Miguel Angel García

Opinión

El principal aliado de Putin es el silencio

Director de Escudo Digital

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©eugene78123RF.COM
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Demasiadas voces críticas hay tras el símbolo del pajarito y de la nueva Meta como para que adjetivos como "neonazis" o "drogadictos" se asienten dócilmente en el inconsciente colectivo del pueblo ruso, el cual, tras veintidós años de lento desgaste de su joven democracia, empieza a tener dificultades para encontrar ventanas desde las que entre un soplo de viento. Ese aire, cada vez más irrespirable, seco como una mortaja, es el que el presidente vitalicio Vladimir Putin pretende que, partiendo desde la Plaza Roja, se extienda desde la majestuosa calle Tverskaya hasta el último rincón de la vieja Rusia que tanto anhela, aquella del Gulag en la que su admirado Stalin puso fin a la vida a cerca de tres millones de personas.

Él no quiere ser menos que su idolatrado, y por eso rebusca en el cofre nacarado de las escusas que guarda en uno de los salones del kremlin la que acabará siendo la gran razón que condene, al igual que ha hecho con Ucrania, a los gobiernos infames de las otras ex repúblicas soviéticas. Él sabe lo que se hace, pero también, mientras avanza en sus planes, necesita que su pueblo no dude de la nobleza de su gesta, y se desvive para que este respire el aire podrido que genera desde su vieja fábrica estajanovista y no se intoxique con las ocurrencias que los enemigos de su "verdad absoluta" ponen delante del ventilador de las redes sociales. Solución: limitarlas, el paso previo a prohibirlas. 

El Servicio Federal para la Supervisión de Telecomunicaciones, Tecnologías de la Información y Medios de Comunicación de Rusia (Roskomnadzor) anunció el pasado viernes la limitación parcial del acceso a Facebook en todo el país en represalia por la decisión de la plataforma de restringir las cuentas oficiales de varios medios nacionales, entre ellos la agencia de noticias RIA Novosti y el canal Zvezda. Y siguiendo las directrices de la fiscalía general de Rusia y el Ministerio de Exteriores, Roskomnadzor decidió restringir el acceso a Facebook -sin dar más detalles sobre la forma en la que ejecutará estas restricciones- por violar "los derechos humanos y libertades fundamentales, así como los derechos y libertades de los ciudadanos rusos", según el comunicado publicado en su página web.

Y el sábado, según informó el portal especializado NetBlocks, le tocó el turno a Twitter. Los datos que manejan los responsables de la página muestran que "el acceso a la plataforma de Twitter y los servidores back-end están restringidos en las principales redes, incluidas Rostelecom, MTS, Beeline y MegaFon desde las 09.00 de esta mañana”.

Ya veremos cómo esas limitaciones avanzan en estos próximos días y qué suerte corre Telegram, sempiterna sospechosa de Occidente -Trump ya había dictado sentencia sobre ella- y del stablishment ruso por todo lo que implican los orígenes de su fundador, Pavel Durov. De momento, el sábado también registró fallos en Rusia, Alemania y Ucrania, unos fallos que, de acuerdo con información de Down Detector, en el 40% de los casos estuvieron relacionados con la conexión del servidor, el 32% con problemas en la aplicación y el 28% con errores en la recepción de mensajes. 

Con la prensa del país lobotomizada, Putin dirige el escaso viento fresco de ideas y opiniones que aún no controla -los más de 4.000 detenidos en una cincuentena de ciudades rusas desde el comienzo del conflicto pueden ser el comienzo de su gran problema- hacia la red social rusa por excelencia, VK, la antigua VKontakte (ВКонтакте en ruso), controlada por su gobierno a través de Gazprom, y, paradójicamente, también en su día fundada por Durov. Allí, cree el nuevo zar, todos disfrutarán la libertad y de los valores fundamentales que quiere instaurar en la Gran Rusia.

Putin es más de mirar fijamente a los ojos y de guardar silencio que de rebatir opiniones. Y también de pasear entre los muros de su palacio presidencial, donde disfruta de su imagen enmarcada en grandes espejos y la brisa no le reseca los ojos, que de salir en grupo. Y como también es un tipo generoso, ya nos lo recuerdan continuamente los medios rusos, quiere estar al frente de un gigante en el que todos sus habitantes disfruten por igual, democráticamente, de un delirio que comparte con la humanidad tras 22 años de espera. Y en Europa nos enteramos ahora.