Por qué Putin cambia de ministro de Defensa

Rusia empieza a copiar el modelo occidental de gestión de la guerra.

Ramón C. Riva.

Ex militar y experto en Seguridad.

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El hasta ahora ministro de defensa ruso, Sergei Shoigu.
El hasta ahora ministro de defensa ruso, Sergei Shoigu.

El presidente de Rusia, Vladímir Putin, decidió este pasado domingo sustituir a uno de los miembros de su círculo más cercano, el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, por uno de sus economistas de confianza, Andréi Beloúsov.

“Hoy en día, en el campo de batalla gana el que está más abierto a la innovación, más abierto a la implementación (de novedades) lo más rápido posible”, explicó el portavoz de Putin, Dmitri Peskov siguiendo el discurso de las tecnológicas “capitalistas”, y es que lo que marca la diferencia no es ya la necesidad de cambios sino su orientación y su rapidez en la implantación.

Como decía Jodorowsky:  “Me dijo mi abuelo: Un enemigo inteligente es mejor que un amigo tonto”. Y en sus recientes y futuros conflictos, con Ucrania y la OTAN, los asesores más cercanos a Putin, entre ellos Andréi Beloúsov, le han enseñado dos de los ‘talones de Aquiles’ del poder militar ruso.

El primero de ellos que la guerra es cara, muy cara y consume mucho. En este sentido, los gastos en defensa de Rusia van en aumento, hasta el punto de que para el próximo presupuesto la partida militar supera a la de gastos sociales, lo que requiere un enfoque nuevo sobre el funcionamiento del Ministerio de Defensa.

“Es muy importante incorporar ahora la economía de la defensa en la economía del país, y hacerlo de tal forma que corresponda con la dinámica del momento”, insisten desde Moscú.

El complejo militar-industrial ruso no lo está haciendo tan bien como los dirigentes rusos intentan demostrarlo. En general, apenas puede satisfacer todas las crecientes necesidades de sus fuerzas armadas, que sufren pérdidas masivas.

Su industria defensa utiliza tres vías principales para aumentar el suministro de armas. En primer lugar, restablecer –al igual que la OTAN- tasas de producción en las fábricas que se enfrentaron a una disminución significativa en los años anteriores.

En segundo lugar, es la disminución de la exportación de armas lo que permite a Rusia suministrar más a su propio ejército, pero le priva de los ingresos de la que hasta hoy (superada por Francia) era la segunda exportadora de armas del mundo. Ingresos que ayudan a mantener y actualizar ese complejo militar. Y como las armas no son elementos aislados, sino que forman parte de sistemas más complejo, perder clientes a futuro.

Tercero,  y principal vía, es recurrir a los enormes stocks de almacenamiento de armas de la era soviética, restauración y canibalización, como ha hecho España con sus Leopard enviados a Ucrania.

Como defiende Pavel Luzin, “la escasez de mano de obra y de capital humano preparado en la fabricación de armas, la ineficacia económica básica de las empresas estatales rusas de defensa, que son incapaces de gestionar la inflación permanente de los costos, y la continua dependencia de los componentes y las máquinas importadas impiden que el complejo militar-industrial sea sostenible a largo plazo. Una de las pruebas más claras de esta debilidad fundamental es la creciente dependencia de Rusia de los suministros de municiones, proyectiles de artillería y misiles procedentes de Irán y Corea del Norte”.

El segundo de los ‘talones de Aquiles’ del poder militar ruso es la gestión de los recursos humanos (soldados en guerra ) desde el punto de vista empresarial.

Volviendo de nuevo al análisis de Luzin, destacado experto en política, defensa y seguridad global rusas, “Rusia tiene que hacer pagos por los soldados muertos y heridos, que por sí solos contarán con al menos dos billones de rublos, hacer pagos al personal militar en activo, y hacer pagos para la fabricación de armas y para cubrir las pérdidas de las empresas estatales de defensa. Por supuesto, el aumento del número de las fuerzas armadas rusas, de un millón a principios de 2022 al millón y medio previsto para 2027, también supone un gasto adicional, a pesar de que el número real de las fuerzas armadas rusas puede ser mucho menor”.

A esto hay que añadir además el aspecto demográfico, social y político, donde la mayor parte de las bajas rusas se están cubriendo con llamadas y ofertas constantes a la población de las republicas asiáticas, porque la parte europea de Rusia vive en una ensoñación muy similar a la de los ciudadanos de la parte OTAN.