Francisco Mercado

Opinión

Menudo maricón

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Francisco Mercado
Francisco Mercado

“Es terrible el daño que puede hacer una sola persona al miedo y sufrimiento de todo un colectivo. Ojalá lo pague. Porque este mentiroso arroja una sombra de duda sobre las víctimas reales, las que son atacadas por homófobos e intolerantes. Acabemos con los mensajes de odio”. Esto proclaman en redes quienes dicen condenar el odio y la homofobia. “Ojalá lo pague”. Qué poco dura el amor al gay ultrajado si el gay pincha el discurso oficial.

Los periodistas y expertos policiales salían ante las cámaras para pedir colaboración ciudadana. La sospecha era que el incivismo latente en la sociedad provocaba que nadie asumiera que vio a los agresores encapuchados del joven gay. La ley del silencio imperaba en Malasaña ¿Y las cámaras? ¿Cómo es que las cámaras no habían grabado nada? ¿Hasta ahí podía llegar la pericia de los agresores o la complicidad de las cloacas ultras del Estado?

¿Era ataque de grupo o de banda armada? Los expertos dudaban en los platós. Pero el resto era claro. Era delito de odio. Y un ataque homófobo. Le habían grabado la palabra "maricón" en el culo. Caso resuelto. Los políticos y periodistas de la izquierda acusaban a VOX. Los jinetes abascales negaban instigar tal agresión, pero sus líderes recordaban los ataques que propician menas. Empate a uno. Entre medias, el país convulso se disponía a manifestarse contra la violencia homófoba. Sánchez convocaba una reunión política para combatir el odio. Ya estaba en primera fila para defender España de la homofobia. Amado líder.

Horas antes de que los españoles desfilasen legítimamente para condenar este salvajismo homófobo, el departamento de Marlaska se rendía. Los policías preferían la verdad que pasar por incompetentes. Y después de apresurarse a filtrar un cruel atentado homófobo sin haberlo investigado, ahora les urgía difundir la confesión de la supuesta víctima. “Que no, que me lo he inventado todo”. El joven gay temía más al novio que a poner en marcha la maquinaria policial para buscar un grupo fantasma. Interior no le perdonó el fiasco. El departamento que dirige el sensible Grande Marlaska filtró datos íntimos vergonzantes del falso denunciante. De héroe a villano. Acababa así otra fallida serie de Interior tras "El discapacitado que quiso matar a JFK con balas enviadas por carta".

Los que habían organizado la pira del homófobo se quedaron en plena marcha sin mártir claro. Pero recurrieron a la estadística. En los últimos días habían menudeado las agresiones a gays o ataques en los que, al menos, unos a otros se gritaban maricón.

Que existe la violencia homófoba en España es tan evidente como el alza de la factura de la luz. Un solo caso ya es un drama. Una afrenta a la Constitución, a la condición humana y al corazón. No hace falta que sean decenas o cientos para desperezarse y combatir sus autores y causas. Que no toda agresión donde se llama maricón es violencia homófoba me parece no menos cristalino. Porque, por perversión histórica machista del lenguaje, usamos maricón frecuentemente para insultar o elogiar sin estar pensando en opción sexual alguna: “Señala que vas a girar, maricón”. “Qué listo es el maricón”.

Dado que la violencia contra homosexuales es tan grave como acreditable, ¿podemos esperar cuando surge un suceso de apariencia homófoba a que se esclarezca antes de organizar la mani y el comunicado? ¿Pueden callar hasta tener certezas la policía, la clase política y la prensa con patente de sensibilidad?

Me horrorizó el aparente ataque a este joven gay de Malasaña, como cualquier agresión a un ser humano con o sin etiqueta ideológica. Pero cuando gira alguna circunstancia sobre la realidad de dichos sucesos no cambia mi sensibilidad hacia sus víctimas. Incluso aunque no hayan sufrido un ataque homófobo. Pueden seguir siendo víctimas de otra brutalidad. Pillaje, celos, psicópatas sin carné político... O como en el caso de Malasaña, ser reos de una debilidad personal: precariedad y un amo sentimental al que teme. ¿No produce piedad alguna el falso agredido? Mintió en comisaría para tapar un secreto al novio y ahora toda España sabe su intimidad hasta el dato más oscuro e innecesario gracias a Interior. Pero los sacerdotes de la solidaridad gay creen que no la merece si no fue apaleado. Es un gay mentiroso. Que lo pague. Nos ha chafado el discurso del odio. Menudo maricón.