Ramón C. Riva.

Opinión

Bielorrusia, adiós al alfil de Yeltsin

Ex militar y experto en Seguridad.

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Alexander Lukashenko.
Alexander Lukashenko.

Ha sido todo muy rápido, muy intenso y en muy poco tiempo. Más o menos en este orden:

El sábado, 18 de febrero, Lukashenko, presidente de Bielorrusia se reunió con Putin para garantizarle su colaboración, y ofrecerle todo tipo de ayuda menos la implicación directa de Bielorrusia en la guerra porque sabe que no puede.

En mi reciente artículo adelantaba la denuncia de la presidenta de Moldavia, Maia Sandu, acusando a Rusia de tramar un golpe de estado con ayuda de Bielorrusia, Serbia y Montenegro. "El plan también prevé el uso de extranjeros para acciones violentas. Por ejemplo, los materiales interceptados contienen instrucciones sobre las reglas para ingresar en Moldavia para ciudadanos de Rusia, Bielorrusia, Serbia y Montenegro," confirmando el papel que Bielorrusia está tomando en torno a la guerra en los últimos tiempos.

En la entrevista que mantuvieron e pasado sábado, Lukashenko le ofreció a Putin “iniciar la producción de aviones de combate”, seguir lanzando tropas rusas desde su territorio, e incluso se permitió el lujo de lanzar bravatas tipo “tenemos un ejército de 75.000 hombres, pero podemos movilizar más de 500.000”. Y, sin embargo, sabe que no puede ir mucho más allá. ¿Por qué?

Porque según teme, y bien conocen los departamentos de inteligencia occidentales, tiene verdadero pavor a una posible “revolución de las zapatillas naranjas” como la que ya sofocó a duras penas.

A principios de siglo XXI se produjo una serie de grandes movilizaciones populares contra regímenes autoritarios, especialmente en antiguas repúblicas soviéticas: la revolución de las rosas de 2003 en Georgia, la revolución naranja de 2004 en Ucrania, la revolución de los tulipanes de 2005 en Kirguistán, la revolución de los pantalones vaqueros en Rusia, donde la oposición convocó manifestaciones que acabaron con cientos de detenidos, y, tras las elecciones bielorrusas de 2020, en las que Lukashenko fue reelegido (por sexta vez) de forma fraudulenta hubo nuevas protestas en la denominada “revolución de las zapatillas”, que también fracasó fundamentalmente gracias al apoyo militar ruso.

A febrero de 2023, y a pesar de la represión de los partidarios de Lukashenko, la histórica bandera blanca-roja-blanca, bandera oficial de la Bielorrusia independiente entre 1991 y 1995, se conserva y exhibe en media Bielorrusia como símbolo de la oposición. Y a pesar de las presiones de Putin para una mayor implicación bielorrusa en la guerra, los servicios de Inteligencia de Lukashenko le tienen muy advertido: “sin haber una agresión previa y no simulada, es decir, que fuerzas extranjeras entren de manera visible en Bielorrusia, una movilización intensa de civiles bielorrusos puede dar por resultado que las columnas blindadas, en vez de hacia Kiev, marchen hacia Minsk”.

De hecho, el anuncio de Lukashenko de que Bielorrusia armará 150.000 civiles horas hecho antes del discurso clave de Putin se lee más en clave de mantenerse en el poder que de iniciar una agresión hacia Ucrania que pudiese ser contestada por la OTAN desde Polonia.

Este pasado lunes, el presidente de los Estados Unidos se presentó sin previo aviso en Kiev, dando una bofetada a Moscú en la cara, en vísperas del primer aniversario de la invasión, y diciéndole claramente a Putin: “aquí estamos nosotros, no tú, y no nos vamos a mover”. Un día más tarde, desde Varsovia, Biden avaló a Polonia como principal bastión frente a la ofensiva rusa (Varsovia ha suministrado a Kiev más asistencia económica, militar y humanitaria que el grueso de los países occidentales, solo superado por Londres y Washington).

Hay que recordar que Polonia limita al sur con la República Checa y Eslovaquia, al oeste con Alemania, al este con Lituania, Ucrania, Bielorrusia, y al norte con el mar Báltico y Rusia (“óblast” de Kaliningrado)

En paralelo, y se piensa que como respuesta a la visita de Biden, Putin advierte de que llevará “la guerra hasta el final y suspende el tratado de desarme nuclear que firmó con EE.UU.”, a la vez que las redes se ven inundadas por un supuesto plan ruso, elaborado en 2021 (cinco meses después de la revolución de las zapatillas, y tras los momentos de pánico de Lukashenko donde le pidió asilo), para “absorber” Bielorrusia en 2030 al tomar control de la política, la economía y el potencial militar del país vecino.

Seguro que ahora, y viendo cómo está el frente ucraniano, se arrepiente de no haberlo hecho en 2021.