¿Puede un sistema de IA ser el próximo ganador del Premio Planeta?

Miguel Angel García

Director de Escudo Digital

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En la noche del pasado viernes, 15 de octubre, se celebró la 70ª gala de los Premios Planeta. Un evento que se celebró en el Museu Nacional d’Art de Barcelona y que contó con la presencia de los Reyes de España, representantes del Gobierno, de la Generalitat, del mundo de las letras… Un macroevento cultural que tenía como fin dar a conocer quién recogería la estatuilla que exhibe el logotipo de la histórica editorial catalana y, por primera vez, el cheque por valor de un millón de euros que ha convertido a este galardón en el mejor remunerado del mundo, superando al Nobel.

Y no defraudó la noche, ya que la habitual puesta en escena consiguió, en esta ocasión, marcar un antes y un después en la historia de los premios literarios de carácter comercial, al sorprender a propios y extraños con el nombre de la ganadora, Carmen Mola, una identidad ficticia de reconocido éxito editorial tras la cual se ocultaban tres destacados guionistas y novelistas: Antonio Mercero (Madrid, 1969), Agustín Martínez (Lorca, 1975) y Jorge Díaz (Alicante, 1962).

Imagen de la entrega del Premio Planeta 2021.

"La bestia", que así se llama la obra escrita a seis manos, ha estado desde entonces -y solo es el principio- en boca de todo el mundo por diversas razones, entre ellas porque es la primera vez que se concede el premio a una obra escrita por más de un autor, por la sorpresa que generó que se desvelaran los nombres de quienes obraban tras el seudónimo de Carmen Mola, por si estos son o no creíbles bajo la piel de una mujer (Rosa Montero ya dijo en 2018 que Carmen Mola "es un tío") o porque, con la entrega de este premio, la editorial Planeta ha conseguido dejar a una de sus grandes rivales, Penguin Random House, sin una de sus grandes firmas, pues Carmen Mola había publicado sus tres novelas anteriores en Alfaguara (casualidades de la vida, este "movimiento" coincide con el inminente estreno de la serie sobre la inspectora Elena Blanco, protagonista de los tres libros, en Atresmedia, la empresa televisiva del grupo Planeta, aunque no podrá evitar que Alfaguara publique en la primavera del próximo año la cuarta parte de esta serie, que se titulará "Las madres").

Sin embargo, más allá de todos estos asuntos que seguirán dando que hablar durante meses, los que dure la campaña de presentación de este y de la obra finalista – “Últimos días en Berlín”, de Paloma Sánchez-Garnica- por las diferentes ciudades, la entrega de este premio a un trabajo escrito por tres personas hace plantearse algunas cuestiones que acaban llevándonos a orillas del uso de la tecnología. ¿Es justo que un trabajo realizado en equipo, que suman el conocimiento y el esfuerzo de varios integrantes, compita contra otros autores que han escrito su obra en solitario? ¿Además de justo, cumple con las bases del premio? Y si damos por sentado que un libro puede tener varios autores (en este caso tres, pero por qué no diez, o veinte, o cincuenta), y esto no supone un inconveniente para optar al galardón, ¿se podría presentar al mismo un programa de Inteligencia Artificial (IA)? Al fin y al cabo, aparentemente sería lo mismo que sumar varias capacidades humanas, que es lo que ha sucedido en esta edición, con la única diferencia de que en vez de personas lo realizarían sistemas o máquinas.

Pero vayamos por partes para tratar de dar respuesta a estas y otras cuestiones que irán surgiendo gracias a la 70ª edición del Premio Planeta.

Inicialmente toda obra literaria necesita cumplir dos condiciones básicas para que pueda optar a un premio como el Planeta, además de una tercera que comentaremos más adelante y que, en cierta forma, entra en conflicto con la segunda. Estas condiciones, aunque parezcan de Perogrullo, son que exista un autor responsable de la novela y, la segunda, que haya una obra que sea merecedora de dicho reconocimiento.

¿El autor debe ser una sola persona? De hecho, ¿ha de ser persona?

Antes de nada, dejemos claro que este no es el primer premio literario concedido por una editorial que galardona a una obra escrita por más de un autor. De hecho, en nuestro país, en el año 2005 la editorial Alfaguara entregó el suyo a "El turno del escriba", un trabajo fruto de la colaboración de las escritoras Graciela Montes y Ema Wolf, quienes se presentaron bajo el seudónimo de Mark Twin. Es decir, este no es un fenómeno nuevo, aunque sí amplificado exponencialmente por la repercusión que tiene el Planeta.

Una vez aclarado que no es una práctica nueva, veamos qué indican las bases del premio Planeta en relación a los autores colectivos. Si nos fijamos, las bases hablan de "participante", "autor" u "optante" en sentido individual, sin que se prevea la presentación de obras en coautoría, posiblemente porque esta opción es infrecuente en el ámbito de la novela. Sin embargo, tampoco lo prohíbe.

Al echar un vistazo a las bases de los certámenes literarios denominados comerciales más notorios en España resulta que premios como el Nadal, Alfaguara, Fernando Lara, el Primavera de Novela, el Azorín, el Biblioteca Breve, el Torrente Ballester, el Tusquets, el Málaga de Novela o el Herralde no difieren en esto al Premio Planeta, y no regulan ni prohíben las novelas redactadas por varios autores.

Frente a estos hay otros casos que sí prevén la posibilidad de obras en colaboración. Entre estos se encuentran el Premio Nacional de Literatura (modalidad Narrativa), que excluye explícitamente las obras coescritas por más de tres autores, o el premio para obras de Teatro Juvenil Dalya, el Literario Villa de Tous o el de Narrativa Erótica Luis García Berlanga, los cuales también permiten la concurrencia de obras de carácter grupal.

Por su parte, las bases del Premio Traducció de la Fundación Ramon Llull impiden las obras corales, de forma que al premio solo pueden presentarse "obras literarias traducidas del catalán […] que sean de autoría exclusiva de un/a solo/a traductor/a".

Entonces, ¿se puede "encajar" la presentación de una obra escrita en equipo en las bases del Planeta, que no la contempla ni la prohíbe? Sobre esto hay toda clase de opiniones, y por ello hemos optado por consultar con un jurista, conocedor del sector editorial, con el fin de saber, con las bases en la mano, si se puede considerar "legal" que se haya premiado con el Planeta a una obra coescrita. Y como este nos indica, "si nos acercamos a las normas de interpretación de los contratos (las del Código Civil), la primera de ellas, la literal (que es preponderante), daría pie a la inadmisión de una obra de colaboración entre varios autores, en el sentido de no entender comprendidos en las bases cosas distintas y casos diferentes de aquellos sobre los que los interesados se propusieron contratar".

"Pero eso es presuponer que al hablar de ‘autor’ -continúa explicándonos- Planeta está pensando solo en una obra individual y nunca en coautoría y que no lo hacía de forma genérica, pensando en todo tipo de autorías. Si entendemos que en la palabra ‘autor’ puede haber distintas acepciones, la ley señala que para interpretarla se incluyan aquellas que sean más conformes a la naturaleza y objeto de las bases. Y, siguiendo ese razonamiento, y puesto que se trata de un premio de obras y no de autores, cabe sostener que la autoría individual o coral tiene carácter accidental y que ambas posibilidades colman la naturaleza, objeto y finalidad del concurso y que no lo desvirtúan".

"Y si acudimos a las normas de integración de los contratos, veríamos que las bases del concurso obligan no solo a lo pactado, sino a las consecuencias que, según su naturaleza, sean conformes a la buena fe, al uso y a la ley. Y, entre otros usos, estaría el principio (aplicable sobre todo a potestades públicas, pero que puede traerse aquí) de que todo lo que no está prohibido está permitido. Adicionalmente, no me parece que una autoría colectiva frustre la buena fe de los participantes individuales, pues, con sinceridad, no creo que en una obra literaria (otra cosa es una de ensayo o científica) varios autores tengan ventaja sustancial sobre el autor individual", termina de explicarnos este abogado.

En conclusión, una interpretación literal podría abonar la irregularidad del premio a una obra en colaboración. Sin embargo, una interpretación más sistemática y finalista lo permitiría, teniendo en cuenta que no está prohibida en las bases.

¿Sería la IA considerada un autor?

Dicho esto, y dando por buena la interpretación más sistémica que autoriza que se pueda premiar a una obra escrita por varios escritores (al dar por buena la opción de los tres autores, y no indicar expresamente el número máximo de estos, sería perfectamente lícito que se pudiera premiar una obra escrita por cien o doscientos colaboradores), ¿por qué este "autor" debe ser necesariamente una persona? Al aceptar la premisa de que la suma de capacidades no afecta al resultado final de la obra, ¿deben las editoriales admitir que se presenten a sus premios narrativos las novelas escritas, o coescritas, por sistemas de IA?

Para tratar de encontrar una respuesta tenemos que retroceder a 2016, año en el que una novela corta escrita por un programa informático japonés alcanzó la segunda ronda de un premio literario nacional. "El día que una computadora escribe una novela", o "Konpyuta ga shosetsu wo kaku hi" en su lengua materna, se quedó muy cerca de alzarse con el Premio literario Nikkei Hoshi Shinichi. Oficialmente, la novela fue escrita por un equipo humano que dirigió la IA. Hitoshi Matsubara y su equipo en Future University Hakodate en Japón se encargaron de seleccionar palabras y oraciones, y establecieron parámetros para la construcción antes de permitir que la IA escribiera la narración de forma autónoma.

Pero "El día que una computadora escribe una novela" no estaba sola en aquella edición del premio Hoshi Shinichi. De las 1.450 obras presentadas, once estaban escritas, al menos parcialmente, por no humanos (el jurado desconocía esta información), algo que fue posible gracias a la convergencia de tres circunstancias. Una, que la tecnología fue capaz de crear obras cortas mínimamente interesantes. Dos, que las bases del premio permitían la participación de estos textos. Y tres, porque en el país nipón la legislación de derecho de autor, en el caso de obras generadas por una computadora, dejaba atribuir su autoría al creador del programa.

Este último punto resulta clave para que un sistema de IA pueda recibir un premio, solventando la necesaria existencia de un autor que, desde el punto de vista legal, pueda ser denominado así. Y además de en Japón lo contemplan las legislaciones de otros países, como Hong Kong, India, Irlanda, Nueva Zelanda y Reino Unido. Así, por ejemplo, el artículo 9.3 de la Ley británica de Derecho de Autor, Diseños y Patentes dispone que "en el caso de una obra literaria, dramática, musical o artística generada por computadora, se considerará que el autor es la persona que realiza los arreglos necesarios para la creación de la obra".

Sin embargo, si ponemos la lupa en nuestro país, conforme a la vigente ley española, actualmente no cabe entender dentro del término "autor" a un robot o sistema informático. En este sentido, el artículo 5.1 de la Ley de Propiedad Intelectual señala que se considera autor "la persona natural que crea alguna obra literaria artística o científica". Y no siendo considerado el programa como un autor, no podría concurrir al premio Planeta según sus bases.

La posibilidad de trasladar la autoría de la obra resultante al programador del sistema tampoco queda clara en la legislación, como se explica en un interesante comentario de Uría & Menéndez, que también se refiere a la ley británica, y que se puede consultar pulsando Aquí.

La existencia de una obra merecedora del premio

La existencia de una obra literaria que aglutine la calidad literaria exigible por los convocantes del premio es la segunda de las condiciones básicas que ha de cumplir un texto con opciones a ganar un premio como el Planeta. Y es que es de suponer, si nos ceñimos a lo que se entiende tradicionalmente como premio literario, que este reconoce la originalidad, la capacidad para contar una historia, el manejo del idioma… y el resto de los elementos que forman parte de eso que se denomina en su conjunto "calidad literaria".  

El reconocer si una obra tiene o no más calidad literaria que otra no es una labor objetiva, que se pueda aplicar de la misma manera en las distintas circunstancias; más bien se trata de una cuestión cualitativa que difícilmente se puede encerrar en un algoritmo, y que supone que los organizadores de los premios literarios deban delegar en los miembros de su jurado, personas capacitadas para discernir esta calidad, la decisión de cuál de los trabajos que se presentan merece el premio.

Pero que la calidad literaria sea un término difícilmente objetivable, no quiere decir que no haya ya serios intentos por parte de la tecnología de encontrar la fórmula, o conjunto de fórmulas, que den lugar a obras que reúnan estas cualidades.  

“El mundo de ahora en adelante” es una novela publicada a finales de agosto de este mismo año en Corea y que en sus 560 páginas narra las peripecias de cinco personajes. Lo llamativo de este libro es que su autor es una IA llamada Birampung que no obstante requirió de la tutela del matemático y novelista Kim Tae-yon. Es decir, Kim (el humano) escribió el esquema argumental, el entorno, los personajes, y delegó en Birampung (la máquina) la escritura de la que ya está considerada la primera novela escrita por IA.

Shelley, por su parte, es un proyecto de IA que haciendo honor a la creadora de Frankenstein, Mary Shelley, fue concebido para celebrar Halloween -lo tenemos a la vuelta de la esquina- con sus historias de terror. En este caso sus creadores son el español Manuel Cebrián y sus compañeros Pinar Yanardag e Iyad Rahwan, del grupo Cooperación Escalable, del laboratorio Media Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT). Shelley, como supimos a principios de 2021, es la primera IA que puede escribir relatos de terror de forma colaborativa con humanos. Los creadores explicaron entonces que se trata de una tecnología basada en deep learning, que es la habilidad de la IA de aprender por sí misma imitando el funcionamiento del cerebro humano y sus interconexiones de redes neuronales.

Y otro experimento similar, pero con un objetivo diferente, es el que en septiembre de 2020 puso en marcha el CDCO de Telefónica, Chema Alonso, bajo el nombre de Proyecto Maquet en honor al famoso "negro" literario de Alejandro Dumas. En este caso se trataba de saber si las máquinas son capaces de copiar el estilo de famosos escritores, y con este fin Alonso pidió permiso a Arturo Pérez-Reverte para elaborar un pequeño relato en el que enfrentaba a dos personajes de la saga de El Capitán Alatriste y, después, enseñárselo a una IA con el fin de que esta aplicara el estilo “revertiano”.

Unos meses más tarde, Chema Alonso y Arturo Pérez-Reverte, en un encuentro Zenda Libros presentado por la periodista Karina Sainz Borgo, explicaban en la Fundación Zenda las principales conclusiones. "Estamos en un momento en el que la IA está creciendo mucho”, decía el CDCO de Telefónica, quien no obstante reconocía que aún esta IA no era capaz de replicar con precisión el estilo del autor de “El Italiano.

Pérez-Reverte, por su parte, destacó de esta iniciativa que, "la herramienta no es en sí lo importante, sino las posibilidades que esta, imperfecta, puede abrir. No se trata de mejorar a un escritor, sino de ver qué mecanismos puede aportar. Si lo entendí bien, un autor bueno no encontraría nada útil menos la curiosidad. Un escritor mediocre, con la herramienta bien desarrollada, tendría herramientas de contraste, para poderse comparar con Conrad, Dumas, Flaubert…"

Estos son solo unos pocos ejemplos de los distintos proyectos que se están realizando simultáneamente en distintas partes del mundo y que muestran cómo la IA sigue aprendiendo rápidamente los distintos componentes -por más que estos se resistan a formar parte de una "receta"- de la faceta más creativa del ser humano. Son ya muchos los casos que hay de máquinas que son capaces de pintar, de componer o de escribir, y si es cierto que aún no se ha conseguido un nivel ni un grado de autonomía óptimos, también lo es que nos seguimos acercando a ese momento en el que las máquinas también serán capaces de emocionar, asustar o sorprender a los seres humanos. Quizá un año no sea tiempo suficiente para que una de estas obras esté lista y se cuele entre las finalistas de unos premios tan importantes, pero tampoco olvidemos que en el ámbito de la tecnología doce meses es toda una eternidad.

La tercera condición de una obra premiada

Comentábamos que un "autor" correctamente definido y la existencia de una obra con una evidente "calidad literaria" son dos aspectos fundamentales que debe reunir un proyecto narrativo que pretenda alzarse con un premio literario. Sin embargo, hay una tercera condición, como nos explican fuentes del sector editorial, que de alguna manera entra en confrontación con la segunda, pero que también resulta esencial en el caso de aquellas compañías que usan el premio como fórmula comercial: esta narración debe cumplir con las pretensiones últimas de quienes lo otorgan.

Y es que más allá de las preferencias de los miembros del jurado (dejémonos de utopías), un premio como el Planeta también "busca" obras y autores que les permita recuperar la inversión realizada (sí, el premio no se contempla como gasto), de forma que este acabe resultando rentable a la empresa tanto cuantitativa como cualitativamente: el texto ganador tiene que ser capaz de producir unos ingresos mayores que el desembolso realizado, y que poderse emplear para conseguir, por ejemplo, "fichar" a uno de los autores estrella de la competencia.

Por ello, más allá de una calidad literaria exigible (no todos los premios Planeta, ni otros muchos concedidos por otros sellos editoriales, pueden alardear de ello), a la hora de buscar un ganador desde las empresas editoriales se estudian también las posibilidades que estos escritores ofrecen, bien por su prestigio literario, por su posicionamiento en el mercado editorial, o por el impacto que pueda suponer su elección, así como las temáticas que, dependiendo del momento, son más afines a los gustos de los lectores, que al fin de cuentas es a quienes hay que convencer de que acaben comprando el libro (y en el caso de “La bestia”, la obra de “Carmen Mola”, encontramos crímenes, caníbales, psicópatas, asesinos, secuestros, detectives…)

Y es por todo lo dicho que:

Si de aquí a un año las bases de los premios literarios permitieran la participación de autores "artificiales" (para ello está pendiente reconocer a estos o a sus desarrolladores como autores), si la IA es capaz de crear una obra con una mínima calidad literaria (como hemos visto, cada vez hay más intentos), si es tan importante para las editoriales el perfil del autor que está detrás de la obra (qué hay más llamativo que un robot), y si también necesitan elegir muy bien la temática de la novela (la IA puede "escribir" un libro con los "ingredientes" que se le introduzca), ¿por qué no puede un programa de IA ser el próximo ganador del Premio Planeta?