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Opinión

Rusia apuesta por las amenazas híbridas

Experto en migraciones y analista internacional.

No cabe duda de que la guerra entre Ucrania y Occidente contra Rusia tiene varios frentes, y aunque el más destacado y visual es el militar, existen otros dos frentes que pueden cambiar el curso del primero: el económico y el político.

Y es en el frente económico donde Putin ha puesto sus esperanzas de encontrar grietas en el hasta ahora homogéneo apoyo de Europa a Kiev. La lista (y efectividad) de herramientas hibridas con las que cuenta Moscú es larga y el Kremlin está usando una mezcla de varias de ellas, como los actos económicos hostiles (corte de gas a Europa y posibles sabotajes sobre infraestructuras básicas en Ucrania y Europa). Estos sabotajes podrían ser considerados como una suerte de actos terroristas, que mezclado con los ciberataques (en su justa medida puesto que algunos Estados ya han advertido que un ataque cibernético grave podría poner en marcha el artículo 5 de la OTAN) y la campañas de desinformación y propaganda que el gobierno ruso está llevando a cabo, nos lleva a ser testigos de un verdadero conflicto híbrido.

Y es que desde que Rusia cortó el gas a Europa en respuesta por las sanciones a Moscú y el apoyo occidental a Ucrania, la energía y las infraestructuras básicas se han convertido en gran protagonista de la contienda, y sobre todo de sus efectos colaterales para Europa. Porque después de ese corte de suministro general llegó el sabotaje al gaseoducto Nord Stream 1 y 2, que los ha dejado inutilizados permanentemente y sobre el cual se está llevando a cabo una investigación en la que trabajan de manera independiente (aunque en permanente coordinación) Suecia, Dinamarca y Alemania. Un sabotaje este que nos sigue generando dudas, porque después de haber acusado al Kremlin de los hechos, la investigación continúa y Suecia emitió un mensaje en el cual afirmaba que no podía hacer públicos algunos de sus descubrimientos ya que estos resultados afectaban a su seguridad nacional.

Pero las múltiples herramientas del conflicto híbrido están dando a Moscú, en su afán de minar la moral de los europeos, la posibilidad de atacar desde cables de internet, pasando por influir en los mercados financieros, hasta estructuras eléctricas y de agua potable. La dificultad de confirmar la autoría de estos hechos (o de vincular a los autores con un gobierno determinado) y la elección de objetivos puntuales con una importante visibilidad publica, pero no suficientemente graves como para destapar una respuesta militar convencional, juegan a favor de Putin.

La reciente detención de ciudadanos rusos en territorio noruego con material fotográfico de infraestructuras básicas e incluso material militar noruego, ha puesto en alerta no solo a los escandinavos, sino a otros Estados que afirman haber sufrido posibles sabotajes. Noruega ya ha desplegado a los militares para proteger las instalaciones de petróleo y gas, Dinamarca y Finlandia (que se plantea vallar toda su frontera con Rusia) también han incrementado la vigilancia sobre su responsabilidad marítima además de sus infraestructuras energéticas.

Y por supuesto el sabotaje a las infraestructuras de internet, donde la semana pasada se detectó el corte de tres cables submarinos de la red en el sur de Francia afectando a las conexiones Marsella-Lyon, Marsella-Barcelona y Marsella-Milán y con la consecuente pérdida de datos y servicio para algunos clientes. Todo esto inmediatamente después de un posible sabotaje a dos cables de fibra óptica de las islas Shetland, al norte de Escocia, y que dejó a sus 23.000 habitantes sin internet ni teléfono. Uno de esos 5 incidentes se cree que podría haber sido un barco pesquero de arrastre, los otros cuatro siguen siendo un misterio.

El papel de la OTAN en este tipo de conflicto es muy complicado, no hay una declaración de guerra explicita, pero no vivimos tiempos de paz con Rusia, lo que complica de sobremanera usar el artículo 5 de la Organización Atlántica puesto que no ha existido (por ahora) un ataque especifico suficientemente grave a alguno de los 32 miembros de esta organización supranacional. Es cierto que en el Summit de la OTAN de 2016 se declaró oficialmente que “cualquier ataque híbrido a alguno de los miembros de la organización seria visto como un ataque a todos y dispararía el artículo 5” convirtiéndose entonces en un conflicto convencional, y además se formó a los “equipos de apoyo contra ataques híbridos” que apoyarían a diferentes Estados a titulo individual, pero definir un ataque híbrido y confirmar su autoría siguen siendo, hasta ahora, una barrera infranqueable para tomar medidas castrenses.

 

Entonces, ¿cómo podemos parar los ataques híbridos rusos? Básicamente no podemos (reducirlos sí). Es irreal vigilar cada kilómetro de cable o instalación submarina y por otro lado el coste de asegurar que todas las centrales eléctricas o proveedoras de agua, o que centrales nucleares u hospitales estén vigiladas es inasumible. Según Moscú vaya perdiendo batallas militares va a ir incrementando el uso de ataques híbridos. Aun así, países como Francia han aumentado su presupuesto para la vigilancia de sus infraestructuras de internet en más de tres millones de euros su presupuesto para “la defensa en el fondo marino” y el secretario de Defensa británico ha asegurado que un acto de sabotaje sobre sus infraestructuras submarinas será respondido como un acto de guerra.

El coste de la vida sigue subiendo en Europa y este invierno será una prueba de fuego para la unidad mostrada hasta ahora contra Rusia. Putin ha apostado a dividir y desestabilizar y ahora, sentado en su sillón, espera resultados.