Con Finlandia siendo ya miembro oficial de la Alianza Atlántica y Suecia pendiente de la aprobación de adhesión por parte de Turquía en los próximos meses, podemos pensar que el Ártico es ya de facto un territorio OTAN, puesto que siete de los ocho países que lo bordean pertenecen o pertenecerán pronto a la Alianza Atlántica, pero la realidad es que el Estado que mayores derechos y territorios dispone con el Ártico es Rusia y al que “pertenecería” alrededor del 53% de este vasto territorio, y que además cuenta en este contexto con una importante ventaja militar, ya sea en cuanto a bases, infraestructuras y personal.
Y como pudimos detallar en los dos análisis que Escudo Digital publicó en septiembre del pasado 2022, la presencia militar tanto de Rusia como de los miembros de la OTAN está aumentando de manera considerable, tanto que nos encontramos en un momento crítico en el que las posibilidades de una confrontación militar en el Ártico son probablemente las más altas desde el fin de la Guerra Fría, aunque esto sí, con muchos matices.
Es por todos conocido que el calentamiento global está acelerando el derretimiento de este gigantesco casquete de hielo a una velocidad de hasta tres veces más rápido que en el resto del planeta, lo que está permitiendo, primero, una mayor posible explotación de los recursos naturales sumergidos, y, segundo, un mayor número posible de días navegables a través de las nuevas rutas del Norte y del Noroeste (Imagen bajo estas líneas), aumentando así las tensiones entre Occidente y Rusia por el control de este paso, además de la mencionada explotación de sus inmensos recursos naturales.
Pero dicha tensión no evitó algunos entendimientos importantes de explotación conjunta entre Estados, como el que ocurrió en 2010 entre Noruega y Rusia después de un largo litigio, o el pacto multimillonario entre la gigante norteamericana Exxon y su contrapartida rusa Rosneft, que auguraban que el futuro económico del Ártico iba a ser un pacífico mar de pactos y tratados comerciales entre países. No fue así.

La invasión rusa de Crimea allá por 2014 fue un punto de inflexión en las relaciones entre los países árticos (se consideran países árticos a los ocho países que conforman el Consejo Ártico y que son Rusia, Noruega, Finlandia, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Islandia y Suecia, aunque el creciente interés estratégico en el Ártico ha promovido la figura de “país observador” y actualmente esta manera de participar en el Consejo cuenta con 13 Estados entre los que se encontraría por ejemplo España y China), ya que enfrentó de una manera más directa al bloque ruso contra el bloque Occidental.
Aunque el “asunto Crimea” enfrió las relaciones, el Consejo Ártico siguió trabajando en sus tareas principales: servir como foro de cooperación intergubernamental creado para promover la cooperación y entendimiento entre los Estados árticos, incluyendo las comunidades indígenas árticas y otros organismos interesados en la protección del medio ambiente ártico y parecía que se podría salvar la situación de un desastre diplomático total en estos territorios, a pesar de que en ese momento se empezó a mirar a Rusia de reojo y con menos confianza de la que se había desarrollado hasta aquel 2014.
Pero entonces llegó la invasión total rusa de Ucrania de febrero de 2022 y el mundo se volvió hacia Moscú. El Consejo Ártico no actuó de manera demasiado “radical” al principio y se limitó en marzo de aquel año a anunciar un “alto temporal” en las reuniones del Consejo, aunque ya un año después los propios miembros de este grupo intergubernamental reconocían oficialmente que “ante la gravedad de las actividades rusas, se hacía imposible cualquier tipo de entendimiento o acuerdo en un tiempo indeterminado”, concluyendo entonces que el Consejo Ártico debía continuar con sus tareas y objetivos pero sin la participación de Rusia. Por supuesto Rusia respondió a esta actitud Occidental eliminando de su “Estrategia Nacional para el Ártico” toda referencia a cooperaciones multilaterales internacionales y acentuando su independencia de actuación en estos territorios.
Actividad militar rusa y occidental
La actividad militar rusa ha crecido y es Noruega quizás la nación que más de cerca está sintiendo este incremento de tensión castrense. Noruega recela principalmente del aumento de actividad militar submarina y también de la aviación rusa, hasta el punto de que los servicios de inteligencia noruegos han llegado a afirmar que los buques rusos de la Flota del Mar del Norte han desplegado armas nucleares tácticas por primera vez desde el fin de la Guerra Fría.
Es difícil apuntar de manera exacta cuál ha sido el daño que ha infringido Kiev a las tropas árticas rusas, pero los analistas anglosajones afirman que es suficientemente serio para imposibilitar una ofensiva importante de Moscú en el Ártico.
A este aumento de la “amenaza ártica” Estados Unidos ha respondido de la mejor manera que sabe, involucrándose mucho más de lo que hacía hasta ahora. Aunque normalmente el Ártico no tiene apenas protagonismo en la Estrategia de Seguridad Nacional norteamericana, todos los hechos acontecidos desde la invasión rusa han cambiado esta actitud y son cada vez más los medios materiales y personales que Washington pone a disposición de los mandos militares para ejecutar toda la disuasión posible, como la reciente reactivación de la Segunda Flota americana después que fuera desactivada allá por 2011, y es que Estados Unidos no está dispuesto a ceder ni un ápice de la libertad de navegación en los mares y océanos del mundo que defiende desde hace ya muchos años, y que al igual que en el Indo-Pacifico a causa de China, Rusia podría intentar controlar las futuras rutas navegables del Ártico.

También son visibles las cada vez más numerosas maniobras militares OTAN en la zona ártica o colindante, como las recientes Joint Viking exercise, un ejercicio bianual con capacidades marítimas, aéreas y terrestres que durante 10 días de este pasado marzo aglutino a más de 12.000 soldados noruegos y aliados, además de otros 8.000 militares que se unieron con el ejercicio naval británico Joint Warrior. Todo ello orientado en parte a “controlar” la Península rusa de Kola, donde pernoctan los submarinos SSBN con misiles balísticos y que se ha convertido en la máxima preocupación de los militares rusos al poder parecer desprotegida a causa del empeño militar del kremlin en el frente ucraniano.
Por otra parte, el bloque OTAN puede contar ya con las tropas y medios finlandeses y próximamente lo podrá hacer con los suecos, con enormes capacidades de guerra en condiciones de nieve y frio y que geográficamente imposibilitan un posible avance ruso hace Occidente.
Pero, ¿existe posibilidad real de un conflicto armado en el Ártico?
Las razones aquí expuestas para el nacimiento de un futuro posible conflicto armado son sólidas y dignas de preocupación, pero siendo realistas las posibilidades de “guerra” en estos territorios son bastante bajas, y solo habría que mirar al estado de las tropas terrestres rusas que están totalmente volcadas en la invasión ucraniana (las que no, han sido destruidas en dicho conflicto) inclusive las Brigadas rusas árticas con su correspondiente material que han sido detectados (y parcialmente destruidos) en diferentes puntos del frente ucraniano. Sería difícil apuntar de manera exacta cuál ha sido el daño que ha infringido Kiev a estas tropas árticas, pero los analistas anglosajones afirman que el daño es suficientemente serio para imposibilitar una ofensiva importante de Moscú en las latitudes boreales.
Pero eso no significa que las enormes capacidades navales y submarinas rusas en la zona no sean un verdadero quebradero de cabeza para los estrategas militares occidentales. Los mencionados submarinos SSBN (Submarine Ship Balistic Nuclear) o submarinos de misiles balísticos y también los sumergibles de la clase Kilo representan un verdadero desafío para las defensas OTAN. A estas capacidades navales habría también que sumarles las capacidades aéreas de combate rusas, que no han sido muy vistas en el frente ucraniano y de las que se piensa siguen prácticamente intactas.
Una vez conocidos los medios materiales navales y aéreos del Kremlin en tierras árticas, la pregunta es, ¿tendrían el mismo y desastroso desempeño que han mostrado las tropas terrestres en Ucrania?
Si la Armada rusa, como su Ejercito del Aire o la puntería y el efecto de sus misiles dirigidos fueran un desastre, al Kremlin siempre le quedaría la opción del sabotaje y herramientas hibridas en estas latitudes, ya sea en gaseoductos o infraestructuras tipo Nord Stream, como en los cables submarinos que podrían causar un daño muy grave a los ciudadanos europeos.
¿Y qué ocurre con China? Desde luego Pekín intentará proteger sus intereses árticos que pasa principalmente por las nuevas rutas navegables, y que podrían llevarle a buscar un socio vinculante con Moscú, cosa que por otro lado le podría suponer al gigante asiático y al oso ruso de nuevas o más sanciones económicas.
Aun insistiendo en las bajas probabilidades actuales de un conflicto armado en el Ártico, sí que el incremento notable de estructuras, personal y material militar en este territorio podría fácilmente llevarnos a un accidente fortuito entre bandos que perfectamente podría iniciar una escalada militar con difícil retorno.