¿Vale la pena el cambio de hora? ¿Se ahorra de verdad energía?

El último estudio data de 2015 y revela que cada familia ahorra un total de seis euros con estas medidas.

Gonzalo Díaz Bonet.

Especialista en Tecnología y Sostenibilidad.

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Foto de Shifaaz Shamoon en Unsplash
Foto de Shifaaz Shamoon en Unsplash

A nadie le gusta el cambio de hora. A algunos incluso les molesta, como notarás en las conversaciones que oigas los próximos días en la parada del autobús o en la panadería. Los días se hacen más cortos, más grises y más fríos y generan un hastío que convierte a noviembre a unos de los meses más odiados del año para el público `mainstream’. 

Estadísticamente es un hecho probado. El 84% de los europeos están en contra de que se modifiquen los relojes. La cifra es algo menor en España, pero significativa. Un 67% de los españoles están en contra del cambio de hora, costumbre que sí defiende un 22% de los ciudadanos. A un 9% le resulta indiferente. 

Cambio de hora según CIS

Cambio de hora según CIS

Y es que, en realidad, el cambio de hora es un vestigio de un mundo industrial al que ya no pertenecemos. Se estableció por primera vez en 1981, pero fue a consecuencia de la crisis del petróleo de 1973 y se hizo con un objetivo muy claro: ahorrar energía. Solo que no se hizo para frenar el calentamiento del planeta, sino para ahorrar costes ante el elevado precio de la misma. Una mentalidad muy distinta a la actual. 

Y sin embargo, sea por una u otra razón, la idea de ahorrar energía sigue tanto o más presente en nuestros días. Por lo tanto, ¿tiene sentido cambiar la hora de nuestros relojes dos veces al año? El último estudio sobre el asunto fue realizado por el Instituto para la Diversificación y Ahorro de Energía (IDAE) data de 2015 y cifraba el ahorro en 300 millones de euros, de los que 90 corresponderían a los hogares españoles.  

Parece una cifra muy importante, pero si dividimos entre el número de hogares españoles resulta que cada familia ahorra un total de seis euros con estas medidas. Seguro que muchos preferirían ahorrarse las molestias (aunque ahora ya casi todos los relojes cambian automáticamente) y seguir adelante sin modificar sus hábitos de vida. 

Porque, principalmente el cambio de hora se hizo en una época donde los hábitos laborales eran distintos. Todo el mundo entraba a trabajar a la misma hora y salía a la misma hora, como en las fábricas de la revolución industrial. Hoy todo esto ha cambiado. Más allá del teletrabajo, existen distintos modelos de jornada laboral, como la de 37,5 horas semanales que se encuentra entre las medidas recogidas por el pacto entre las formaciones de Pedro Sánchez y Yolanda Díaz. 

A nuestro país, además no le mueve tanto la industria como el turismo y la hostelería. Y no hace falta ningún estudio para saber que una hora más de sol estimula el consumo, en una época donde las terrazas han ganado definitivamente el pulso al interior de los bares.  

No en vano, algunos economistas apuntan ya al teletrabajo como el principal motivo por el que Estados Unidos ha escapado a la recesión prevista por tantos analistas. Más tiempo de ocio estimula el consumo, al igual que, al menos en una cultura mediterránea como la nuestra, lo hacen las horas de luz. 

Pero volvamos a las razones medioambientales. ¿Seguro que ahorramos energía con el cambio de hora? No existen estudios actualizados que corroboren esa percepción, pues el ya citado de 2015 es demasiado antiguo para tener hoy credibilidad. Los sistemas de iluminación y, sobre todo, de calefacción, son hoy mucho más eficientes de lo que eran hace ocho años. Por suerte. 

Con todo, en las zonas de clima frío el cambio de hora puede suponer incrementar el gasto energético. Menos horas de luz suponen menos vida al aire libre y más tiempo en casa, donde es necesario encender la calefacción. Aunque esto se compense con las zonas más cálidas, lo cierto es que, a día de hoy, el ahorro no parece una razón lo suficientemente potente para sustentar un medida tan impopular entre la ciudadanía. 

Debate de la gente, no de los políticos 

Pero es un tema que, a tenor de lo que se perciba a pie de calle, preocupa más a los ciudadanos que a los políticos. Según revela El País, el BOE ya recoge los cambios de fecha previstos hasta 2026. La Unión Europea, más sensibilizada con el tema, aprobó en 2019 acabar con los cambios de hora, dejando a sus estados miembros la potestad de decidir cuándo y cómo hacerlo. 

Pero ninguno lo ha hecho desde entonces, probablemente por falta de consenso. No es fácil poner de acuerdo a un continente que se extiende desde Chipre a Finlandia, y donde la percepción del tiempo y la luz es distinta en virtud del lugar donde vivas.  

Alguien tendrá que ser el primero en eliminar una costumbre que, a juicio de muchos, se ha ido quedando obsoleta y que solo aplican el 40% de los países, la mayoría de ellos europeos. Mientras tanto, este domingo nos tocará volver a cambiar la hora de los relojes.