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Cómo sobrevivir 290 días secuestrado en una caja de dos metros por metro y medio

El trastorno de estrés postraumático no afecta solamente a algunos combatientes en contiendas bélicas. Algunas víctimas de secuestro presentan secuelas emocionales.

Antonio M. Figueras

Periodista y escritor.

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Secuestros.
Secuestros.

ETA, Brigadas Rojas, los yihadistas, las mafias italianas, los cárteles de la droga, bandas organizadas, delincuentes de baja estofa… todas las organizaciones criminales que en el mundo recurren al secuestro para llenar las arcas o en ocasiones con supuestas motivaciones políticas. En el caso de los desenlaces afortunados, los expertos advierten de las altas posibilidades de que las víctimas sufran trastorno de estrés postraumático (TEPT).

México es un país que sufre con especial virulencia esta tipología delincuencial. Según la ONG Alto al Secuestro, en este país se cometen cinco raptos al día, la mayoría secuestros exprés, y no todos con resolución positiva. Alberto de la Fuente y de la Concha, un empresario que permaneció 290 días retenido en un habitáculo de dos metros por metro y medio, narra su dramática experiencia en “La caja. Crónica de un secuestro de 290 días” (Medialuna, 2023).

Este es el relato real de uno de los secuestros más largos y angustiosos de la historia. Su protagonista, Alberto de la Fuente, decidió compartir su experiencia vital y cómo consiguió vencer el terror de estar encerrado con miedo a morir, un suceso que califica de carrusel de emociones para el que absolutamente nadie está preparado”. “Y menos una persona común y corriente. Era el infierno en vida”, añade.

Hijo de un financiero, De la Fuente fue asaltado en su vehículo el 29 de noviembre de 2016 en el municipio de San Andrés Cholula, del Estado de Puebla, en México, tras haber dejado a su hijo en el colegio. Ocho hombres armados se lo llevaron a un pequeño habitáculo, donde estuvo encerrado hasta el 14 de septiembre de 2017.

Además de sus reflexiones sobre el cautiverio, el libro incluye también fragmentos del diario de su mujer mientras cuidaba al bebé de un año y al hijo de tres años y medio que tenían la pareja en el momento del secuestro. “La caja” no se ha publicado todavía en México.

Un plato de alubias al día

En su cautiverio jamás vio la luz solar. Sus secuestradores le ponían constantemente una música atronadora. Se comunicaba con ellos solo por escrito, mediante una libreta. Le suministraban comida y le cambiaban el sanitario una vez al día. En los siete primeros meses le daban tres raciones diarias de alimentos, pero después solo le entregaban un plato de alubias cada 24 horas. También entonces le dejaron desnudo y le quitaron el colchón. Era vigilado por cámaras de televisión. Alberto temió por su vida, pero también por la mutilación de dedos y orejas, práctica habitual en los secuestros para acelerar la negociación.

Durante la pandemia de Covid-19, decidió contar al mundo su experiencia completa, en un acto de coraje y valentía. La primera idea cuando empezó a escribir el libro fue dejar un testimonio a sus hijos, pero el autor se dio cuenta también de que era una historia “que merecía ser compartida para ayudar a la gente a superar sus obstáculos y sus miedos”, explica a Escudo Digital.

Alberto de la Fuente (Puebla, México 1979) es un empresario y escritor, vicepresidente de Justicia Ciudadana, una asociación civil dedicada a otorgar apoyo y asesoramiento gratuito a las víctimas del delito, y presidente de la comisión de seguridad de la Confederación Patronal de la República Mexicana en el Estado de Puebla.

La estancia en la ‘universidad del terror’ le sirvió para reflexionar sobre su propia persona. Tras su liberación, que se produjo previo pago del rescate, fue preciso un trabajo interno para amortiguar el odio y la sed de venganza y no dudó en recurrir a terapia: “Salí fuerte, pero con secuelas. Es cuando conocí la palabra resiliencia. Tras un corto espacio de tiempo donde tuve pesadillas y furia, empecé a desconectar”.

El secuestro de Ortega Lara

El triste récord del secuestro más largo de la historia de España lo tiene el funcionario de prisiones José Antonio Ortega Lara. La Guardia Civil le liberó de un zulo de la localidad guipuzcoana de Mondragón, donde la banda terrorista ETA le mantuvo secuestrado desde el 17 de enero de 1996 hasta el 1 de julio de 1997, en total 532 días.

Ortega Lara fue secuestrado por tres etarras en el garaje de su vivienda en Burgos, cuando volvía de su trabajo en la cárcel de Logroño. Le metieron en el maletero de su coche y le llevaron al zulo en un camión. ETA exigió para su liberación el reagrupamiento de sus presos en las cárceles vascas en vez de la habitual petición de un rescate económico.

Vivió bajo tierra, en un espacio con una superficie de 3 metros de largo por 2,5 de ancho y 1,8 de altura interior. Pasó el cautiverio sin apenas luz, acosado por la humedad de la cercanía del río Deva. Llegó incluso a plantearse acabar con su vida y había planeado hacerlo el 5 de julio, aniversario de su boda. Ortega Lara jamás perdió la noción del tiempo. Una operación realizada por quinientos guardias civiles y coordinada por el juez Baltasar Garzón frustró sus planes cuatro días antes y puso fin a su cautiverio.

Trastorno de estrés postraumático

Los expertos señalan que muchos secuestrados manifestarán, en mayor o menor medida, trastorno de estrés postraumático, un choque emocional que provoca una daño permanente en el inconsciente. El síndrome de estrés postraumático está asociado a grandes desastres naturales (terremotos, inundaciones); guerras, como la de Vietnam a las dos contiendas del Golfo Pérsico (ya se estudiará a fondo el efecto psicológico de la guerra de Ucrania); atentados terroristas, pandemias como la del COVID-19; pero también experiencias negativas personales (violación, violencia de género, accidentes, robos o secuestros).

El riesgo de perder la vida puede tener devastadoras consecuencias para la salud mental. El TEPT se manifiesta con síntomas físicos y emocionales y sus secuelas se sufren a corto, medio y largo plazo. Con frecuencia aparecen sentimientos de culpa, reacciones de ira, sentimientos de hostilidad y de rabia, vergüenza, tristeza y depresión. Los terapeutas luchan para que estos pacientes puedan recuperar su vida al tiempo que previenen la aparición de nuevas patologías.

Síndrome de Estocolmo

El síndrome de Estocolmo es una manifestación de este estrés postraumático que pueden llegar a padecer las víctimas de secuestro. Si un secuestrador, que previsiblemente puede causar daño a la persona retenida, tiene un comportamiento percibido como amable, a veces llegan a generarse en la víctima sentimientos agradables y de seguridad. Aunque existe un debate científico sobre si debe considerarse síndrome o no, lo cierto es que el secuestrado desarrolla un mecanismo de protección para gestionar el estrés y el miedo.

Todo comenzó en 1973, durante el atraco a un banco en Estocolmo con cuatro rehenes, que sufrieron seis días de cautiverio. Se dio el caso de que, durante la negociación, hubo un momento en que una de las víctimas, Kristin Enmark, estuvo al teléfono defendiendo a los asaltantes. Llegó a pedir que dejaran libres a los secuestradores y se atrevió a criticar las acciones policiales. Cuando acabó el secuestro, esta mujer ni colaboró con la Policía ni declaró. Fue la primera ocasión en que se registró tal tipo de conducta. Por eso se denomina síndrome de Estocolmo.

Señala la psicología que, en estos casos, la necesidad de supervivencia termina siendo más importante que la conciencia de lo que ocurre. Y se crean emociones positivas hacia el agresor.  Para tratar a los afectados, la terapia debe enfocarse en limitar la ansiedad y el impacto del secuestro, y también en devolver al paciente la autoestima.

Secuestros exprés en España

Según el Balance de Criminalidad del Ministerio del Interior, en 2019 hubo 89 secuestros en España, 97 en 2021 y 85 el año pasado. Con la desaparición de ETA del panorama criminal, la tipología de estos delitos ha cambiado. Ahora, igual que en México, impera el secuestro exprés, caracterizado por su rápida ejecución y por la petición de rescates asumibles por los allegados de la víctima. Se ha importado esta modalidad de países como el citado México, Venezuela, Colombia o Argentina.

Los rehenes no suelen estar retenidos más de 24 horas y las víctimas normalmente son familiares de bandas rivales dentro de la delincuencia organizada, aunque también se dan casos entre empresarios de importantes recursos económicos o su parentela más cercana. Los rescates van desde los 5.000 a los 500.000 euros.

Secuestros virtuales

Una variante del secuestro exprés es el secuestro virtual. El familiar de la víctima puede recibir una llamada de teléfono en la que se exige la entrega de un dinero de manera inmediata o recibirá un video comprobando cómo le cortan el dedo al secuestrado. Suelen indicar que se dirija a una sucursal bancaria para que realice el pago. Se llama virtual porque realmente no se ha secuestrado a nadie, pero los criminales pueden acabar recibiendo el importe del rescate.

Los delincuentes cuentan a su favor con la sorpresa y la angustia que provocan en la víctima de la estafa. Se comunican con números ocultos o con prefijo en el extranjero. Utilizan un discurso muy agresivo, que produce el bloqueo emocional del receptor. Uno de sus trucos es poner al teléfono a alguna persona que imite gritos o lloros. Se recomienda que si se recibe una llamada de estas características, se mantenga la calma, que se compruebe la información, no se realice ningún pago y se avise inmediatamente a la Policía.