El narco que protege el Amazonas y frena las motosierras

La destrucción de la Amazonia colombiana se ha reducido un 76% en el primer trimestre de 2023 respecto al año anterior.

Gonzalo Díaz Bonet.

Especialista en Tecnología y Sostenibilidad.

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La destrucción de la Amazonia colombiana se ha reducido un 76% en el primer trimestre de 2023 respecto al año anterior. Pero no se debe a la acción de los medioambientalistas, ni a una mayor conciencia ecológica sobre el gran pulmón del planeta Tierra. Es obra de un narco, de un señor de la guerra que responde al nombre de Iván Mordisco. 

Mordisco es un caudillo colombiano con un imperio de cocaína y una recompensa puesta a su cabeza. Pero también uno de los hombres que más está haciendo más por proteger la selva amazónica en el planeta Tierra. Según desvela un artículo publicado en Bloomberg, la deforestación se ha desplomado en la región ganadera y agrícola controlada por la guerrilla de Mordisco después de que éste tomara la impopular decisión de ordenar a los agricultores locales que dejaran de talar árboles.  

A pesar de la contundencia de los datos, no son buenas noticias para el medio ambiente. La motivación exacta de Mordisco para salvar los árboles no está clara. Demuestra al gobierno que controla gran parte del territorio más sensible desde el punto de vista medioambiental de Colombia y que puede iniciar y detener la deforestación a su antojo, lo que podría ser una baza en las negociaciones. También es posible que quiera preservar las copas de los árboles que cubren los movimientos de sus tropas y frenar el desarrollo de las grandes explotaciones ganaderas que podrían amenazar su control. 

Pero mientras se prepara para las conversaciones de paz con el gobierno de Gustavo Petro, presidente de Colombia, existe la amenaza implícita de que podría dar marcha atrás en el gesto de buena voluntad inicial y volver a hacer rugir las motosierras si no consigue lo que quiere en la mesa de negociaciones. 

"Esto no es sostenible, porque depende de los caprichos de un actor armado, no de la gente, no del gobierno, no de nadie que utilice mecanismos distintos de la fuerza", afirma Angélica Rojas, ecologista que trabaja en la región para la ONG Fundación para la Conservación y el Desarrollo. 

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Un lugar donde no existe el Estado 

Llegar al feudo rural de Mordisco supone un viaje de 10 horas hacia el sur partiendo de Bogotá, que termina en las pistas de tierra del departamento del Guaviare. Cerca del pueblo de La Paz, en el límite de la reserva forestal de Nukak, hay carteles que advierten a los viajeros de que mantengan las ventanillas del coche bajadas y no lleven cascos de moto, medidas todas ellas para evitar la infiltración de facciones armadas rivales. 

Mordisco, cuyo verdadero nombre es Néstor Vera, cobra un impuesto a toda la actividad económica de la zona, desde granjas hasta gasolineras y restaurantes. También es la figura más poderosa de la vasta industria de la cocaína de la región, ya que lo controla todo, desde los cultivos de coca hasta los laboratorios de procesamiento y las rutas de tráfico. Cualquiera que venda cocaína a un comprador no autorizado por el grupo de Mordisco es declarado "objetivo militar", su eufemismo para una sentencia de muerte. 

El Estado colombiano –relata el periodista Matthew Bristow- apenas tiene presencia aquí, aparte de una escuela, cuyos alumnos llevan más de un mes sin recibir las comidas gratuitas a las que tienen derecho, y una clínica que, según los lugareños, apenas tiene medicinas. Así que son las tropas de Mordisco las que establecen las normas y las hacen cumplir.  

El año pasado empezaron a circular panfletos y mensajes de WhatsApp amenazadores en los que se advertía a los agricultores de que se enfrentarían a la "justicia revolucionaria" si talaban árboles para ampliar sus campos sin permiso. Mordisco es un antiguo comandante de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y sus seguidores siguen utilizando el lenguaje de la insurgencia marxista. 

En el territorio de Mordisco, quien tale árboles sin permiso será multado con entre 10 y 20 millones de pesos (entre 2.250 y 4.500 euros) por hectárea, de acuerdo a líderes locales que piden no ser identificados. 

Alrededor del 10% de la Amazonia está en Colombia, donde ha sufrido mucho menos daño que los bosques de Brasil este siglo. El gobierno del país ha declarado que acabar con la deforestación es una prioridad absoluta, y Estados Unidos, Reino Unido, Noruega y Alemania figuran entre los mayores donantes extranjeros para proyectos de conservación. La Amazonia almacena decenas de miles de millones de toneladas de carbono, cruciales para limitar el calentamiento global, y sirve de hábitat a jaguares, miles de especies de aves e incluso delfines de agua dulce. 

Los mapas de la agencia meteorológica colombiana IDEAM muestran que, en los tres primeros meses de 2023, la destrucción de la Amazonia continuó en zonas que entonces no estaban totalmente controladas por la facción de Mordisco, y se desplomó en un 90% o más en algunas zonas donde tenía un control firme. 

Al aplicar restricciones medioambientales, Mordisco está demostrando a Petro que él es quien tiene el control de la Amazonia, la persona que puede detener la deforestación si lo desea, según Bram Ebus, investigador de International Crisis Group, una ONG que estudia los conflictos. Esto le coloca en una posición de fuerza para arrancar concesiones al gobierno de Petro, que anhela salvar la selva tropical, pero carece del control territorial para lograrlo por sí solo. 

Un conflicto político con la deforestación como moneda de cambio que se puede escalar al planeta entero, dada la importancia de la Selva del Amazonas. De su resolución depende en buena parte que se ponga freno al calentamiento global que tanto anhelan la mayor parte de habitantes de este planeta. 

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