Un viaje a las entrañas del sistema legal internacional que juzga los crímenes de guerra

Luis Moreno Ocampo pasa revista en 'Guerra o Justicia’ a las intervenciones para frenar los excesos en los conflictos bélicos.

Antonio Herrera.

Analista en desarrollo estratégico para instituciones públicas y corporaciones privadas.

Guardar

Portada de 'Guerra o Justicia', libro que versa sobre el sistema legal internacional que juzga los crímenes de guerra.
Portada de 'Guerra o Justicia', libro que versa sobre el sistema legal internacional que juzga los crímenes de guerra.

Entré en una librería sin una idea prefijada. No buscaba un tema concreto, solo quería que un libro me hablara, que me atrapara por su título o por lo que insinuara en la contraportada. Algo actual, desafiante, que conectara con esta época turbulenta de conflictos globales, dilemas éticos y preguntas sin respuestas. Así me topé con ‘Guerra o Justicia’ de Luis Moreno Ocampo. El nombre del autor me sonaba. Fue el primer fiscal jefe de la Corte Penal Internacional (CPI), y su libro prometía un viaje directo a las entrañas del sistema legal internacional que intenta poner límites a lo que, muchas veces, parece no tenerlos: la guerra.

Con la promesa de un análisis crudo y honesto de los éxitos y fracasos de la CPI, me atrapó. Porque sí, estamos rodeados de conflictos, pero rara vez nos detenemos a pensar quién pone las reglas del juego en estos escenarios. ¿Cuándo una guerra se convierte en crimen? ¿Y quién tiene la autoridad —y el coraje— de decirlo?

Moreno Ocampo no ofrece respuestas fáciles, y eso se agradece. El libro no es académico en tono, aunque su contenido rebosa experiencia y rigor. Es más bien un testimonio, una confesión con carga política, legal y profundamente humana.

Uno de los aspectos que más me impactó fue cómo el autor desnuda la evolución histórica de la arquitectura legal del mundo. Desde los juicios de Núremberg hasta  el de La Haya, pasando por los de Yugoslavia y Ruanda, nos lleva por los momentos clave que marcaron la transición de un mundo en el que “el que gana impone su ley”, a uno que al menos intenta, aunque a veces simbólicamente, que la justicia tenga un lugar en medio del caos. Creo que esa parte del libro es una de las más didácticas y reveladoras, nos muestra cómo se ha intentado pasar de la venganza al derecho.

Lo fascinante es que no se queda en la teoría. Moreno Ocampo pone el cuerpo y la memoria al servicio del relato. Nos habla, por ejemplo, del caso de Irak. Es verdad que la invasión liderada por Estados Unidos en 2003 sigue siendo una herida abierta en la legalidad internacional. ¿Por qué no se investigó a Bush o a Blair? ¿Por qué la CPI no intervino de forma contundente? El autor explica las limitaciones estructurales de la Corte: no tiene competencias retroactivas sobre Estados no miembros, y no puede actuar sin una denuncia formal o sin el respaldo del Consejo de Seguridad de la ONU, donde las grandes potencias tienen derecho a veto. Podemos decir que es un sistema que intenta ser justo, pero que carga con los mismos desequilibrios de poder que las guerras que quiere evitar.

Y cuando llegamos al presente, el libro se vuelve aún más relevante. La guerra entre Rusia y Ucrania aparece como un punto de inflexión. Moreno Ocampo analiza la narrativa rusa, que justifica la invasión como una necesidad de “desnazificación” y protección de los rusos parlantes de la región del Donbás. Pero también desmonta estos argumentos, poniendo el foco en los ataques contra civiles, el uso de armas prohibidas y la destrucción de infraestructura civil como indicios claros de crímenes de guerra. La CPI, bajo nueva dirección, ha emitido órdenes de arresto contra altos mandos rusos, incluyendo —hecho inédito— al propio presidente Putin. Eso, yo creo, es una señal indiscutible de que la Corte aún puede tener dientes, aunque no siempre muerda donde más duele.

Otro ejemplo que el autor menciona y que me pareció de gran interés es cómo ha tratado el conflicto entre Azerbaiyán y Armenia. La limpieza étnica en Nagorno Karabaj, el silenciamiento de la historia del genocidio armenio y la falta de reacción internacional son pruebas del doble rasero con el que se mide la justicia. Es verdad que el derecho internacional no es ajeno a los intereses estratégicos. Pero también es cierto que el silencio y la pasividad pueden ser tan cómplices como la acción directa.

Y no podía faltar el conflicto más enconado de todos: Israel y Palestina. Moreno Ocampo se sumerge en la actual espiral de violencia entre Israel y Hamás, poniendo ejemplos concretos del dilema moral y legal que esto implica. ¿Cómo se define un crimen de guerra cuando una parte lanza misiles desde zonas civiles y la otra responde con bombardeos que arrasan barrios enteros? El autor no cae en simplificaciones. Reconoce el derecho de Israel a defenderse, pero también insiste en que la respuesta debe ser proporcional y respetar el derecho internacional humanitario. Podemos decir que, aunque Hamás comete crímenes atroces, eso no exime a Israel de su responsabilidad de proteger a los civiles.

El capítulo final, que da título al libro, Guerra o Justicia, es una invitación incómoda pero necesaria a repensar nuestras prioridades como humanidad. ¿Estamos dispuestos a sacrificar la justicia para alcanzar la paz, o viceversa? El autor no responde por nosotros, pero deja claro que el mundo necesita una justicia que no sea solo para los derrotados. Necesita una legalidad que se imponga no por fuerza, sino por legitimidad.

Ahora bien, no todo es perfecto. El estilo a veces puede resultar repetitivo, y algunas explicaciones jurídicas podrían haber sido más accesibles para un lector no especializado. Además, aunque el enfoque del autor es valiente, en ocasiones parece demasiado centrado en su propia figura, lo que resta espacio a otros puntos de vista o a un análisis más coral del funcionamiento interno de la CPI. Eso sí, estos detalles no empañan la profundidad ni la relevancia del libro.

En resumen, Guerra o Justicia es una lectura de referencia para quienes quieren entender no solo cómo se combate una guerra, sino cómo se juzga. Nos recuerda que la justicia internacional no es perfecta, pero es necesaria. Que el poder sigue influyendo en los tribunales, pero que también hay hombres y mujeres —como Moreno Ocampo— que intentan que ese poder no lo sea todo. Un libro que interpela, sacude y abre una conversación que aún estamos lejos de cerrar.