Victor M Perez Velasco, autor de “Valores políticos y conflicto en España”.

Opinión

El esfuerzo no tiene ideología

Psicopolitólogo.

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Muchas personas no han asumido que ellas mismas, con su esfuerzo, son parte de la solución de sus problemas.
Muchas personas no han asumido que ellas mismas, con su esfuerzo, son parte de la solución de sus problemas.

Si tomamos en consideración que, en nuestros días todo apunta a la obtención de beneficios mediante la búsqueda del dinero fácil, donde la honradez, el esfuerzo personal y la meritocracia están en sus horas más bajas, creo que tiene mucho sentido la presente reflexión psicosociológica sobre el esfuerzo. Además, estructuralmente, nuestra sociedad parecería estar empecinada en autodestruirse, seducida por los cantos de sirena de un Estado protector, abandonarse al hedonismo y buscar “paguitas”, sueldos y subvenciones compensadoras por doquier.

Pero la psicología del ser humano no se mueve precisamente en esos parámetros que muchos políticos, especialmente progresistas, se empeñan en implantar con un claro objetivo instrumental: comprar nuestras voluntades y nuestros votos.

La tendencia a prescindir del esfuerzo, de no reconocerlo, y exigir que en nuestras vidas las cosas y objetivos se consigan de forma rápida y casi regaladas, se está instalando de forma insensata. Todos estos desvaríos en realidad nos conducen a la decadencia y desincentivación.

En la escuela, el esfuerzo no se premia y se sustituye por la cooperación; se puede pasar de curso con asignaturas suspensas; los jóvenes aspiran a puestos de trabajo de promoción rápida; los desempleados prefieren continuar con el subsidio a tener un empleo si éste no se ajuste de forma precisa a sus deseos o expectativas; las tareas repetitivas o de poco prestigio social se rechazan y se prefiere esperar en vez de ocuparlas y aprender de ellas; ante las dificultades personales o familiares, muchas personas esperan que el Estado les apoye, en vez de luchar por una solución donde su tesón y esfuerzo sean la clave.

“Comodidad, pasividad y fatalismo son actitudes de muchos ciudadanos para explicar su inactividad resignada”.

 

En esencia daría la impresión de que muchas personas no han asumido que ellas mismas, con su esfuerzo, son parte de la solución de sus problemas y declinan su responsabilidad de tener un rol activo, llenándose de victimismo y culpabilizando de sus fracasos a los demás, a la mala suerte y en última instancia, “al sistema”. Comodidad, pasividad y fatalismo son actitudes de muchos ciudadanos para explicar su inactividad resignada. Todo ello es explotado por muchos políticos que refuerzan estas conductas de inhibición, desarrollando una empatía tramposa, y prometiendo ayudas a los ciudadanos que ahora se redefinen ya como poblaciones “vulnerables”.

En estas estrategias las izquierdas llevan la delantera, les gustan los pobres y los fracasados, por eso ponen las bases para que este colectivo se multiplique, aumente y sean dependientes de sus políticas y demandantes de sus ayudas a cambio de votos. Las derechas suelen ser más proclives a promocionar los valores del esfuerzo, pero tampoco hacen lo suficiente e incluso imitan a sus antagonistas.

Pero tener motivación y tenacidad para conseguir cosas, esforzarse, no es un invento ni de derechas, ni de centro ni de izquierdas. Los caminos fáciles en la vida prácticamente no existen. El esfuerzo es una demanda intrínseca a la condición psicológica del ser humano, está entre los requerimientos de nuestra psicofisiología como un recurso que, si lo estimulamos, nos proporcionará éxitos y satisfacciones personales, profesionales, educativas, culturales y sociales. Pero si lo abandonamos puede que nos devuelva algunos placeres limitados, ocio y otras conductas acomodaticias, aunque no nos reportarán ni mayor autoestima, ni más prestigio social, ni autorrealización personal.

La clave que hace visible los beneficios del esfuerzo humano se explica de forma sencilla, aunque se omitan matices, cuando recurrimos a la ley Yerkes-Dodson, o de la “U invertida”. Esta ley fue descubierta por los mencionados autores norteamericanos a principios del siglo XX, en 1908, mientras Freud nos abducía con sus cuestionadas teorías psicoanalíticas.

De forma muy simplificada esta ley dice que, el rendimiento en cualquier tarea aumenta con la excitación fisiológica o mental, pero solo hasta cierto punto, llegado al cual, aunque aumente la activación, el rendimiento ya no se incrementa y disminuye. La excitación afecta al SAR (Sistema de Activación Reticular ascendente) o Arousal (Ver cuadro).

Ley Yerkes Dodson.
Ley Yerkes Dodson.

Esta activación del SAR equivaldría a lo que llamamos esfuerzo, “arousal”, excitación, nivel de ansiedad, o estrés, y puede tener su origen en factores internos o externos al sujeto. Por eso, el esfuerzo está conectado con la autoexigencia, lucha, pasión, motivación o presión, por citar sinónimos desencadenantes.  Hasta que llega al punto ideal, el sujeto que desarrolla un esfuerzo o ansiedad facilitadora aumentará el rendimiento, pero al pasar del punto ideal, la ansiedad será inhibidora y el rendimiento disminuirá porque surgirán errores y otras incidencias en la ejecución, que harán que el rendimiento decrezca.         

Los psicólogos recomiendan que las personas se apliquen en las tareas que desempeñan con un grado de esfuerzo adecuado, para con los objetivos que se desean alcanzar, teniendo en cuenta que, a más esfuerzo, mayor rendimiento y productividad, aunque a veces puede repercutir en la calidad, pero ese es otro tema. Lo cierto es que, a mayor esfuerzo, siempre obtendremos mayores consecuencias positivas, incluida la satisfacción por la tarea realizada. Por el contrario, a menor esfuerzo puesto en nuestras actividades, peores resultados y menores gratificaciones.

No importa la complejidad de la tarea, su prestigio social, profesional o cualquier otra consideración; entregarse a ello con esfuerzo, disciplina y responsabilidad, siempre tendrá consecuencia positivas para los ejecutantes. Por está razón, debería restituirse el esfuerzo como un valor social más allá de la calidad o calidad de los objetivos y tareas en las que se aplica. No podra existir excelencia sin esfuerzo, Veamos algunos ejemplos:

- En lo personal, quien se empeña con esfuerzo en sus metas personales, profesionales, académicas o sociales, e independientemente de sus capacidades, siempre obtendrá un retorno emocional y cognitivo positivo que reforzará su autoestima e incrementará su motivación intrínseca y su autorrealización personal. ¿La razón? Se sentirá bien consigo misma, independientemente de los resultados finales, ya sea por haberlo conseguido o por haberlo intentado.   

- En la educación, sin la concurrencia del esfuerzo, los alumnos no aprovecharán en su beneficio el paso por la escuela para aprender y hacer rentables socialmente las inversiones que la sociedad ha hecho en ellos. Además de enriquecerse cultural y humanamente en su paso por esta institución.

- En el mundo del trabajo, buscar y encontrar a quello que el mundo laboral pueda ofrecer de positivo a los trabajadores y que les sirva para su formación, promocion y por qué no, crear proyectos emprendedores singulares.

- En el plano cultural, los beneficios del esfuero se asocian automáticamente con la búsqueda de la excelencia. El artista excelente tiene un nievel de autoexigencia muy alto y se esfuerza en la búsqueda de la obra perfecta.

- En el mundo del deporte, no importa e que nivel nos movamos, lo primero que se transmite a los deportistas es la importancia del esfuerzo individual o grupal, para batir records o conseguir victorias. Esta ley explica muy bien las remontadas en competiciones por equipos y tiene relación estrecha con la controvertida frase: no pain no gain.

Lo que se ha comentado en los ejemplos anteriores sobre el efecto positivo del esfuerzo, puede transferirse a cualquier actividad humana por nimia que parezca ya que, la cultura del esfuerzo tiene un impacto transformador y de perfectibilidad que no resulta ajena a nuestras vivencias. El esfuerzo es la antesala obligada del éxito no prestado.

Queda claro que el efuerzo humano no tiene ideología, pero hemos de reconocer que, las ideologías políticas inciden de forma diferente en la valoración y estímulo de este valor. Las derechas suelen ser mas defensoras y estimuladoras de su presencia  en la vida social, pero las izquierdas y el progresismo político, tienden a ejercer una influencia disuasoria y evitan su potenciación.

Una actitud detractora de la autoexigencia individual solo es rentable para los políticos que lo proponen. Renunciar al esfuerzo produce individuos que se entregan a los brazos del Estado protector. Una sumisión que se premia con ayudas y subvenciones clientelares. Esto implica ser más dependientes, más frágiles y menos dueños del control de sus vidas, a cambio éstas, sean más hedonistas, más planas y  menos excitantes, pero sobre todo, más manipulables.

Si entre dos opciones, una fácil y otra difícil, elegimos la más difícil, el esforzarnos y huir de la comodidad en cualquier tarea tendrá doble premio: mejores resultados y la elevación de nuestra autoestima. Optar por la opción fácil, al final desembocará en una mayor frustración.

En los estudios biográficos con personas mayores, cuando se les pidió indicasen aquello de lo que más se arrepentían en su vida, la mayoría de los respondientes no presentaron tanta frustración por lo que hicieron con pasión y les salió mal como con los sueños que no  intentaron, tareas que no iniciaron o dejaron sin concluir. Colofón, según la ley de Yerkes-Dodson, psicológicamente hablando esforzrse, siempre tendrá compensación.