Javier Saldaña Sagredo

Opinión

¿Qué puede hacer la UE frente a Hungría y otros 'caballos de Troya'?

Coronel de Ejército de Tierra (Ret.)

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Recreación con IA del caballo de Troya húngaro en la UE.
Recreación con IA del caballo de Troya húngaro en la UE.

Los 27 países de la UE han aprobado el histórico plan de Defensa, ReArm Europa, presentado esta misma semana por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen. El Plan que contempla un incremento masivo de la capacidad de defensa de los países de la UE con la finalidad, en un primer momento, robustecer su apoyo a Ucrania. Sin embargo, el acuerdo ha tenido en la figura de Viktor Orban un elemento díscolo, quien ha decido no firmar el documento que el resto de los jefes de Estado y de Gobierno acordaron el jueves pasado en su reunión extraordinaria de Bruselas.

La posición de Orban se daba como segura ya que a nadie se le escapa que es el auténtico “caballo de Troya” de Putin en la Unión Europea. Incluso antes del comienzo de la guerra, la hemeroteca está llena de ejemplos por los Hungría, desde que el mandatario prorruso llegó al poder, no se ha sumado a las iniciativas que supusieran una clara posición de la UE contra el agresor ruso. Pero la Hungría de Orban no es la única “infiltrada” prorrusa en la UE. También lo es la Eslovaquia de Robert Fico, quien ya puso fin a la ayuda militar eslovaca a Ucrania, criticó las sanciones de la Unión Europea a Rusia y prometió impedir que Ucrania entrara en la OTAN. Fico también visitó a Putin el pasado diciembre solo cinco meses después de que lo hiciese Orban, siendo los dos únicos dirigentes de la UE que lo han hecho desde el comienzo de la guerra.

El síndrome del “caballo de Troya” se empieza extender por las cancillerías europeas que hasta el momento han sido ocupadas por partidos que se han alternado en el poder durante décadas. Así conservadores, liberales, socialdemócratas o los propios socialistas están asistiendo a la imparable ascensión de una nueva generación de partidos nacionalistas que han accedido o están en proceso de hacerlo al poder. Podemos afirmar que casi un 50% del electorado de la UE ha apostado por las políticas nacionalistas de una pléyade de nuevos partidos que anteponen los intereses de sus países a los de la propia Unión. Esta ola populista ha llevado a que los partidos nacionalistas hayan sido la primera fuerza política en las elecciones europeas del pasado año en seis países (Francia, Italia, Hungría, Austria, Bélgica y Eslovenia) y la segunda en otros seis (Alemania, Polonia, Países bajos, Rumania, Republica checa y Eslovaquia).

Unos partidos que sin duda desde hace muchos años están recibiendo apoyo exterior de una u otra manera, tanto de China como de Rusia y ahora de manera sorprendente también de los EE.UU. de Trump con el único objetivo de desestabilizar el proyecto de Europa. Unos partidos en los que, de momento, el único aspecto discordante que los separa es su incapacidad de aliarse en Europa, donde de alguna forma están divididos en coaliciones diferentes entre el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos (80 diputados) que lidera la italiana Meloni y el grupo Patriotas por Europa (84) cuyo principal activo es Viktor Orban. Los primeros claramente alineados con las nuevas tesis “trumpistas” que como aire fresco recorren el mundo y los segundos manifiestamente alineados con la visión “europea” de Putin, pero ambos en detrimento de los pilares que sentaron las bases del Tratado de Maastricht.

¿Qué puede hacer la UE para asegurar su supervivencia?

Con Orban (desde 2010), Meloni (desde 2022) y Robert Fico (en 2023, por cuarta vez) ya en el poder, el vendaval nacionalista se expande por Europa como la pólvora. ¿Qué puede hacer la UE para asegurar su supervivencia? La respuesta es ‘más Europa por aquellos que creen en ella’. Sin embargo, el problema es que una población cansada de la incapacidad de los burócratas europeos está dando alas a la ola de nacionalismos que se desparrama por el viejo continente. Durante años en Europa se han fomentado políticas globalistas con sesgo woke en detrimento de los intereses mayoritarios de sus compatriotas. Asuntos como como la emigración, el pacto verde, las políticas inclusivas de minorías sociales, el deterioro del esquema social de la familia tradicional o el abandono de principios básicos del humanismo cristiano que tanto contribuyó al nacimiento de Europa tras dos guerras mundiales unido al hecho de una nueva forma de hacer política, entendida no ya como un servicio al ciudadano sino como un fin en sí misma convirtiéndose en una forma atractiva como medio de vida, han hecho que el ciudadano desconfíe de las políticas europeas girándose sobre sí mismo. Y esto ha tenido un efecto devastador en la cohesión de Europa, y la Defensa no se ha librado de ello.

De esa forma, una cosa será lo que se apruebe en el Consejo de Europa y otra muy distinta cómo se implemente en los Estados de la Unión. Todos sin duda aprovecharán las ventajas financieras y fiscales que otorga el plan ReArm Europe de Von der Leyen, pero el resultado será distinto. Las capacidades de defensa y militares de los Estados que resulten de ello tendrán seguramente   fines y orientación estratégica diferente en función del color político que gobierne en cada país. Por ello es preciso aunar los esfuerzos de aquellos Estados que apuesten realmente hoy más que nunca por una Defensa europea con autonomía estratégica; esa de la que tanto se ha hablado pero que nunca se ha llegado a implementar en su totalidad. Esta Unión de 27 puede y debe afrontar desafíos que sin ser decididos por la totalidad de sus miembros puedan enfrentar a las amenazas con capacidad disuasoria.

La Cooperación Estructurada Permanente (PESCO) que se incluyó en el Tratado de Lisboa (2009) activada en 2017 ha sido un buen ejemplo, aunque con alguna cuestión a mejorar. Concebida como instrumento que permite a los Estados de la Unión Europea, que así lo deseen, desarrollar conjuntamente sus capacidades de defensa y a suministrar unidades de combate para misiones planificadas constituyó entonces un paquete de veinte compromisos agrupados en cinco áreas: inversiones, planeamiento, ámbito operativo, disminución de las insuficiencias en capacidades y refuerzo de las bases tecnológicas de la industria de defensa europea. Si se es objetivo, la realidad ha sido que la activación de la PESCO ha tenido más impacto en el desarrollo de tecnología militar a través de los 66 proyectos puestos en marcha hasta la fecha. No se ha hecho nada sobre la constitución de capacidades militares sobre el terreno. De esa forma, ocho años después de su implementación se ha comprobado que ha sido más un marco de una actuación que un conjunto de compromisos de obligado cumplimiento que permita un avance rápido en la materia.

Como consecuencia del relativo fracaso de la PESCO o, dicho de otra manera, del excesivo protagonismo de la industria militar estaba teniendo en el proceso, en un renovado intento de superar las debilidades europeas respecto a las misiones de defensa más exigentes, incluidas la potenciando una mayor integración en las operaciones expedicionarias, en abril de 2022 veía la luz la Brújula Estratégica de Borrell. Un proyecto que el Alto Representante había iniciado dos años antes pero que se aceleró bastante después del entorno de inseguridad provocado por la invasión rusa de Ucrania de febrero de ese año.

El documento, articulado en cuatro campos de actuación, tenia como objetivos actuar con más rapidez y firmeza cuando se produzca una crisis, garantizar la seguridad de los ciudadanos europeos frente a amenazas que cambien rápidamente, invertir en las capacidades y tecnologías necesarias y trabajar de manera asociativa para alcanzar objetivos comunes. Indudablemente, después de los acontecido en los últimos tres años y sobre todo desde la llegada de Trump a la casa Blanca los objetivos deben ser revisados y actualizados.

Aunque uno de ellos también pretende la reactivación de la inversión en las capacidades de defensa, cuestión que el plan ReArm Europe de Von der Layen parece poner en el centro del debate, sin embargo, la Capacidad de Despliegue Rápido que la Brújula establece en 5.000 efectivos, en función de los diferentes escenarios fue cuanto menos sorprendente en plena guerra declarada ya en Ucrania. Una estimación que se ha quedado corta en tanto en cuanto hoy se habla ya de la necesidad de la creación de un poderoso y disuasorio Ejercito europeo de forma permanente para una actuación con  rapidez y firmeza cuando se produzca una crisis como la que nos asiste.

Por ello ahora que todos los europeístas conocidos nos preguntamos qué puede hacer la UE para asegurar su supervivencia en materia de defensa cuando algunos de sus miembros se puedan constituir en auténticos “caballos de Troya” de sus políticas en la materia, la única respuesta es más compromisos a través de una renovada Brújula Estratégica que acelere el proceso, pero que sobre todo cristalice, de manera seria, una vieja aspiración de la UE que ya tuvo en el ya muy lejano de 1999 cuando en la cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno de Helsinki se acordó que la Unión pudiese desplegar hasta 50-60.000 efectivos, hasta quince Brigadas terrestres con apoyos navales y aéreos, capaces de realizar la totalidad de las tareas de Petersberg en el plazo de 60 días y operar al menos un año. Eso sí, se trataba de misiones Petersberg, muy diferentes a las que para ahora se precisan. Ahora la historia es muy diferente e incluso con esa entidad la disuasión podría estar en duda, aunque todo es empezar.