Dolores Rubio García.

Opinión

¿Puede China conseguir que Rusia ponga fin a la guerra en Ucrania?

Profesora de Relaciones Internacionales de la UCM.

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Putin, Biden y Xi Jinping en forma de muñecas rusas en una tienda de regalos en Moscú.
Putin, Biden y Xi Jinping en forma de muñecas rusas en una tienda de regalos en Moscú.

¿Qué posibilidades tiene China de mediar con éxito en el conflicto ucraniano? Entre quienes califican de positivo el hecho de que Pekín piense en Ucrania, se encuentra el propio Zelenski. En ambientes diplomáticos europeos, existe la idea de que China es una potencia que dispone de la capacidad de ejercer una influencia determinante sobre Rusia. Al menos se cree que Moscú está dispuesto a escuchar a Pekín. Estados Unidos ni reconoce lógicamente que China es su rival sistémico ni expresa abiertamente que Pekín puede sacarnos de la guerra en Ucrania, pero admite que hay una alianza entre Pekín y Moscú, que este último no tiene con Washington. Por su parte, en nombre de la paz y la seguridad internacionales, Xi Jinping pretende mostrarle a Putin una salida honrosa del conflicto, convenciéndole de que renunciar a ciertas ambiciones territoriales en Ucrania no significa capitular ante su enemigo en Kiev. Y, Putin, a su vez, legitima con su relato la posible negociación con China, al calificar a Rusia de víctima de la agresión de la OTAN, sobre todo de Estados Unidos.

¿Qué plan de paz ha propuesto en este contexto China? Pekín se cuida de no entrar en detalles. Por el contrario, hace una declaración de principios generales, como el cese de los combates o la seguridad de las centrales nucleares, que no distingue entre agresor y agredido. Y, a la par que esboza una operación de blanqueo de Moscú al pedir el fin de las sanciones contra Rusia, establece un punto de inflexión favorable a Kiev, que es el respeto de la soberanía, la máxima reivindicación que ha hecho Ucrania desde el principio de la guerra al defender su integridad territorial.

En el plano militar, la posición china añade grandes dificultades a cualquier escenario posible. En realidad, China se opone globalmente a la guerra porque es contraria a sus intereses. Al vivir en constante tensión entre la obligación de tener que ayudar a su aliado ruso y la imposibilidad de darle la espalda a Occidente, el gigante asiático encuentra actualmente su potencia en la paz y en la amenaza de la guerra. Y, aunque Washington afirme que Pekín ha provisto de armas a Moscú, China no puede pasar por alto que la mayor parte de su comercio tiene salida en Europa y Estados Unidos. En el caso de que Washington decidiera lanzar fuertes sanciones económicas contra Pekín, estas causarían sufrimiento a los europeos, menos a los americanos, pero sobre todo a los chinos. Por tanto, para estos nunca es tarde para pensar en la paz. Siempre es bueno mantener los lazos diplomáticos porque hay que diseñar la posguerra. Y, porque la paz se prepara durante la guerra, cualquier tentativa de ir hacia la paz conduce ineludiblemente a una solución que convendrá a las partes en función de su posición militar sobre el terreno.

¿El plan que ha presentado china es realista? Que Putin se muestre insensible al mismo muestra que, aunque no se está en condiciones de rechazarlo porque todo el mundo se declara favorable a la paz, parece que la respuesta se halla a mitad de camino entre el campo de batalla y Washington. En el campo de batalla, se rentabilizan los resultados de la profundidad estratégica de las ofensivas y contraofensivas de Moscú y de Kiev, de la evolución misma de la guerra en todas sus dimensiones, además de la gestión de los territorios ucranianos anexionados por Rusia. En Washington, aunque la Administración norteamericana está dividida entre los que desean la destrucción de Putin y los que le permiten que elabore su propia narrativa de la guerra, Estados Unidos no está dispuesto a reconocerle a Pekín una victoria diplomática de tal envergadura, a aceptar el establecimiento de una pax china. Y, aunque por eliminación, no parece que Rusia acepte idea alguna que proceda de Occidente o de un país que apoye a Ucrania, existe un problema insoslayable; y es que China, envuelta en la cuestión de Taiwán, no ha reconocido la soberanía rusa ni de Crimea ni de los territorios anexionados por Moscú. Sin duda, la situación de Putin no es nada cómoda y cualquier derrota en el campo de batalla podría ser la suya propia en lo político, por lo que podría estar dispuesto a aprovechar cualquier ocasión que se le presente.