Victor M Perez Velasco, autor de “Valores políticos y conflicto en España”.

Opinión

Los fabricantes de hormigas

Psicopolitólogo.

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Hormigas frente a una rosa.
Hormigas frente a una rosa.

A continuación se plantea una metáfora política que viene suscitada por el ambiente social existente en España desde hace dos décadas. Este clima, políticamente espeso y poco prometedor, está muy directamente conectado con la llegada a la vida política activa, hace algún tiempo, de un líder del socialismo radical: José Luís Rodríguez Zapatero.

Loa a las hormigas

Las hormigas siempre fueron fuente de inspiración para los humanos, desde las épocas clásicas hasta nuestros días. Y esa idea inspiradora, todavía existe entre muchos políticos, sociólogos, religiosos y visionarios. En definitiva, los amantes de sociedades felices y homogéneas, donde la injusticia quede erradicada y los humanos vivirían en un verdadero paraíso terrenal. Bueno, la expectativa a simple vista es bienvenida y loable.

Haré una breve y muy somera introducción al mundo de hormigas que nos ayudará para presentar el tema. Estos insectos, (formicidae), son el producto evolucionado de una variedad de avispa del Cretáceo y, por tanto, viven entre nosotros desde hace más de 120 millones de años. Además, se estima que puede haber en nuestra biosfera entre 12.000 o 20.000 especies conocidas y descritas. Tienen capacidad de adaptación a diversos ecosistemas y todas las hormigas vivas sumadas, pueden alcanzar el 25 % de la biomasa de animales vivos terrestres.

Pero la dimensión más seductora de este insecto es el carácter social, su forma de convivencia y su condición jerárquica. Viven en hormigueros o colonias, también definibles como super organismos de tamaño o variable, dado que las hormigas parecen actuar como una entidad única, trabajando colectivamente en apoyo de la colonia. Su tamaño oscila desde unos pocos cientos de individuos hasta millones de ellos en un solo hormiguero. Éstos pueden adoptar tamaños y formas muy diversas, pueden ser subterráneos, de superficie, arborícolas, situados en las cortezas de viejos árboles, en torres de estilo piramidal, etc.

La reina es quien dirige o a quien sirven finalmente todas las hormigas, para ello se aplica un principio de división del trabajo que, a su vez, está rígidamente jerarquizado, aunque puede haber más de una reina en un hormiguero. Pero hay especies que crean hormigueros sin reinas y su papel es suplantado por hormigas obreras.

Otro aspecto que impresiona de las hormigas, además de su motivación inagotable, es el espíritu de sacrificio que exhiben en el desempeño de sus papeles en beneficio del hormiguero. Hay hormigas que sacrifican ciegamente sus vidas por hacer bien su tarea en pro de la supervivencia del super organismo al que pertenecen, para una mayor gloria y loor de sus reinas. Por esta razón, la división del trabajo o los diversos tipos de tareas que pueden darse en una colonia suscitan admiración entre los humanos por el orden, disciplina y eficacia con que cada individuo las ejecuta.

Superan la ingobernabilidad individualista de los humanos

Ahora bien, intentando avanzar en la reflexión, ¿por qué pueden ser las hormigas dignas de una admiración silente entre ciertos visionarios, incluyendo a los políticos? Tal vez porque las hormigas concitan reflexiones muy jugosas y apetecibles para aquellos que, hastiados de la ancestral singularidad ingobernable de los humanos, aspiren a crear un mundo mejor para nosotros, especialmente porque las hormigas ostentan, tres valores basales admirables: un espíritu de sacrificio, una sumisión a los intereses del hormiguero y una entrega incondicional a su reina.

La cuestión principal que me absorbe es, ¿a qué filosofía política o a quiénes puede interesar que los humanos imiten a las hormigas? La respuesta que encuentro, basada tanto en la intuición como en la sospecha, recae por razones objetivas apoyadas en la observación, en que estos tres valores serían gustosamente compartidos por los entusiastas doctrinales que propugnan y defienden el progresismo social y político, y por extensión, de aquellos otros adalides del “hombre nuevo”, es decir el marxismo y sus afluentes.

El espíritu de sacrificio de la hormiga, aplicada a los humanos, debe interpretarse como la erradicación del individualismo; el hormiguero se deberá entender como la prevalencia de una sociedad estrictamente jerarquizada donde la recolección de recursos y su distribución estará colectivizada; y la reina, máximo poder al que se someten las hormigas, deberá ser objeto del máximo culto, tal y como demanda la doctrina progresista: respetar a los líderes infalibles que sabiamente conducen a las masas. Se supone que si los humanos aprendiésemos de estos maravillosos insectos sus tres hábitos basales o nuevos valores formicantes” (propios de hormigas), nuestra felicidad terrenal estaría garantizada y el “hombre nuevo” habría llegado ya a nosotros como un proyecto redentor.

En otras palabras, o cambiamos nuestra naturaleza humana desadaptada por otra formicante, o la felicidad y la justicia social nunca llegarán a nuestras sociedades. Hasta aquí mi hipótesis desafiante de cuáles serían los fundamentos que por qué los defensores de esta nueva cultura tendrían indefectiblemente una inspiración progresista.

Los rasgos de los humanoides de los formicantes

Vayamos más allá, asistido por ese fervor antropocentrista que tenemos en humanizar todo lo que nos rodea, sea mineral o animal, he confeccionado una lista mínima y provisional de quince adjetivos que estrecharían aún más la conexión entre las hormigas con los humanos, todos en clave metafórica, por supuesto. Las hormigas son: organizadas, jerarquizadas, hacendosas, sacrificadas, altruistas, especializadas, tenaces, solidarias, colectivistas, igualitaristas, obedientes, acríticas, estúpidas, sin espiritualidad y voraces. Continuando con la reflexión, pero ahora con una ironía política, me surgen tres nuevos adjetivos paradójicos, muy plásticos ideológicamente hablando: primero, las hormigas son monárquicas, porque rinden culto incondicional a su reina; segundo, son conservadoras, ya que llevan millones y millones de años sin evolucionar; y, en tercer lugar, feministas, sólo las hembras tienen futuro y los machos, son simples herramientas al servicio de la reproducción y cuando cumplen su función, se extinguen.

En fin, a tenor de lo anterior, un progresista no se sentirá del todo satisfecho, pero así son las hormigas. Hay quien me recriminará que estas observaciones no son política ni zoológicamente correctas, o que estoy incurriendo en algún tipo de fobia doctrinal o exceso machista, pero los hechos están ahí y son perfectamente contrastables. Las hormigas tienen sus contradicciones.

Hacia un Estado hormiguero y progresista

Avanzando más allá de la intuición, la cuestión principal es, ¿existe en realidad alguna organización cuyo plan sea miniaturizar a los humanos para transformarlos en hormigas? Opino que sí, aunque no de forma tan textual ni explícita, ni necesariamente tan premeditada: creo que la progresía política y social, consciente o inconscientemente se mueve de forma inequívoca en esa dirección con el objetivo de crear un Estado hormiguero. ¿Cómo podrían estar realizando esa transformación? Muy sencillo, mediante un plan de ingeniería social cuyas técnicas de adoctrinamiento e influencia social produjesen, primero, unos valores sinérgicos; segundo, continuando con la destrucción incansable de las tradiciones humanas; tercero, tomando el poder ejecutivo y legislador de las sociedades y finalmente, instalando los nuevos valores formicantes en la sociedad mediante mayorías parlamentarias.

¿Dónde estaría dándose esta transformación?, allí donde los agentes pro-hormigas alcanzan el poder. Estos nuevos valores sociales y políticos son excluyentes, impostados y se presentan enmascarando bondades sociales hueras pero inspiradas en el estilo de vida formicante. Sin obviar que todo ello confluiría con los contenidos gruesos de la Agenda 2030. En otras palabras, cualquier ideología desgajada del tronco marxista.

En consecuencia, con esta metáfora política he pretendido transmitir una reflexión que, sólo recurriendo a la ironía y al juego retórico de simbolismos desenfadados, puede resultar agradable de compartir, soportable de leer, y especialmente, pedagógico para el lector. Esta fantasía no es necesariamente distópica porque puede ser verosímil y salvando diferencias groseras, estamos más cerca de ella de lo que fuera de desear. Además, en el nuevo orden social hormiguero se viviría muy bien: ¿se puede pedir algo más agradecido que un Estado hormiguero nutricio y protector?

Los agentes formicantes están en ello. Nos acechan, nos adoctrinan, nos agobian, por tanto, si alguien desea preservar la naturaleza del ser humano como se ha entendido durante siglos, con sus luces y sombras, y quiere defenderla, que abra un ciclo de sospecha personal y siga mi cabal sugerencia: si usted quiere seguir manteniendo su identidad como un ser humano imperfecto pero respetable, por favor, sopese bien a quien vota, para evitar que en el futuro le traten como a una hormiga, pero eso sí, progresista.