Fernando Cocho

Opinión

Talibán 3.0.

Guardar

Web Terrorism flat icon. Colored sign from dark web collection. Creative Web Terrorism icon illustration for web design, infographics and more
Web Terrorism flat icon. Colored sign from dark web collection. Creative Web Terrorism icon illustration for web design, infographics and more

En el mundo que nos ha tocado vivir, el que hemos creado, el que imaginamos, todo se rige por unas reglas consolidadas durante el tiempo, en un tiempo marcado por una flecha que sabemos de donde partió, pero no a dónde llegará.

Como en aquel Dibujo Animado, la máxima “hasta el infinito y más allá”, nos significa como cultura. No sabemos qué nos configura más allá de la relación entre la tecnología y la técnica, emancipada la primera como un adolescente que se cree invulnerable. Estamos en la visión de una cuarta revolución industrial que llamamos la 4.0, en la relación entre máquinas y humanos que se significa por el 5.0. Son fases que compartimos más o menos con todo el pensamiento único del mundo que mira hacia adelante.

Pero también hay otras formas de vivir, compartidas o no, en este mundo en el que ya no recordamos cuál es el objetivo de nuestra sociedad y nos configura en los dos lados de la frontera: los integrados y encaramados a la ola de los avances tecnológicos, y los que piensan que están a salvo de ese modo de ser como Neoluditas moderados que son, que no desprecian la interacción de internet y su 3.0, pero que están en el límite o en la frontera constituyendo otra manera de ver el mundo, minoritaria, pero significativa para poder ser un mercado interesante al que “medir”. Nadie está fuera del 3.0

En realidad, sí hay alguien fuera, o al menos de la perfecta integración total con el Internet de las Cosas y su lugar en el Cibermundo. Aquellos que usan la tecnología de forma minoritaria y elitista, que crean una Narrativa en formato digital, que comprenden sin compartir los mecanismos de los medios de masas y del alcance de las redes sociales. Esos Neoluditas del 3.0 están creando su mundo aparte, sin querer interactuar más de lo estrictamente necesario para lograr los beneficios de esas redes de conocimiento, cooperación, y de imagen pública. Esos que aparecen imbuidos de criterios salvíficos y que pretenden demostrar que el aislacionismo relativo y controlado es el futuro.

Estas son, entre otras, las posturas de los nuevos Paraísos Distópicos que empiezan a florecer. Uno podría ser Corea del Norte, mundo cerrado y mapeado ya por Orwell; pero hay otros que son más de temer, puesto que han nacido en un mundo con “todo” y participan del mismo solo lo estrictamente necesario para que les dejemos “crecer en Paz”. Estos son los Talibán 3.0.

Un mundo que desea volver al siglo XIV de forma colectivista, pero que decide para lograrlo dar una entrada medida y elitista al 3.0. El Talibán, de nuevo cuño, usa la narrativa de las redes para blanquear su imagen, crea un mundo de comunicación en el que el mensaje está medido y se contrapone a la imagen “embarrada y primitiva” que de ellos se tenía hace dos décadas.

La presencia pulcra, la imagen de “postal”, las maneras medidas y difundidas en redes, construidas a imagen y semejanza de un plan de autentico y genuino “marketing con marca”, hacen que en breve sea visto como “una curiosidad para turistas” como un Zoo encerrado en un gran recinto, que pronto se ofrecerá como ejemplo de “modo alternativo de vida” a aquellos que estén en los bordes divergentes del mundo. No pretenden salir, por ahora, de su pequeño reducto; no quieren “exportar” nada, se muestran a afligidos y hastiados como alternativa a un mundo que agoniza en valores, ofreciendo la salvaje pureza de algo que es terrible. El nuevo Talibán ha aprendido maneras, tiene un discurso construido en el que dice lo que queremos oír, trabajado durante años para ofrecerse como alternativa a los “apocalípticos” que quedan y de los que han renegado, fortaleciendo con nuestro relativismo postmoderno su visión del mundo, logrando la suficiente legitimidad como para sobrevivir. El Talibán sabe que no puede ganar a los integrados; pero sí que puede vivir en los márgenes del mundo si cumple con los intereses de los demás. No les importa ser vistos como rara avis, no les importa ceder la explotación de sus riquezas virginales a la voracidad industrial, no les importa vivir en una sociedad arcaica (menos para los dirigentes), ni les importa fingir que cumplen los valores que llamamos universales como la igualdad o los derechos humanos… no les importa porque el Talibán 3.0 estará allí cuando nuestro mundo eclosione por su propia entropía. Ellos limpios, de postal y con una Narrativa consolidada, ofrecerán un Paraíso de seguridad moral, aunque sea el infierno de Dante encarnado. Cuando todo lo demás fracasa, lo que queda, por muy extraño y terrible que sea, es la única respuesta posible. El Talibán 3.0, lo sabe, espera y se queda en su casa. La sabiduría y experiencia de dos mil años de conflictos les han hecho excelentes Prospectivistas, perfectos observadores de las contradicciones que el resto del mundo tienen insertas. El Talibán 3.0 está ganando porque es como la máxima del Gatopardo: “cambiar todo para que nada cambie”.

Fernando Cocho es experto en Inteligencia y Ciberseguridad e imparte la asignatura de “Amenazas del Siglo XXI” en el Máster en Humanidades de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).