Pilar Rangel

Opinión

Análisis de la situación del grupo Wagner en Malí

Experta en Terrorismo Internacional y en la lucha contra Daesh.

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El grupo Wagner comenzó a operar en Malí a finales de 2021
El grupo Wagner comenzó a operar en Malí a finales de 2021

El grupo Wagner comenzó a operar en Malí a finales de 2021 y lo hizo con el beneplácito de la Junta militar maliense, que en mayo de ese año había protagonizado el golpe de Estado. Francia no tardó en reaccionar, anunciando la retirada de las fuerzas en febrero de 2022, solo unos meses antes de que a principios de mayo Malí informara que se retiraría de los acuerdos de defensa a largo plazo con el país galo.

Según un Informe oficial de ACLED, la población civil maliense es la principal víctima de Wagner. Los abusos cometidos por estos mercenarios, que sirven a los intereses del Kremlin, ya han sido denunciados y documentados repetidamente por organismos de la ONU, países occidentales –liderados por Francia– y por las principales organizaciones de derechos humanos. Sin embargo, los principales obstáculos son que se trata de un grupo que no tiene existencia oficial y cuya marca de fábrica es la opacidad, aunque sirven como instrumento de influencia para Rusia. 

Presencia en África de fuerzas militares rusas y de mercenarios rusos del grupo Wagner
(Fuente: Antonio Cruz)

Las fuerzas del Grupo Wagner se han relacionado con ataques contra civiles en Malí en las regiones de Mopti, Segou, Tombouctou y Koulikoro, donde se han producido aproximadamente 500 muertes como consecuencia de dichos ataques.

Según fuentes locales, el ejército maliense nunca está solo, siempre va acompañado de Wagner por lo que la población es la principal víctima de todas las embestidas: las de las fuerzas armadas malienses o de Wagner, así como las que perpetran los grupos yihadistas. Y si bien hay unos 60.000 malienses que han encontrado refugio en los campamentos de Mbera en Mauritania, también son muchos los aldeanos que denuncian abusos cometidos por la empresa militar privada rusa.

Igualmente, la compañía militar privada rusa está pidiendo a Malí tres minas de oro, ubicadas en el sur del país y operadas por empresas canadienses y australianas, a cambio del despliegue de sus mercenarios sobre el terreno y en un pago que sería al nivel de lo acordado inicialmente con las autoridades de transición: 10 millones de dólares al mes por el despliegue de unos 1.200 soldados.

Para el Ministro de Defensa maliense, Sadio Camara, la cooperación militar con Moscú permite a Bamako no solo estabilizar el país, sino también mantener su lugar en la escena internacional, cosechando en poco tiempo unos resultados convincentes en la lucha contra el terrorismo y mejorando la seguridad en el país de África Occidental.

Hay que recordar que Malí ya recurrió a Rusia en 1961 con Keita y entonces los rusos tenían básicamente los mismos intereses en Malí que hoy en día: la venta de armas, entrenar al ejército y explotar recursos minerales.

La realidad es que, según distintos informes internacionales, quien realmente se beneficia de esta alianza es Rusia, ya que le permite enriquecerse económicamente y ganar influencia geopolítica en países ricos en recursos en África una vez que masacran a la población civil y explotan sus reservas naturales.

No obstante, la maquinaria de desinformación rusa es tal que para poder oponerse a ella se necesita experiencia real contra la influencia que esta ejerce, especialmente en el campo de la comunicación estratégica, cosa que hasta ahora brilla por su ausencia en África.

Wagner ha venido a sustituir a la fuerza militar francesa, que contaba con más de 5.000 soldados, mientras el grupo paramilitar ruso tiene 1.200 mercenarios en la lucha contra los diversos grupos yihadistas que arrasan Malí. ¿Puede Moscú tener éxito donde los franceses y los europeos han fracasado? ¿Puede Wagner reemplazar a la fuerza Barkhane y garantizar la seguridad de Malí?

 El objetivo último de Rusia es hacerse con todo el Sahel. Ha comenzado por Malí buscando hacerse presente también en Burkina, que al igual que Malí sufrió un golpe de estado militar motivado por el malestar ante la grave crisis de seguridad generada por los grupos yihadistas.

En el caso de Malí, la entrada de Rusia se produce ante la incapacidad de detener el avance del terrorismo yihadista por parte de Francia y de otros actores internacionales y ante el descontento popular de los últimos años, que provoca que Rusia sea percibida como una nueva esperanza para solucionar este problema.

Sin embargo, la entrada de Wagner en Malí traerá una mayor desestabilización y creará un escenario peor en el que el terrorismo yihadista, junto al crimen organizado, no solo continuará, sino que se extenderá a otros países limítrofes, como ya ha ocurrido en Togo, Costa de Marfil o Benín, y además tendrá una penetración mayor.

Mientras en Europa seguimos preocupados y concentrados por el avance ruso por el flanco este, no estamos teniendo en cuenta que también está penetrando a través del flanco sur y está campando a sus anchas sin ningún tipo de resistencia. Europa debe modificar su estrategia en Malí y debe actuar de forma rápida e inteligente porque todos los vacíos que vaya dejando en África los ocupará Rusia y será una invasión acelerada, silenciosa y sin oposición.