Victor M Perez Velasco, autor de “Valores políticos y conflicto en España”.

Opinión

Aspectos psicológicos de los grupos de WhatsApp

Psicopolitólogo.

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Pertenecer a un grupo de WhatsApp no es ninguna patología, ni anormalidad, desde el punto de visto psicosocial.
Pertenecer a un grupo de WhatsApp no es ninguna patología, ni anormalidad, desde el punto de visto psicosocial.

En este mundo de inseguridades, virtuales y reales, ha emergido una práctica de uso común derivada de la evolución tecnológica que afecta a la comunicación humana. Se trata del recurso a los grupos de WhatsApp, fenómeno que llama mi atención poderosamente. Creo que la mayoría de nosotros formamos parte de alguno de estos grupos y estamos experimentando a diario sus efectos como un medio de comunicación social, razón que me mueve a realizar un breve análisis o reflexión psicosociológica. Obviamente, de este análisis se excluye el fenómeno del uso individual del WhatsApp.

Estos grupos son un reflejo de la libertad individual y del asociacionismo de la sociedad civil, combinado con la evolución tecnológica en materia de comunicación. Los hay de diferentes tipos, tamaño, objetivos y estilos en el intercambio de información. Lo bueno de un grupo de WhatsApp es que se puede entrar con la misma facilidad que se sale, lo que le aleja del del control paranoico propio de las sectas.

Aunque un grupo de WhatsApp es un grupo virtual, puede ser analizado en buena medida siguiendo las enseñanzas de la psicología social sobre los grupos humanos de tipo presencial, y ese será el propósito de esta reflexión.

Los grupos de WhatsApp pueden ser temporales o permanentes, en la medida que tengan un objetivo temporal, limitado o ilimitado. Esta clasificación no presupone que los grupos no tengan al final una etiqueta de caducidad. Por su tamaño, según el número de miembros, pueden ser micro grupos (entre 3 o 4 miembros), grupos (entre 5 y 20 miembros) y macro grupos o colectivos, cuando superen esta última cifra.

Los grupos temporales suelen tener objetivos muy concretos y funciones más limitadas. Comparten e intercambian información, datos, fechas, etc., para realizar una actividad con límite temporal: alumnos de una asignatura, visitas esporádicas programadas, gestión de un proyecto, etc. Concluido el objetivo o tarea, el grupo temporal desaparece.

Los grupos permanentes de WhatsApp tienen rasgos muy relevantes: comparten intereses, valores, ideas afines y vínculos que les unen.

 

En cambio, los grupos permanentes posiblemente sean menos abundantes, pero tienen rasgos muy relevantes: comparten intereses, valores, ideas afines y vínculos que les unen. Buscan el intercambio de ideas y suelen ser espacios de debate. Como consecuencia apuestan por la cohesión social y la continuidad. También pueden buscar mantener un vínculo de amistad, socializar, ejercer un cierto control social o ser simplemente, grupos para retener y cohesionar a sus miembros.  

La cuestión más importante para interpretar las interioridades de un grupo de WhatsApp es analizar su estructura interna y su dinámica participativa. A tal efecto se identifican nueve características de carácter general aplicables a estos grupos, a fin de desentrañar mínimamente su funcionamiento:

1. Liderazgo: Todo grupo tiene un líder, que puede coincidir o no con el administrador, ya sea ser formal (consensuado), informal (el que realmente maneja el grupo) u honorífico (alguien que cohesiona al grupo). El rol del líder en grupos presenciales es definitivo para la vida del grupo, pero en un GW este liderazgo se puede considerar rotatorio, coral. El líder ejerce una influencia personal virtual a través de mensajes, pero carece de opciones reales de controlar, premiar o castigar. Paradójicamente, el miembro que más emite, que no es criterio de calidad sino de cantidad, es de forma efectiva el que más lidera.

2. Los participantes. No hay dos individuos iguales entre los miembros de cualquier grupo, y pueden ser objeto de tipificación usando criterios de clasificación como se hace en las sesiones formativas o en dirección de reuniones. Se diferencian por su personalidad, por el rol que juegan, por su pasión por el poder o el saber grupal, etc. Sin caer en una ortodoxia estricta, estamos en un análisis amable, los miembros podrían ser objeto de una sencilla clasificación como: el tímido, el quisquilloso, el facilitador, el acaparador, el dominante, el riguroso, el despreocupado, el pragmático, el indagador, etc.

3. Redes de comunicación. Puede ser interna o externa al grupo. La red interna la componen los miembros que interaccionan con diferentes grados de afinidad- rechazo, susceptible de reflejarse en un sociograma e implicando cierto potencial de conflicto. La red externa es aquella en la que los miembros se conectan con otros grupos de WhatsApp o individuos singulares dentro de las redes sociales y aporta una complejidad diferente.

4. Se cumple la ley de Pareto. La dinámica participativa en una mayoría de grupos de WhatsApp no es ajena a la ley de Pareto. Si se cumple esta permite predecir que el 80% de los mensajes los acumulan el 20% de los miembros. Este fenómeno dependería de los intereses, personalidad, conocimientos, narcisismo, asertividad, autoestima o motivaciones de sus miembros. Pareto es una constante en la mayoría de los grupos consecuencia de que unos miembros son más emisores que receptores, a menos que medie un sentido de la autocrítica, una acción de liderazgo o que el grupo se autorregule por sí mismo.

5. Empobrecer o enriquecer. La calidad de las aportaciones en ocasiones se opone a la cantidad. Hay un desconocimiento del talento de aquellos que por sus inhibiciones o por su autoexigencia participan poco para no decepcionar. En sentido opuesto, hay una sobre exposición del talento de otros. No se autocritican, no se dosifican, se repiten e inundan el espacio grupal con sus mensajes, desmotivando a participar a los más cautos y reservados. No es cuestión de mala intención, es simplemente una expansividad que impide que otros miembros y otros temas, incluso discrepantes, emerjan en el grupo. Esto empobrece al grupo, puede conducir a una pérdida de miembros y hace al grupo más endogámico y hermético.

6. Universo simbólico: Mediante los mensajes que se intercambian se genera esta “burbuja simbólica” peculiar compuesta por valores, visiones, ideas, creencias, opiniones, estereotipos comunes, e incluso fabulaciones compartidas. Esto hace que a veces los debates sean monotemáticos, auto afirmativos, con conclusiones desorbitadas, asumiendo el riesgo de premiarse más la reiteración que la discrepancia o la innovación. Pero compartir materiales afines, aunque sean repetitivos, también ayuda a reforzar la identidad grupal, su cohesión interna. En algunos grupos, salirse de lo común, lo grupal, es bienvenido y amplía el universo común. Además, en la burbuja, también hay cabida para los proveedores de contenidos de prensa, paisajes, temáticas amenas, optimistas, chistes, felicitaciones, etc., muy sano para la salud mental del GW.

7. ¿Ladrones de tiempo? El tiempo no tiene el mismo valor para todos los miembros del grupo. Un macro grupo muy productivo hace técnicamente imposible leer todos los contenidos y debatir, sin caer en un gasto desmedido de tiempo. Un exceso de información en los chats hace inviable su lectura ¿Deberían autorregularse los miembros en su participación? Decididamente, sí. El exceso de exposición de ciertos miembros, la reiteración de contenidos y la falta de auto regulación pueden restar diversidad, e impedir la aparición de nuevas temáticas. Reducir mensajes los revaloriza, pero es inevitable que haya participantes que precisamente usan estos grupos para llenar su tiempo.

También nos preocupa conocer cómo impactan nuestras intervenciones a los demás. Este carácter impredecible o aleatorio de las reacciones ante el último mensaje hace que funcionen como una suerte de lotería y nos atraiga, como jugadores ludópatas, hacia la información grupal.

 

8. Adicción psicológica. Al margen de calidades o asimetrías participativas, lo que suele acontecer es que los miembros de los grupos de WhatsApp caen en una dependencia psicológica excesiva. Se hacen adictos a los mensajes y a las expectativas que moviliza el grupo. A más uso, más dependencia, en definitiva, nos vamos convirtiendo en “esclavos” de la información grupal en espera de que el próximo mensaje sea más estimulador que el anterior. También nos preocupa conocer cómo impactan nuestras intervenciones a los demás. Este carácter impredecible o aleatorio de las reacciones ante el último mensaje hace que funcionen como una suerte de lotería y nos atraiga, como jugadores ludópatas, hacia la información grupal. Ello refuerza nuestra dependencia del grupo y de nuestro móvil, pudiendo convertirse por exceso, en una adicción estéril, disfuncional o incluso no recomendable.

9. Catarsis o terapia. Puede usarse el término catarsis o terapia. Según el diccionario catarsis es “purificación, liberación o transformación interior suscitadas por una experiencia vital profunda”. Pues sí, estos grupos nos ayudan a que podamos expresar nuestra tensión personal, social, frustraciones o desencantos, relacionados con lo que la actualidad nos depara, ya sea en lo moral, lo económico, lo político, etc. A través del chat del grupo, al expresarnos emocional y cognitivamente, nos aliviamos, drenamos estrés, compartimos y pensamos en posibles soluciones para nuestras carencias. En definitiva, hacemos terapia de los males que nos afligen y aunque no los resolvamos, nos permite hacerlos más llevaderos.

Con sus limitaciones y fortalezas, los grupos de WhatsApp son un exponente de la libertad de expresión y su existencia es un indicador de la salud democrática de una sociedad, e incluso pueden ejercer un cierto contra poder, política o socialmente hablando. Una razón para apostar por la continuidad de su existencia.

En resumen, pertenecer a un grupo de WhatsApp no es ninguna patología, ni anormalidad, sino todo lo contrario, es un sano asociacionismo de personas en un mundo muy tecnologizado. Los humanos necesitamos relacionarnos y cuanto más, mejor, no importa el medio. Respecto de su futuro soy optimista, aunque lo recomendable en mi opinión, es la implicación moderada, autocrítica, dosificada, respetuosa y movilizadora de información veraz y enriquecedora. Muy importante evitar la dependencia excesiva o agobiar a otros con nuestras obsesiones, porque el tiempo de los demás también es importante. En cualquier caso, mejor ser miembro de un grupo de WhatsApp y compartir algo que aislarse. El tema sigue abierto.