Estudios superiores: un gran sacrificio para un futuro cada vez más incierto

Los estudios superiores influyen en el bienestar personal y la satisfacción vital de aquellos que los cursan, pero también generan contraindicaciones, como estrés, deudas y menor tiempo libre.

Pedro Fernaud

Periodista

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El bienestar emocional y social de los estudiantes influye directamente en su rendimiento académico.
El bienestar emocional y social de los estudiantes influye directamente en su rendimiento académico.

¿Qué tienen en común un estudiante que comienza la universidad con ilusión, un profesor de Harvard que enseña liderazgo basado en la felicidad y un estudio longitudinal que lleva más de 80 años analizando la vida adulta? Todos convergen en una misma pregunta: ¿puede la educación hacernos más felices? En los últimos años, universidades, expertos y organismos internacionales han empezado a mirar más allá del rendimiento académico para enfocarse también en el bienestar emocional de los estudiantes.

En esa línea se enmarcan desde la inclusión de asignaturas sobre felicidad en centros de élite como Harvard hasta los programas de bienestar implementados en escuelas latinoamericanas, de tal manera que se perfila una nueva manera de concebir la educación. Sin embargo, la ecuación no es sencilla. Como advierten diversos estudios, el camino académico puede conllevar altos costes personales y económicos. La verdadera clave parece estar en cómo cada estudiante construye su trayecto vital y educativo, en un camino en el que logre equilibrar expectativas, vocación y salud mental.

Cómo la educación formal mejora el camino laboral 

El artículo "The Knowledge That Brings True Happiness" (El conocimiento que trae la verdadera felicidad), elaborado por Arthur C. Brooks y publicado en The Atlantic, explora la compleja relación entre la educación superior y la felicidad personal. Brooks, columnista y experto en bienestar, relata su transformación de músico bohemio a académico y estudioso de la felicidad, y se pregunta: “¿Cómo afecta exactamente la educación superior a la felicidad?” .

Este experto en felicidad señala que, en general, la educación formal mejora la satisfacción vital al mejorar las perspectivas laborales y elevar el nivel de vida. También apunta que hay evidencias científicas que corroboran que las personas obtienen un impulso de felicidad gracias a los mayores niveles de autoconfianza y autoestima que puede proporcionar la educación superior.

Sin embargo, el autor también advierte sobre las desventajas. Por ejemplo, las personas con un título universitario experimentan menos satisfacción con su tiempo de ocio en comparación con aquellas sin educación universitaria. Además, la deuda estudiantil significativa que adquieren las personas que cursan estudios universitarios, especialmente en Estados Unidos, está fuertemente vinculada a una disminución del bienestar mental.

Según datos oficiales del Departamento de Educación de EE.UU. (NCES, Condition of Education 2023), los graduados universitarios estadounidenses tienen que afrontar un promedio de 45.300 dólares de deuda acumulada, relativa a los cuatro años que comprende su graduación. 

Por su parte, los estudiantes de posgrado asumen deudas aún mayores: 66.000 dólares por hacer un máster. Una cifra que se incrementa notablemente a 108.400 dólares en el caso de los doctorados de investigación y a 186.600 dólares para doctorados profesionales

En este contexto, Brooks enfatiza que la educación tradicional no es adecuada para todas las personas, especialmente para aquellos con estilos de aprendizaje distintos o inclinaciones vocacionales muy marcadas y específicas. Para optimizar la felicidad, aconseja a los estudiantes encontrar un equilibrio personal y profesional (lo que los japoneses llaman “ikigai” o propósito), evitar la deuda y buscar caminos educativos alternativos si la universidad no parece adecuada. En ese sentido, este experto aboga por decisiones educativas personalizadas y reflexivas, en las que se considere que el momento y el enfoque de la educación afectan sus beneficios. 

La educación amplía la comprensión de uno y del mundo

¿Por qué la educación superior es un factor que contribuye a llevar una vida plena y con sentido?  Adriana Agudo, del Centro de Investigación y Estudios Gerenciales (Grupo CIEG), pone en valor que “la educación recibida por una persona influye en la felicidad, ya que puede mejorar la calidad de vida y el bienestar al desarrollar habilidades críticas, ampliar la comprensión de sí mismo y del mundo, y fomentar un sentido de pertenencia y comunidad”. Sin embargo, establecer esta relación es complejo y depende de múltiples factores individuales y contextuales.

Un estudio desarrollado en 40 países por Activa Research (una empresa especializada en satisfacción e innovación, entre otras áreas) en asociación con Worldwide Independent Network of Market Research, una red global de empresas independientes dedicadas a la investigación de mercados y estudios de opinión pública, verifica que “la educación juega un rol crítico en el estado de felicidad declarado”. Según esta investigación, las personas con estudios de posgrado se declararon felices en un 79% de los casos, mientras que aquellas que solo completaron la educación básica se autodefinieron como dichosos en un 42%. Estos datos sugieren que niveles más altos de educación están asociados con mayores niveles de bienestar y satisfacción.

¿Cuáles son las pegas de disfrutar de es educación superior? Los académicos que han profundizado en el tema señalan que ese mayor equipamiento formativo desemboca en trabajos más exigentes (es verdad que también mucho mejor remunerados) que pueden generar estrés y otros desafíos que afectan negativamente la felicidad, como las condiciones hipercompetitivas del mercado laboral y la menor disponibilidad de tiempo para el disfrute personal y familiar. Por lo tanto, existe consenso científico en reconocer que la relación entre educación y felicidad resulta compleja y depende de múltiples factores.

¿Por qué es fundamental asociar la educación al bienestar?

La educación no solo es un medio para adquirir conocimientos, sino también una herramienta clave para construir el bienestar y la felicidad. Estudios recientes han demostrado que el bienestar emocional y social de los estudiantes influye directamente en su rendimiento académico. Como botón de muestra, un informe de HundrED destaca que un enfoque integral del bienestar, que abarque la salud física, emocional y social, mejora significativamente los resultados escolares.

Investigaciones de la Universidad Internacional de La Rioja han analizado cómo la felicidad impacta en el desarrollo de habilidades emocionales y sociales, y han mostrado que programas educativos centrados en el bienestar generan mejoras en el estado emocional y académico de los alumnos. En definitiva, una educación que prioriza el bienestar no solo forma estudiantes más felices, sino también más exitosos.

Planes para incentivar el bienestar integral  

Según un informe de HundrED, para asegurar un buen desempeño académico es clave que los estudiantes construyan un estilo de vida que abarque la salud física, emocional y social de los estudiantes. Hablamos de un bienestar que el Wellbeing Research Centre de la Universidad de Oxford define como la “percepción subjetiva de los estudiantes sobre su satisfacción con la vida académica y la sensación de propósito y significado en sus actividades”

Varios estudios demuestran la relación positiva entre el bienestar y el rendimiento académico. En esa dirección, un metaanálisis de 81 estudios confeccionado por ProFuturo, un programa de educación digital impulsado por Fundación Telefónica y Fundación "la Caixa", analiza los patrones de comportamiento y los datos de  con más de 54.000 estudiantes: existe una asociación consistente entre el bienestar general y el rendimiento académico.

Estudios longitudinales muestran que los problemas emocionales en la niñez y adolescencia pueden perjudicar el desempeño académico posterior. Por ejemplo, niños con problemas emocionales a los 3 años tienen más probabilidades de tener un rendimiento por debajo del nivel esperado a los 12 años. ¿Cómo revertir esta tendencia? Existen iniciativas muy interesantes, como Patio Vivo, en Chile, que transforma los patios escolares en espacios de aprendizaje al aire libre, para que los jóvenes alumnos mejoren la concentración, al tiempo que se reduce la ansiedad entre los estudiantes.

¿Qué otras recomendaciones pueden implementar colegios e institutos para profundizar en esa senda de bienestar? Existe un interesante muestrario de iniciativas al respecto, como la integración del bienestar en el currículo, la capacitación docente en manejo emocional y la evaluación continua del impacto de los programas de bienestar. En esa dirección, se enmarcan proyectos como The Happiness Project, en México y Ecuador, que ha informado de una reducción del 25% en casos de acoso y un aumento del 18% en la autoestima y rendimiento académico de los estudiantes. Estos ejemplos ilustran cómo la incorporación de programas de bienestar puede transformar la experiencia educativa y mejorar los resultados académicos.

¿Qué relación se da entre educación y ser humano? 

La educación es un pilar fundamental en el desarrollo del ser humano, ya que no solo transmite conocimientos, sino que también moldea su identidad, valores y habilidades sociales. Según un estudio publicado en SciELO, biblioteca virtual formada por revistas científicas a escala mundial (y también española), la educación influye directamente en los indicadores de desarrollo humano establecidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), lo que demuestra que una formación integral mejora la calidad de vida y la capacidad de adaptación a los cambios sociales.

Un ejemplo claro es el enfoque de la filósofa Martha Nussbaum sobre la educación humanista, que destaca la importancia de desarrollar capacidades como el pensamiento crítico y la empatía para fomentar ciudadanos más comprometidos con la sociedad. Dicho de otra manera: la educación no solo forma individuos preparados para el mundo laboral, sino que también contribuye a la formación de seres humanos con más registros emocionales, capaces de contribuir activamente al progreso social.

Crítica a la educación positiva por exceso de individualismo 

¿Y cómo podemos definir las claves que configuran la felicidad? Hay que empezar por cartografiar aquello que no es. En esa dirección se encuentra el artículo "Felicidad y educación: déficits científicos y sesgos ideológicos de la educación positiva", confeccionado por Edgar Cabanas Díaz y Jara González-Lamas, profesores de la Universidad Camilo José Cela. El texto analiza críticamente el auge de la educación positiva (EdPos), un movimiento surgido en 2009 dentro de la psicología positiva, que promueve habilidades como el optimismo, la resiliencia o la meditación a través del mindfulness para mejorar el bienestar y el rendimiento académico. Los autores señalan que, pese a su popularidad, “las críticas dirigidas a la educación positiva han sido también crecientes y numerosas”, incluso desde dentro del propio movimiento, hasta el punto de cuestionar su solidez científica y utilidad práctica.

En cuanto a los déficits científicos, el artículo detalla la “ausencia de un marco teórico general y la falta de evidencia acumulada”, así como “las notables limitaciones conceptuales y metodológicas en torno a constructos principales” . Se menciona que solo el 13% de los constructos positivos han sido estudiados diez veces o más, y que muchos programas carecen de diseños experimentales adecuados.

Desde una perspectiva ideológica, los autores argumentan que la EdPos presenta un “marcado carácter individualista, descontextualizado y universalista”. En ese sentido, se señala que el enfoque de la educación positiva tiende a responsabilizar al individuo de su bienestar, tanto que ignora factores socioeconómicos y estructurales. Además, se advierte que la EdPos podría transformar la labor docente en una función más terapéutica que educativa, alejándose de su papel como motor de cambio social. Para que la educación positiva  sea verdaderamente útil, debe someterse a una revisión crítica y adaptarse a las realidades contextuales de cada entorno educativo.

Harvard incorpora los ejes vertebradores de la felicidad  

Vincular la excelencia académica y un desarrollo consciente de las personas en torno a fundamentos de felicidad resulta un verdadero reto. Por suerte, ya se están articulando iniciativas pioneras, como la emprendida por la Universidad de Harvard, al incluir el estudio de la felicidad —tradicionalmente ajeno a los planes formales— dentro de su currículo de formación de líderes, lo que pone de relieve la creciente importancia que se concede hoy al bienestar emocional como factor decisivo en la eficacia directiva 

El nuevo curso, titulado Gestión de la felicidad, abarca “los diversos factores económicos, sociales y genéticos que influyen en la felicidad” basándose en hallazgos de sociología, psicología positiva, neurociencia y filosofía.

En ese sentido, resulta muy esclarecedora la reflexión de Arthur C. Brooks, experto en bienestar, profesor universitario y uno de los creadores del curso de Harvard, para quien “lo único verdaderamente importante en la vida” es el papel central que juega la felicidad en nuestra existencia, algo que también es un factor crucial en el liderazgo y en la toma de decisiones efectivas.

¿Y cuáles son las claves de esa felicidad a la que hace referencia Brooks? Para responder a esa cuestión, hay que remitirse a un estudio que ha confeccionado Harvard sobre el desarrollo vital de adultos. Se trata de un proyecto de 80 años de duración. La clave de la investigación radica en que, durante ese periodo de tiempo, los diversos analistas que lo han articulado han seguido la salud física y mental de miles de participantes. 

Entre sus conclusiones más relevantes figura que la clave de una vida plena se inscribe en “la calidad de los vínculos sociales”, “tomar decisiones adecuadas”, “dejar ir aquello que no nos hace bien” y “estar presente” en el día a día. Estos datos subrayan el enfoque empírico del curso y muestran cómo la investigación longitudinal puede nutrir la formación de líderes más conscientes y resilientes.

En conclusión: es fundamental que los estudiantes universitarios encuentren un equilibrio entre su satisfacción personal y académica. Esta armonía no solo les permitirá disfrutar de una vida universitaria más plena, sino que también los preparará para ser adultos más responsables afectivamente y más conectados con sus necesidades profundas y las de su comunidad. Al priorizar tanto el bienestar emocional como el éxito académico, los estudiantes pueden desarrollar una mayor resiliencia, empatía y capacidad de adaptación, cualidades esenciales para enfrentar los desafíos del mundo actual. En última instancia, una educación que fomente este equilibrio contribuirá a formar personas más felices, saludables y comprometidas con el bienestar colectivo.