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Japón convierte la crisis demográfica en una oportunidad: tecnología para cuidar a los mayores

El pueblo nipón emplea robots, inteligencia artificial y solidaridad comunitaria en un modelo integral de cuidados que puede inspirar a sociedades envejecidas como la española.

Pedro Fernaud

Periodista

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Los robots se encuentran entre la tecnología que se usa en Japón para ayudar a las personas mayores. Imagen creada por inteligencia artificial (IA).
Los robots se encuentran entre la tecnología que se usa en Japón para ayudar a las personas mayores. Imagen creada por inteligencia artificial (IA).

En pleno siglo XXI, Japón se sitúa en la intersección crítica entre el declive demográfico y la revolución tecnológica. Con casi un tercio de su población por encima de los 65 años, el país nipón no solo afronta uno de los procesos de envejecimiento más agudos del planeta, sino que ha decidido responder a esta realidad con innovación y sensibilidad. En esta dirección, la nación del sol naciente está modelando robots terapéuticos, exoesqueletos para cuidadores, inteligencia artificial aplicada al seguimiento de pacientes con demencia y cafés gestionados por ancianos con deterioro cognitivo. 

Son elementos que conforman un paisaje donde el progreso técnico convive con un enfoque profundamente humanista. Esta sinergia entre tecnología y empatía convierte a Japón en un laboratorio viviente, cuyos aprendizajes podrían ser clave para otras naciones con desafíos similares, como España, Alemania o Corea del Sur.

El envejecimiento como oportunidad tecnológica 

La realidad de Japón representa uno de los casos más acentuados de envejecimiento de una población a escala mundial. Los datos hablan por sí solos: la sociedad nipona cuenta con un 29% de su población con más de 65 años —una dinámica que seguirá creciendo, hasta el punto de llegar al 40% en 2060—, de tal manera que este pueblo milenario se está viendo en la tesitura de convertir su desequilibrio demográfico en un motor de innovación, no solo para compensar la escasez de mano de obra, sino para redefinir la naturaleza del trabajo mismo. 

Esta cartografía de la realidad poblacional japonesa se encuentra en el estudio que ha elaborado Kenji Kushida, investigador principal de estudios sobre Japón en el Programa de Asia del think tank Carnegie Endowment for International Peace, que lleva por título Japan’s Aging Society as a Technological Opportunity (El envejecimiento de la sociedad japonesa como oportunidad tecnológica). 

Dos caminos: automatización y aumento de habilidades

El informe distingue dos grandes paradigmas tecnológicos emergentes. Por un lado, está la automatización, con robots y sistemas capaces de ejecutar tareas repetitivas o físicamente exigentes para suplir la falta de trabajadores; por otro, la ampliación de habilidades, que recurre a dispositivos como exoesqueletos y herramientas de inteligencia artificial (IA) para capacitar en tiempo real a operarios sin formación previa. Ambos enfoques convergen ya en la agricultura de precisión, la manufactura avanzada y los servicios financieros, pues, afirma Kushida, “la demografía está cambiando las ecuaciones de coste-beneficio, haciendo rentable invertir en automatización y aumentación”.

El valor de poner robots al cuidado de mayores

En residencias como Shin-tomi, en Tokio, un ingenio mecánico llamado Pepper —el robot social con rasgos semi-humanoides de SoftBank— anima dos veces por semana a unas veinte personas mayores con canciones de los años setenta, moviendo sus brazos y leyendo emociones pese a su limitada expresividad facial.  

Ese prodigio de IA no está solo en tan noble cometido. También están siendo muy comentadas las actividades de Paro, el robot terapéutico con forma de foca diseñado por Takanori Shibata, de AIST, que ha demostrado reducir el estrés y la necesidad de aplicar fármacos en pacientes con demencia, gracias a su capacidad para responder al tacto y emitir sonidos semejantes a los producidos por un bebé foca.

Exoesqueletos: la 'segunda piel' del trabajador

Un exoesqueleto es un dispositivo mecánico que se lleva como una especie de traje externo, que ayuda a mejorar la movilidad, la fuerza o la resistencia del cuerpo humano. Funciona mediante motores, sensores o sistemas hidráulicos que asisten el movimiento. Se trata de una maravilla tecnológica que resulta de gran utilidad en el cuidado de las personas mayores. Se utilizan principalmente para ayudar a caminar a quienes tienen movilidad reducida, prevenir caídas, de tal manera que proporcionan  estabilidad y soporte, y además posibilita reducir el esfuerzo físico de los cuidadores al levantar o mover a los pacientes.

Mako Kubota, directora de la Ryusei Fukushikai Social Welfare Corporation en Osaka, distingue claramente el rol complementario de los exoesqueletos frente a los robots sociales: “Solo un humano puede percibir en el rostro de otra persona que no se siente bien. Los exoesqueletos y los robots sociales cumplen dos funciones igualmente importantes”.  

Resulta indudable la labor que realizan empresas como Cyberdyne, que comercializa HAL, un exoesqueleto que ya asiste a cuidadores en hospitales y fábricas. Gracias a esa estructura, se incrementa la fuerza de esas personas y esto reduce lesiones al levantar pacientes o cargas pesadas.

Respaldo gubernamental y sinergias público-privadas

El Gobierno japonés está poniendo todo de su parte para mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos más veteranos. En esa dirección, el ejecutivo nipón lanzó en 2023 su Estrategia de IA y Robótica para una Sociedad de Largo Vivir, sustanciada con subvenciones por valor de más de 100.000 millones de yenes (el equivalente a 700 millones de dólares) con el objetivo de incentivar la investigación y el desarrollo en tecnologías de asistencia y automatización. 

Además, programas como el Japan-Silicon Valley Innovation Initiative, co-dirigido por el think tank Carnegie Endowment for International Peace, facilitan alianzas entre grandes corporaciones —como Mitsubishi y Panasonic— y startups emergentes, lo que acelera la adaptación de prototipos tecnológicos de herramientas centradas en el cuidado de las personas mayores a entornos reales.

Japón está exportando esas soluciones geriátricas 

La experiencia nipona ya está llegando al exterior. Para Kushida, estas exportaciones no solo proporcionan ingresos, sino que posicionan a Japón como referente global en el cuidado de sociedades envejecidas.

Algunos datos dimensionan esta tendencia. El Ministerio de Economía, Comercio e Industria (METI) japonés ha invertido 4. 700 millones de yenes (45 millones de dólares) a través de su oficina de políticas robóticas, dirigida por Atsushi Yasuda, en subvenciones desde 2015, mientras que el Ministerio de Trabajo destinó 5.200 millones de yenes (50 millones de dólares) para introducir robots en 5.000 centros durante el año pasado. 

Sobre la proyección internacional, Yasuda afirma: “Es una oportunidad para nosotros. Otros países seguirán la misma tendencia”. 

¿Qué ejemplos de exportación ilustran esta tendencia? Por ejemplo, las camas-robot Resyone, de Panasonic, convertibles en sillas de ruedas, que ya viajan a Taiwán, y Paro, la pequeña foca bebé artificial, que ya se está empleando como “animal de terapia” en unas 400 residencias danesas. Mientras que el propio Paro y Pepper encuentran mercados en Europa y Norteamérica, donde decenas de residencias prueban su efectividad. 

Un mercado emergente de gran potencial

Según la International Federation of Robotics, en 2016 el mercado global de robots para cuidados y ayudas a discapacitados ascendió a apenas 19,2 millones de dólares, pero se proyecta que la industria doméstica alcanzará 400.000 millones de yenes (3.800 millones de dólares) para 2035, cuando un tercio de la población nipona tendrá 65 o más años. Sobre esta oportunidad, George Leeson, director del Oxford Institute of Population Ageing, señala: “Potencialmente, es un mercado enorme. Todo el mundo está despertando ante sus poblaciones envejecidas. Claramente, la robótica forma parte de ese paquete para cubrir esas necesidades”. 

En esa línea se expresa también Shohei Fujiwara, gerente de SoftBank Robotics, quién advierte de los retos prácticos que representa la implementación de los elementos artificiales en el cuidado de los mayores: “Hemos detectado que a los ancianos les gustaría que Pepper respondiera a comandos de voz y se moviera de forma independiente, funciones que SoftBank espera introducir este año”

Desafíos éticos, brecha digital y privacidad

En cualquier caso, no todo es positivo en esta corriente de cuidado tecnológico de la tercera edad: voces como la de la profesora Sherry Turkle, del Massachusetts Institute of Technology (MIT), alertan sobre el riesgo de sustituir el contacto humano por réplicas robóticas, generando “ilusión de relación”, sin reciprocidad genuina.

Además, la brecha digital entre mayores tecnófilos y veteranos escépticos con esos avances exige programas de alfabetización tecnológica. En ese contexto, la recolección de datos biométricos plantea también dilemas de privacidad, que requieren marcos regulatorios más consistentes.

Innovación forzada por la escasez de personal

¿Y por qué está habiendo una apuesta tan decidida por la tecnología como factor emergente de cuidado de las personas mayores? Algunas de las claves de ese movimiento se pueden rastrear en este reportaje de la Agencia Reuters en Japón, en el que se relata cómo, en el centro de cuidados Shin‐tomi de Tokio, veinte modelos de robots conviven con residentes de avanzada edad para suplir la carencia de trabajadores: el Gobierno japonés calcula un déficit de 380. 000 profesionales especializados para 2025 y, al cierre de 2017, solo 18 personas extranjeras contaban con visado de “cuidado de enfermería”, pese a las reformas que los autorizaban en el sector. Tras una sesión de gimnasia dirigida por Pepper, el androide de SoftBank Robotics, la señora Kazuko Yamada, de 84 años, expresa su entusiasmo por la ayuda que recibe de esos autómatas: “Estos robots son maravillosos. Hoy en día hay más gente que vive sola y un robot puede ser un compañero de conversación. Hará la vida más divertida”. 

Cafeterías donde personas con demencia pueden ser útiles 

Japón sorprende por su capacidad para poner de acuerdo creatividad, disciplina cívica y compasión. En ese marco, se han desarrollado iniciativas pioneras para acompañar a las personas mayores con demencia. Un ejemplo representativo es el de las cafeterías de los pedidos equivocados, donde empleados mayores con demencia sirven a los clientes, a menudo equivocándose. Con más de 8.000 locales comprometidos en esta causa desde 2017, el objetivo de este proyecto es generar un espacio seguro donde los ancianos puedan interactuar con gente nueva y sentirse productivos y funcionales, lo que contribuye a frenar la progresión de la enfermedad. No en vano, Japón tiene también la mayor proporción de personas con demencia en el mundo: un 2,3% de su población.

El aumento de desapariciones de ancianos con demencia —18.700 casos en 2023, según la policía nipona— ha impulsado soluciones tecnológicas y comunitarias para revertir esta tendencia. Véase el caso de la ciudad de Iruma, donde se utilizan códigos QR adheridos a las uñas para facilitar la identificación de personas perdidas. Mientras que en otras regiones se instalan dispositivos de rastreo en los zapatos.

La panoplia de recursos a favor de las personas mayores no termina ahí. Por ejemplo, una empresa subsidiaria de Fujitsu ha desarrollado un sistema de IA que analiza la forma de andar de los pacientes con demencia, reconociendo patrones como “arrastrar los pies o dar pasos más cortos”, para rastrear su ubicación mediante cámaras de vigilancia. Este software, originalmente creado para deportistas, se está probando en el Hospital del Centro Nacional Cerebral y Cardiovascular de Osaka.

Las previsiones son alarmantes: se estima que en este 2025 la cifra de japoneses diagnosticados con demencia será hasta de 7 millones, aunque algunos informes de institutos independientes ya señalan que la cifra real bordea los 10 millones. A largo plazo, el Instituto de Investigación NLI de Tokio proyecta que, en 2070, el 46% de las personas mayores en Japón —unos 18 millones— podrían padecer esta enfermedad. La demencia en personas mayores se manifiesta por pérdida de memoria, desorientación, dificultades cognitivas y cambios en el comportamiento. Actualmente, uno de cada diez japoneses tiene más de 80 años y hay más de 90.000 centenarios en el país.

¿Por qué Japón es una sociedad envejecida?

Japón enfrenta un envejecimiento acelerado de su población debido a una combinación de baja tasa de natalidad y alta esperanza de vida. En 2024, el Ministerio de Asuntos Internos y Comunicaciones informó de que el 29 % de la población tenía 65 años o más, con lo que ha alcanzado un récord de más de 36 millones de personas. La tasa de fecundidad es de solo 1,26 hijos por mujer, lo que dificulta el reemplazo generacional y pone en riesgo el sistema de pensiones.

En ese sentido, los expertos advierten de que el Problema 2025 (un plan creado en Japón para referirse al fuerte aumento de la población mayor de 75 años, lo que plantea retos graves al sistema de salud, cuidado social y pensiones del país), marcará un punto crítico cuando la generación del baby boom supere los 75 años, aumentando así la presión sobre el sistema de salud y la economía.

¿Cuáles son los avances tecnológicos de Japón?

Japón sigue siendo un referente en innovación tecnológica, con avances en IA, robótica y energías renovables. En el ámbito de la sostenibilidad, el país ha impulsado proyectos como el parque eólico Green Power Ishikari, que generará electricidad para 83.000 hogares. Además, Japón busca recuperar su liderazgo global en tecnología mediante inversiones en semiconductores y el apoyo a startups. Sin embargo, los expertos señalan que su cultura empresarial conservadora y la digitalización tardía han sido obstáculos para su crecimiento. A pesar de estos desafíos, el país está adoptando estrategias para fortalecer su influencia en la gobernanza tecnológica mundial. 

En definitiva, es fundamental que Japón siga aplicando su capacidad tecnológica para afrontar el envejecimiento poblacional sin perder de vista la dimensión humana del cuidado. Su modelo demuestra que la robótica y la inteligencia artificial no deben desplazar la interacción humana, sino complementarla, liberando a los cuidadores de tareas físicas pesadas y permitiéndoles centrarse en el acompañamiento emocional.

Esta experiencia ofrece valiosas lecciones para países como España, donde nuestra población mayor supera ya los nueve millones de personas. Por ejemplo, la introducción de camas-robot que facilitan la movilidad en residencias o el uso de asistentes sociales como Pepper podrían aliviar la carga sobre el sistema público de salud y ofrecer compañía a personas que viven solas. Al mismo tiempo, tecnologías como el reconocimiento del patrón de la marcha podrían integrarse en programas de atención domiciliaria para detectar precozmente caídas o episodios de desorientación. Al replicar el modelo japonés con sensibilidad cultural y planificación estratégica, otros países podrían convertir la crisis demográfica en una oportunidad de dignificar la vejez y construir sociedades más solidarias y sostenibles.