Los zulos perdidos de ETA, pistas para resolver asesinatos

Algunos escondites guardan armamento con huellas y restos de pólvora, claves para la investigación de atentados.

Antonio M. Figueras

Periodista y escritor.

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El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Foto: Europa Press.
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. Foto: Europa Press.

Todavía quedan 379 crímenes de la banda terrorista ETA sin autoría. Es de justicia el esclarecimiento de todos estos delitos, no solo para satisfacción moral de los familiares de las víctimas. Es la sociedad quien se beneficia de que no queden impunes estos asesinatos.

Entre las causas de la retirada de ETA del escenario de sangre al que acostumbró a España se halla la presión de la lucha antiterrorista. Hasta tal punto llegó el cerco al que fueron sometidos los distintos comandos por Policía y Guardia Civil que algunos integrantes de estos grupos fueron descuidados en el control de las armas que escondieron en zulos. De hecho, algunas de ellas contienen rastros de huellas y pólvora, vestigios de atentados. Ese es el hilo de donde pueden tirar las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad para resolver esos crímenes sin autor conocido.

Un centenar de armas

Los expertos cifran en un centenar de armas, no todas antiguas, y distintos materiales para elaborar explosivos, los secretos que ETA guarda en esa red de zulos. El armamento más reciente podría ser utilizado. El peligro está en esas sustancias, almacenadas en bidones, que podrían ocasionar una desgracia si un paseante curioso se topa con ellos en un paseo por el monte o el bosque.

El entorno del mundo abertzale sugiere que ni siquiera los antiguos integrantes de los distintos comandos recuerdan la localización exacta de los zulos de ETA. El argumento esgrimido es que, en ocasiones, tras la detención de un cabecilla, el “heredero” no era informado de la ubicación de estos enclaves. Fuentes conocedoras del modus operandi de los terroristas explican que siempre eran guardadas las coordenadas de los zulos.

El exjefe etarra Mikel Kabikoitz Carrera Sarobe, en la Audiencia Nacional por coordinar el traslado desde Francia de una furgoneta interceptada
El exjefe etarra Mikel Kabikoitz Carrera Sarobe, en la Audiencia Nacional por coordinar el traslado desde Francia de una furgoneta interceptada con explosivos.

Entrega de armas

En 2017, la banda realizó un acto propagandístico en Bayona (Francia) de entrega de 118 armas, 25.000 balas y tres toneladas de material explosivo.

Pero estaba bien estudiado, porque en esta ocasión no se encontró ni una sola huella. En 2018 ETA anuncia su disolución. Siete años después de que comunicara el “cese definitivo de la violencia armada”.

Cada vez que Guardia Civil o Ertzaintza descubren algún zulo de ETA con armas se abren nuevas vías de investigación. También la Gendarmería francesa está localizando escondrijos de este tipo con “armamento sucio” utilizado. Una vez que se desmantelan los escondites, se comunica la información a la Audiencia Nacional, y luego es analizada por los servicios de criminalística.

Este es uno de los motivos por los que ningún preso de ETA facilita información sobre la localización de zulos. Porque en los que improvisaron tienen la constancia de no haber procedido a su limpieza. Si no se localizan, se impide la apertura de nuevos procesos que depuren las responsabilidades en alguno de esos 379 asesinatos sin resolver.

El armamento que todavía está en buenas condiciones podría ser una baza en el caso de que ETA, o una facción, decidiera volver a la senda de la violencia. No es algo que se considere probable, pero sería más seguro para la sociedad la localización de esos zulos. De hecho, se especula con la posibilidad de que el sector más crítico del entorno de los presos de ETA, vinculado a Amnistia Ta Askatasuna (ATA), hubiera podido hacerse con una pequeña parte del armamento antes de la entrega de 2018.

Recientes hallazgos

Un granjero descubrió en el municipio de Accous (Francia), en el Departamento de los Pirineos Atlánticos, en julio de 2022 varias latas y bidones, escondidos en un muro de piedra. Los recipientes contenían inscripciones con la mención en euskera del nitrato de amonio o el peso. En total, cuatro garrafas de 25 litros, con las que se fabrica el amonitol, explosivo que se usaba para que las bombas-lapa fueran más incendiarias. Se intervino además una decena de detonadores.

Y en octubre del pasado año, la Ertzaintza halló armas, munición, ocho detonadores de diferentes clases, restos de mecha y una bolsa con dos kilos de explosivo en un zulo situado entre las rocas en el monte Aizkorri, en la localidad guipuzcoana de Oñate.

Destrucción del arsenal

En marzo de 2021, se realizó el acto simbólico de la destrucción del arsenal de ETA y los GRAPO incautado entre 1977 y 2005: 1.377 armas completas y 19 piezas. Se trataba de 697 pistolas, 172 revólveres, 274 subfusiles y fusiles de asalto, rifles de precisión o escopetas de ánima lisa.

El lugar elegido para el acto fue el Colegio de Guardias Jóvenes Duque de Ahumada, en la localidad madrileña de Valdemoro. Para completar el proceso, los restos terminaron en una fundición. Se cumplía así la decisión de la Audiencia Nacional, que en 2016 autorizó la eliminación de ese material.

En la ceremonia estuvieron presentes políticos, jueces, policías, fiscales y asociaciones de víctimas. Estaban excluidas las armas que forman parte de procedimientos judiciales en instrucción o las entregadas por Francia en 2018 (pruebas periciales de una cincuentena de procedimientos penales entre 1999 y 2009).