores actuales trabajan sobre la base de lo que se llaman bits, que son casillas minúsculas donde ponemos algo de electricidad o no ponemos nada (los famosos ceros y unos) y que vamos combinando convenientemente en ese lenguaje binario para almacenar, calcular, etcétera.

La computación cuántica supone, simplificando mucho, sustituir esos códigos binarios por átomos que son capaces de permitir más valores que el cero y el uno e, incluso, varios valores a la vez. En vez de una casilla que almacena o no algo, esto podríamos verlo como una esfera que posiciona ese algo en alguna de sus coordenadas. Y, en vez de bit, ahora lo llaman qubit (quantum bit).

Pues bien, este salto en la capacidad de cálculo implica que algunas operaciones que tardarían en realizarse con los ordenadores actuales un número de años tan enorme como indescriptible, se pueden hacer ahora en cinco minutos. Impresionante.

En el ejemplo de nuestro coctel, es como si un chorro largo del mejor alcohol se sustituyera por una imperceptible gota de nuestro nuevo ingrediente y tuviera en nuestro organismo los efectos de tantas o más copas como horas tiene un día. Perfecto, ya no harían falta petacas para completar la racanería del barman.

Esto es sin duda un gran avance, pero también un enorme reto para asegurar su control y adecuado uso, pues no parece interés de nadie ver a todos superados por el nuevo brebaje. Y hoy ya vemos algunas pruebas de cocteles con este nuevo ingrediente que son capaces de desencriptar complejos sistemas tradicionales y poner en cuestión muchas seguridades hasta ahora incuestionables.

Sin duda, esta nueva IA será también apasionante, pero, a medida que sus efectos sean más potentes, el reto de su control será mucho mayor. Se abre una nueva dimensión en la barra de nuestro bar.