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La Guardia Civil considera “materia reservada” la motivación del suicidio de sus agentes

Con 267 suicidios entre sus miembros, la Benemérita ostenta el triste récord de triplicar la tasa con respecto a la población general.

Antonio M. Figueras

Periodista y escritor.

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Imagen de archivo de la Guardia Civil.
Imagen de archivo de la Guardia Civil.

Las cifras son elocuentes. Los datos estadísticos sobre conducta suicida en la Guardia Civil muestran que las tasas de suicidio consumado entre sus agentes son claramente superiores a las de la población general. El Instituto Nacional de Estadística (INE) de 2021 refleja que la tasa de suicidios en la población fue de 8,31 por cada mil habitantes. En cambio, entre los miembros de la Guardia Civil alcanzó el 23 por cada mil habitantes. El triple.

El oscurantismo de los sucesivos gobiernos sobre los suicidios en la Guardia Civil ha sido y es la práctica habitual. Al silencio se unía el reproche a las personas que pretendían hablar de ello. Gracias al estudio comenzado por el psicólogo sanitario Daniel Jesús López Vega en 2012, cuyas conclusiones se plasmaron en el libro "¿Todo por la Patria? Clima y cultura organizacional y conducta suicida en la Guardia Civil", el tabú comenzó a disiparse y se produjo cierta apertura.

Pero relativa. En una respuesta parlamentaria de noviembre del año pasado, a la pregunta sobre la motivación de los suicidios el Gobierno contestó: “Respecto a las distintas circunstancias de los suicidios, estos datos están sujetos a las cautelas recogidas en la Resolución de la Presidencia del Congreso de los Diputados sobre Secretos Oficiales, de 11 de mayo de 2004, al encontrarse los mismos clasificados como materia RESERVADA”.

Cifras que asustan

Las cifras de suicidios entre miembros de la Guardia Civil son espeluznantes: 267 desde el año 2000 hasta 2022 (del pasado año todavía no hay datos). Y si los números ya son de por sí elocuentes de que existe un problema, el método para el cálculo resulta cuanto menos llamativo.

La Guardia Civil no publica ninguna lista sobre el asunto. Solo facilita información cuando se le requiere en sede parlamentaria. Con estas respuestas, la AUGC (Asociación Unificada de Guardias Civiles) elabora un cuadro con detalle. Así lo explica a Escudo Digital Eugenio Nemiña Suárez, secretario jurídico de la AUGC: “Si no es a través de preguntas en el Parlamento, no se dan datos. En algunas ocasiones se producen por iniciativa nuestra a través de algún partido político. En los datos del Congreso y el Senado están todas las preguntas y respuestas”.

Diversas causas

Las motivaciones que llevan a un agente a quitarse la vida tienen diversos orígenes, pero están muy vinculadas al desempeño de su trabajo: el contacto con situaciones violentas que hay que resolver, turnos que impiden la conciliación familiar, zonas de España donde son tratados con animadversión… El pasado año se contabilizaron 1.100 agentes trabajando con el arma retirada por conductas “anómalas”. En torno a 1.400 agentes pidieron la baja por enfermedad por trastornos emocionales.

La Dirección de la Guardia Civil achaca siempre a motivos familiares y personales los suicidios de los agentes, pero desde la AUGC consideran que existen un cúmulo de circunstancias. “Puede haber problemas familiares, pero también laborales -dice Nemiña-, que en nuestra profesión, por desgracia, sucede mucho. Para evitar situaciones desagradables, estamos empezando a crear en algunas unidades un turno de trabajo estable que permite  saber el servicio durante cuatro años y puedes organizar tu vida personal”. “Hasta hace poco, se sabía el servicio del mes siguiente siete días antes de que comenzara el mes”, añade.

Situaciones de estrés

En su trabajo habitual, un guardia civil puede tener que enfrentarse a un tiroteo o investigar delitos de pornografía, por ejemplo. Son situaciones de estrés que pueden afectar al agente. Nemiña lo ilustra con un suceso que marcó a la opinión pública en su momento: “En la desaparición de un menor, al final se detuvo a la pareja del padre. Los compañeros descubrieron al niño muerto en el maletero. Después de días de investigación, buscando localizarlo cuanto antes, la esperanza de encontrarlo vivo se derrumbó. En ese momento, lo que debe hacer la Guardia Civil es citar a todos los que participaron en el operativo para que pasen por un psicólogo, aunque solo sea para hablar y desahogarse con un profesional. No hay que esperar, se debe actuar de forma preventiva. Periódicamente deberíamos acudir a consulta con un psicólogo, y que si detecta algo raro se pueda prevenir”.

No existen estudios sobre la incidencia del rechazo social que se produce hacia la Guardia Civil en determinadas comunidades autónomas o en zonas específicas, pero la circunstancia abona la aparición de una crisis emocional, según Nemiña: “No es lo mismo estar trabajando en una zona donde la gente es amable contigo que hacerlo donde ni te miran. Es el trato que recibimos en puntos de la provincia de Cádiz. Además de a los compañeros, afecta a las familias, a los hijos en los colegios, a las mujeres en el supermercado. Ese tipo de cosas genera mucha tensión”.

A los estudios de Daniel J. López Vega se debe que la opinión pública comenzara a interesarse por esta oculta lacra. Entre los posibles motivos de la conducta suicida, este experto apunta que “la Guardia Civil defiende que la probabilidad es igual que en la calle, pero al tener un mayor cercanía con las armas de fuego ello produce una mayor letalidad en los intentos.

Afirma López Vega, por el contrario, que hay que tener en cuenta “algunas variables como las condiciones laborales, la jerarquía, la militarización y la fragilidad que tienen a la hora de defender sus derechos. “Las causas son las mismas que la población en general -comenta-, lo que pasa es que se concentran factores de riesgo. En primer lugar es una profesión dura relacionada con momentos muy estresantes, también con el efecto de la turnicidad. Y luego también existe un índice de consumo de sustancias o de alcohol”.

Un protocolo que no funciona

El protocolo en vigor sobre esta materia se remonta a 2010, el Plan Preventivo de Asistencia Psicológica. En 2018, la Dirección General estableció uno nuevo, pero la AUGC lo recurrió (y ganó) porque estimaba que no respondía a las expectativas y que iba en contra de los intereses de los agentes.

“A la Dirección le vale con que si tú te encuentras mal pidas ayuda. No basta con retirar el arma reglamentaria. Detectar es darse cuenta uno mismo de la situación o con reconocimientos periódicos. Si has estado inmerso en un tiroteo, debes poder acudir al día siguiente al psicólogo de la comandancia. Pero no hay psicólogos suficientes, y los que hay son superiores en el rango jerárquico”, dice el Secretario Jurídico de la AUGC. La externalización de la atención psicológica podría ayudar a los agentes con trastornos emocionales, según el psicólogo López Vega: “Resulta complicado con un mando que se respete la discreción, el anonimato y la confidencialidad. Si un agente le cuenta sus problemas a un superior, piensa que a la larga le puede traer consecuencias”.

Al psicólogo López Vega le llama la atención que “la Guardia Civil, el primer cuerpo policial que estableció un protocolo, ahora no reconozca que tiene mayores tasas de suicidios”. Cree además que una adecuada formación de los mandos ayudaría a “detectar entre sus empleados situaciones de riesgo y también a ser un poco más empáticos ante las circunstancias de cada uno”.

Sobre el argumento de la Guardia Civil sobre la tenencia de arma como una de las causas de la cifra de suicidios, la AUGC propone que haya armeros en todas las dependencias de la Benemérita para limitar el problema. “Si dispongo de armero, igual me quiero llevar el arma para casa por seguridad, pero si la quiero dejar lo puedo hacer. La Guardia Civil se niega a instalar armeros y dice que el arma es responsabilidad del guardia y que se la tiene que llevar”, sostiene Nemiña.

El estima del tratamiento psicológico

El miedo a que recibir tratamiento psicológico sea considerado una mancha por los superiores está muy presente por su posible perjuicio en lo referido a ascensos o especializaciones. Nemiña relata la experiencia de un compañero: “Cuando elaboramos el último protocolo de conductas anómalas, yo aduje que acudir al especialista supondría una especie de marca. La dirección lo negó. Pues a los pocos días me llamó un compañero contándome que en los exámenes de cabo lo primero que le preguntaron es qué tal había quedado tras la baja psicológica de 2010. Habían pasado 8 años. Y no debería constar. Por eso la gente no se atreve a pedir ayuda psicológica”.

El estigma de ser considerado vulnerable por tener tratamiento psicológico o psiquiátrico limita la solución, pero para López Vega no es algo exclusivo de los guardias civiles, afecta a la población en general: “Como en cualquier profesión donde el sexo dominante es el varón, como en la Guardia Civil, que solo tiene un 9% de mujeres (de 88.000 agentes). A los hombres nos cuesta más mostrar nuestra vulnerabilidad, nos cuesta muchísimo más confesar que tenemos problemas psicológicos”.

El experto indica que se sigue creyendo que acudir al psicólogo no está bien visto, sobre todo en profesiones escogidas: “Se presupone que todos han entrado haciendo una prueba psicológica para detectar aquellas personas que pueden llegar a tener problemas psicológicos. Resulta extraño que sean los guardias civiles, población seleccionada, los que realmente tienen trazas mayores que  la población en general”.

López Vega ejerce también como presidente de Papageno, una asociación de prevención y postvención de conductas suicidas: “Nos dedicamos primero a luchar contra el estigma. Después a la formación de profesionales y ahora mismo estamos atendiendo a personas que han perdido a seres queridos por suicidio y tenemos un grupo de personas que están en riesgo de suicidio”.