Juan Gómez, presidente de la Asociación Nacional de Vigilantes de Seguridad Privada.

Opinión

¿La seguridad es utopía o distopía?

Presidente de la Asociación Nacional de Vigilantes de Seguridad Privada.

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La seguridad que percibimos es un deseo más que una realidad.
La seguridad que percibimos es un deseo más que una realidad.

De estos dos conceptos totalmente antagónicos podemos extraer numerosas conclusiones.

La seguridad a nivel global no existe. No hay una percepción o certeza de que estemos seguros en cualquier lugar en el que nos encontremos. Nos puede parecer, podemos sentirnos más o menos seguros. Todo es una sensación o simplemente el deseo de que esto sea así.

Nuestra realidad diaria nos hace movemos en urbes más o menos pobladas y en ellas apreciamos con un ojo poco critico cuán seguros estamos. Nada más lejos de la realidad.

La geopolítica y la geoestrategia tienen mucho que ver con esa seguridad que anhelamos y creemos poseer, pero imperan en esa inseguridad hacia las personas muchos factores.

Es el caso de los mercados financieros y su inestabilidad en un mercadeo global y constante que arrastra a la incertidumbre y a la miseria a las naciones más desfavorecidas.

Como también estamos expuestos a los nacionalismos más exacerbados. A las demandas sociales, culturales, étnicas, a los graves cambios climáticos y a las guerras inexplicables que provocan la miseria y el éxodo de cientos de miles de personas.

Vemos pues que la seguridad que percibimos es un deseo más que una realidad. Queremos vivir en esa utopía que nos transmite un halo de felicidad, pero que no deja de ser un triste espejismo.

La seguridad es distópica. Hemos creado un mundo imaginario que nada tiene que ver con la realidad del día a día.

Nos parece que todas las catástrofes naturales, las guerras más sangrientas, el hambre más atroz y las enfermedades más diversas ocurren en todas partes menos a nuestro alrededor.

La distopía la mayor de las veces nos lleva a dar por buenos discursos ideológicos que nos conducen a un camino sin retorno de consecuencias extremas. Estos nos llevan a soportar regímenes totalitarios con sistemas de injusticias y crueldad.

Nuestra seguridad por lo tanto no existe en tanto que nuestras voluntades son redirigidas por los poderes instituidos en función de lo que convenga en cada caso.

Nos dirigimos hacia un proceso complejo de transición económica/tecnológica/cultural que creará innumerables problemas y resistencias. De este proceso saldrán más ricos y manifiestamente, más pobres. Crecerán las dificultades económicas para los más desfavorecidos y esto hará que el flujo migratorio crezca exponencialmente haciendo perder a muchas naciones su ancestral identidad.

Aprovechemos nuestra percepción utópica y trabajemos porque la distopía no se instale en nuestra vida. Nuestra seguridad personal, la de nuestras familias y de todos cuanto nos rodean es un regalo que debemos perpetuar para que las generaciones venideras tengan un punto de partida donde iniciar un camino que aunque difícil y angosto, se puede mejorar.