La revolución de los coches eléctricos puede comportar una montaña de desechos tóxicos, derivados del no reciclaje de sus baterías

Analizamos los riesgos del desarrollo exponencial de los automóviles eléctricos, que pueden generar millones de toneladas de basura peligrosa para el cuidado medioambiental.

Pedro Fernaud

Periodista

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Coche eléctrico frente a coche de combustión.
Coche eléctrico frente a coche de combustión.

Hasta ahora, ha existido consenso en glosar los beneficios de impulsar la industria de los automóviles eléctricos, así como su uso por parte de particulares. Tanto es así que, a día de hoy, el coche eléctrico es el único que no genera emisiones en su propulsión. Ese dato es crucial para entender y explicar por qué su uso contamina menos en la conducción y contribuye a optimizar la calidad del aire que respiramos. La clave de este mayor cuidado medioambiental es que depende de una batería para nutrir su motor y no quema ningún combustible internamente. También precisa de menos cantidad de líquidos dañinos y contaminantes, como el aceite de motor y refrigerantes.

Sin embargo, un didáctico artículo elaborado por el periódico británico Daily Telegraph matiza esa corriente favorable generalizada hacia los automóviles eléctricos y expone el riesgo de que el incremento de su fabricación y uso se traduzca en una cantidad gigantesca de de desechos electrónicos, derivados de la compleja fabricación de las baterías que requieren esta clase de automóviles. 

Datos que dimensionan el presente y futuro del parque automovilístico eléctrico español 

Esa constatación exige una reflexión crítica de calado porque en España están matriculados un total de 180.000 vehículos eléctricos. Una cantidad pequeña, no obstante, si se compara con los objetivos fijados en La agenda 2030 (un proyecto de la ONU que vela por un desarrollo sostenible a escala planetaria), que exige la presencia para dentro de 8 años de cinco millones de vehículos eléctricos para nuestro país, lo que representaría un 16% del parque automovilístico español.

El caso es que estamos ante un riesgo formidable, ya que a partir de 2035, todos los automóviles nuevos que se comercialicen en Europa deberán ser de cero emisiones. Según datos de Anfac (Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones) difundidos en junio de este año, España apenas ha matriculado 17.704 eléctricos e híbridos enchufables en este 2022, de los 120.000 que necesitaría este año para cumplir los objetivos de electrificación del Gobierno. 

Un desafío de escalas colosales: reciclar los componentes de las baterías eléctricas 

Para comprender la magnitud del reto que afrontamos, resulta pertinente citar la reflexión de Ajay Kochhar, director ejecutivo de Li-Cycle, la empresa de reciclaje de iones de litio más grande de Norteamérica: “El tsunami entrante de baterías al final de su vida útil aún está por llegar”, advierte, ya que “la primera generación de autos eléctricos salió a la carretera hace tan sólo unos pocos años”.

Para colmo de complejidades, hay que señalar que las materias primas necesarias para fabricar baterías de coches eléctricos son escasas. De manera que el cobalto, el níquel y el litio, elementos esenciales en la elaboración de los mismos, requieren de cadenas de suministro tan codiciadas como disputadas. En cualquier caso, una faceta interesante de este reto es que el reciclaje de estos metales podría proporcionar una fuente valiosa de empleo, en el marco de la industria ecológica sostenible en el ámbito mundial. 

En orden a dimensionar los desechos tóxicos que puede generar la industria de los coches eléctricos, nos remitimos a la valoración de Gavin Harper, integrante de la Institución Faraday e investigador de la Universidad de Birmingham, quien estima que, a escala mundial, habrá alrededor de 8 millones de toneladas de baterías de desecho para 2040, lo que representa aproximadamente 1,3 veces la masa de la Gran Pirámide de Giza, uno de los monumentos de referencia del rico patrimonio cultural egipcio. 

El horizonte del reciclaje de los elementos de las baterías de los coches eléctricos 

Alrededor del 96% de las baterías de plomo ácido se reciclan o reutilizan”, dice Saiful Islam, profesor de química de materiales en la Universidad de Bath. “Eso será lo mismo para los iones de litio en los automóviles”. Sea como fuere, esa enorme industria de reciclaje requerirá cambios por parte de los fabricantes de baterías y automóviles. Por ejemplo, en la actualidad las baterías se trituran en una sustancia llamada "masa negra", una escoria que luego se refina para que se puedan eliminar los minerales. Lo malo de este proceso, en términos medioambientales, es que consume mucha energía. También es posible desmontar manualmente las piezas de la batería, pero conlleva riesgos de seguridad, por lo que habrá que articular un procedimiento más ecológico y eficiente para posibilitar un reciclaje de ese tipo, sostenible en el medio y largo plazo. 

Resumen: ventajas y desventajas de los automóviles eléctricos 

Este artículo, en definitiva, quiere funcionar a un tiempo como avivador del espíritu crítico, para estructurar y desplegar una industria de los automóviles eléctricos más sostenible, y también como compilador de los beneficios que representa el desarrollo de la fabricación y el uso de esta clase de coches. No en vano, estos automóviles producen cero emisiones, representan un bajo coste de carga, deparan menos averías mecánicas y apenas requieren mantenimiento, tal es su grado de complejidad y eficiencia de su estructura. Eso por no hablar de las ventajas que comportan su freno regenerativo, así como la mayor eficiencia del motor eléctrico en relación al que se nutre con combustibles fósiles o la enorme comodidad que ofrecen, que será todavía mayor cuando su uso se popularice en las ciudades, y los usuarios de estos automóviles dispongan de más punto de carga. 

Por contra, al ya mencionado deterioro ambiental que puede producir el no reciclaje (o la deficiente regeneración) de los materiales de su batería, hay que apuntar que, en el momento en que escribimos estas líneas, esta clase de coches cuentan con menor potencia que los convencionales y comportan un precio de compra más elevado. Por no hablar de la contaminación asociada a la generación de electricidad y la falta de talleres especializados para su puesta a punto o reparación