El camino hacia el euro digital

La versión virtual de la moneda común de la Eurozona ya es una realidad. Cómo funcionará y cuánto falta para empecemos a utilizarla.

Anahí Di Santo.

Periodista.

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Euro digital
Euro digital

La carrera por las monedas digitales comenzó hace relativamente poco tiempo, y ya se habla de que en el corto plazo habrá yuan, dólar y euro digitales. De hecho, en China las pruebas piloto comenzaron en 2017. Pero no ha sido hasta el comienzo de esta década que los grandes bancos del mundo comenzaron a plantearse la posibilidad de llevarlas a la práctica.

En el caso del Banco Central Europeo (BCE), 2021 ha sido el año en el que se puso en marcha el proyecto. El plan es que la nueva moneda digital complemente al efectivo y funcione en paralelo a los billetes y monedas. Es decir que el dinero físico seguirá circulando.

Según los anuncios oficiales, el BCE podría tener listo un prototipo regulado para 2023, y el euro digital comenzaría a circular formalmente hacia 2025, aunque aún no hay fechas específicas. Christine Lagarde, presidenta del BCE, adelantó recientemente que "los principios básicos de diseño de un euro digital" están progresando "satisfactoriamente" y que la Eurozona se encuentra en una etapa "relativamente avanzada en la exploración de una moneda digital del banco central".

El vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea y comisario de Comercio, Valdis Dombrovskis, declaró que los Veintisiete “debemos abrazar la era digital, maximizando las oportunidades” que se presentan, “nuestro sistema monetario tiene el efectivo en su centro y debe adaptarse al futuro digitalizado”.

Pero antes de que esto finalmente salga “a la calle”, la legislación de esta nueva moneda digital tendrá que negociarse con los Estados miembros de la Unión Europea y el Parlamento Europeo.

Pros y contras

Las principales ventajas para los usuarios, según indica la web oficial del BCE, tienen que ver con la oferta de opciones adicionales de pago y que las transacciones digitales sean más rápidas, fáciles y seguras. Desde un punto de vista legal, otorgaría la posibilidad de rastrear las operaciones ilegales o fraudulentas (evitando por ejemplo el lavado de activos, que con el dinero físico se vuelve imposible), reducir la probabilidad de robos, atracos o sobornos y la falsificación de billetes.

La gran diferencia con las criptomonedas es que estos billetes digitales contarán con el respaldo de los bancos centrales emisores. Esto no sucede con los criptoactivos, dado que no existe una entidad reconocida que responda por ellos ni están regulados por ninguna institución central, y, por ende, los consumidores no pueden reclamar sus derechos ante fraudes o eventualidades.

Es decir, una moneda digital o CBDC (Central Bank Digital Currency) es la digitalización del dinero gubernamental que usamos en el día a día, o dicho de otra forma la representación digital del dinero tangible y tradicional. El emisor de esta moneda digital sigue siendo un banco central y la política monetaria seguirá estando sujeta a las mismas variables macroeconómicas que el dinero que conocemos, explican desde la escuela digital IEBS.

¿Las desventajas? Como todo nuevo sistema, tiene una curva de aprendizaje que puede ser lenta, en especial para quienes no son nativos digitales, susceptibles de ser engañados o estafados. Luego está la cuestión de la seguridad, ya que, si es digital, es potencialmente hackeable, y aquí se presentan grandes desafíos. Por último, indican desde IEBS, este tipo de monedas pueden ser débiles a mediano plazo, en comparación con otras reservas como el oro, ya que su fortaleza está determinada por su ratio de existencia/creación: a más creación de moneda, más dilución del valor de cada una de ellas.

Ahora bien, ¿qué sucede con el anonimato? Christine Lagarde señaló que “El anonimato total -como el que ofrece el dinero en efectivo- no parece una opción viable. Contravendría otros objetivos de política pública, como garantizar el cumplimiento de las normas contra el blanqueo de capitales y luchar contra la financiación del terrorismo. Y también haría prácticamente imposible limitar el uso del euro digital como forma de inversión -por ejemplo, mediante límites de tenencia o remuneración escalonada-, para lo cual es necesario conocer la identidad de los usuarios”.

El euro digital permitirá transacciones digitales más rápidas, fáciles y seguras, presenta una opción adicional de pago y reduce la posibilidad de robos, falsificación de billetes y el rastreo de operaciones ilegales. Pero también implica un nuevo y gran aprendizaje, reduce el anonimato en las transacciones y al ser digital, es potencialmente hackeable.

Otra característica importante, entonces, es que el euro digital sería una alternativa para efectuar pagos y no una forma de inversión financiera. El Eurosistema está evaluando opciones de diseño que impedirían mantener importes elevados de euros digitales como inversión libre de riesgo o traspasar fondos desde depósitos bancarios a un euro digital.

Al mismo tiempo, serán necesarias interfaces de usuario para su implementación. Para ello, el BCE lanzó una convocatoria global para bancos y compañías tecnológicas a la que se presentaron 54 empresas. Entre ellas, las seleccionadas para trabajar en los prototipos de aplicaciones y sistemas son Amazon, que se encarga de ajustar cómo se realizarán los pagos de comercio electrónico, CaixaBank y Worldline, que se enfocan en los pagos en línea persona a persona (P2P), y las empresas EPI y Nexi que elaboran propuestas para los pagos P2P offline y los pagos en puntos de venta.

En la práctica, el euro digital supondrá "un medio de pago electrónico que cualquier persona podría utilizar en la zona del euro” y para ello "será posible usar una tarjeta o una aplicación en el móvil que 'materializará' los pagos en moneda digital, añaden desde la página oficial del BCE.