Victor M Perez Velasco, autor de “Valores políticos y conflicto en España”.

Opinión

El nuevo “telón de acero” español

Psicopolitólogo.

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Graffiti del muro de Berlín.
Graffiti del muro de Berlín.

Esto ya lo habíamos visto los que tenemos cierta edad, pero fuera de nuestras fronteras en el siglo pasado y estamos advertidos, pero no inmunizados, con las prácticas comunistas siempre infinitamente peores que las dictaduras de derechas. No podemos tener miedo en analizar con objetividad los hechos y realizar comparaciones incómodas, porque nos va en ello nuestra propia libertad y autoestima, tanto individual como colectiva. No podemos tener miedo de quienes se autoproclaman demócratas, sin serlo; patriotas, sin sentirlo; progresistas sin progreso; y redentores de los pobres a costa de empobrecer al país y perpetuar la pobreza del resto de sus ciudadanos, so pretexto de controlar nuestras vidas.

Estamos asistiendo en el siglo XXI al nacimiento de un nuevo “telón de acero”, traducción española de “the iron curtain”, calificativo con que Churchill, el demócrata conservador británico que bautizó certeramente en 1946 al imperio territorial e ideológico del marxismo, inaugurando el ciclo de la Guerra Fría. Los soviéticos continuarían su obra de aislamiento de las sociedades democráticas erigiendo, para vergüenza de Europa y del mundo democrático, como ejemplo, el Muro de Berlín en los años 60 del siglo pasado. Una pesadilla que concluiría 30 años después y que contó con el apoyo acrítico de buena parte de las izquierdas europeas.

Sí, este es el caso, 30 años después afrontamos un nuevo “telón de acero” en nuestro país, sin vallas y sin muros de hormigón. El nuevo muro es invisible, intangible, de difícil percepción, sutil e intensamente doctrinal, impuesto por el progresismo político en colaboración con los nacionalismos periféricos. Los nuevos constructores son herederos de las ideologías y maneras de sus antecesores soviéticos, tratando de impostar en los españoles su hegemonía política unos, y sus ambiciones territoriales otros. Todo ello a cualquier precio. No podemos tener miedo en denunciar de forma rigurosa y respetuosa cómo las izquierdas y sus cómplices, los nacionalistas periféricos, quieren atropellar nuestros valores, callar nuestras bocas y secuestrar nuestros votos, para que no gobiernen los que disienten de su proyecto político, acusándoles de fascistas, franquistas, extremistas y todo lo que su fantasía destructiva les de sí.

Este “telón de acero” redivivo ahora en nuestro país, se apoya en el sanchismo, en el comunismo, en el progresismo, en el feminismo radical, en el cambio climático y como no, en el nacionalismo secesionista. Pretende aislar a sus antagonistas de derechas, ya sea VOX, el PP o cualquier otra formación política discrepante. Prohibido pensar distinto; prohibido salirse del guion progresista; prohibido discrepar de la “verdad oficial” y mucho menos, cuestionar el supremacismo moral, político e intelectual de este colectivo fóbico y excluyente. Es en la praxis, la muerte de la democracia en aras de sus ensoñaciones y sus dogmas. Son las formas y maneras del telón de acero soviético del siglo pasado, adaptadas, dulcificadas y enmascaradas, para que sean digeribles por los incautos ciudadanos españoles del siglo XXI. Son los mismos perros con diferentes collares.

Votar a favor de los disidentes del progresismo, por ejemplo, Feijóo o Abascal, es herejía, anatema, apocalipsis, cataclismo, pérdida de derechos, etc. En resumen, una patología social que el progresismo salvador no puede tolerar. Ellos, los progresistas, son los depositarios de las esencias democráticas desde la Transición y nos quieren enseñar como ser, estar y vivir en un Estado democrático obviando, incluso, la carta Constitucional plebiscitada por todos los españoles. De esta guisa, movilizan el miedo a la libertad a fin de retener a los ciudadanos amedrentados, por el temor a perder los subsidios y las ayudas que el Estado benefactor provee. Se trata de que a la hora de votar domine el miedo en lugar de aplicar la razón y el sentido común.

Si, este es el nuevo “telón de acero” doctrinal que se quiere instalar en la España del siglo XXI, de apariencia amable, silente, empalagoso, pero contundente; sin “vopos” armados, sin fronteras electrificadas, pero que cuentan con una legión de medios de comunicación, periódicos digitales, redes sociales, creadores de opinión, artistas, periodistas, políticos y “lobbies” interesados en ejercer un control social que coadyube a que, el sanchismo y sus aliados, continúen en el poder a cualquier precio. ¿Basta con un programa de radio o TV con excelente audiencia, para poder desmontar desde su hegemonía mediática cualquier discrepancia política de quienes se resisten a estar aislados, rodeados o sometidos? No lo sé, pero lo intentan. En sentido opuesto, un creciente colectivo de ciudadanos resistentes, rehúsan formar parte del nuevo espacio político residual que se les ha asignado en este nuevo “telón de acero” progresista. Al final todo se reduce en transformar España, a través de estos muros invisibles, en su “coto privado” de juego político, decidiendo caprichosamente el destino de todos los españoles sin distinción.

Pero ¿por qué extraña razón las izquierdas, los nacionalismos periféricos y sus afines, se amurallan detrás de este nuevo “telón de acero” doctrinal? ¿Lo hacen con el fin de no mezclarse con sus antagonistas ideológicos, a los que tildan de antidemocráticos, fascistas, franquistas o cualquier otro calificativo despectivo, como si fuesen enfermos de una tóxica patología política? ¿Lo hacen para ser los protagonistas privilegiados de la política nacional?

Intentando comprender esta actitud defensiva y aislacionista de izquierdas y nacionalistas, se me ocurren tres hipótesis verosímiles. Veamos: La primera podría ser ideológica, proteger la hegemonía de su pureza doctrinal de cualquier contagio indeseado, ya sea por activa o por pasiva. Ellos se atribuyen a sí mismos ser la quinta esencia doctrinal de la democracia. Desde mi punto de vista esto es pura fabulación endogámica. La segunda hipótesis sería instrumental, preservar sus intereses, progresos materiales y políticos conseguidos, sin permitir ninguna frenada, su cuestionamiento y en última instancia su derogación. Esta segunda hipótesis tiene un trasfondo económico nada desdeñable, el de la extracción de los fondos del Estado recursos dinerarios para financiar su costosa y estéril existencia. Y la tercera, sin duda la más obvia, proteger su proyecto político y prolongar a perpetuidad la permanencia de sus formaciones políticas, estructuras y líderes, enquistándose en el poder, eludiendo así la sana alternancia política democrática.

Este nuevo y exclusivo “telón de acero” ideológico, es un proyecto de expulsión social que pretende prescindir de más de la mitad de los españoles, borrando su pasado, destruyendo sus tradiciones, transformado su cultura, avergonzándose de su legado histórico y exculpándose por haber pertenecido a uno de los imperios más influyentes en la historia del mundo civilizado, el Imperio Español. También tratan de secuestrar la voluntad del pueblo español de poder elegir libremente su propio destino histórico, lo que condenará a sus promotores al fracaso, a menos que se impongan por la coacción, el miedo y el juego turbio. Sus próceres lo saben, conocen perfectamente sus limitaciones, pero se obcecan en continuar con sus tácticas de adoctrinamiento y propaganda porque les va en ello su futuro, sus proyectos, sus intereses y su liderazgo. Justamente, lo que menos les importa a los constructores de este muro, son esa mayoría de españoles que se oponen al tándem del progresismo y el nacionalismo periférico, mayoría que ellos pretenden silenciar y transformar en residual, hasta reducirla a ruidosos súbditos marginales.

Resulta evidente y palmario que el dúo de las izquierdas y los nacionalismos periféricos buscan crear su peculiar espacio político mediante su genuino “telón de acero“ hispánico, donde ellos puedan desarrollar hegemónicamente el juego político que les interesa: la fragmentación de España, la adulteración de la separación de poderes, la creación de un Estado hipertrofiado y lo más inaceptable, la expulsión legal del juego político de aquellas ideologías que importunan a su proyecto, a saber, liberales, conservadores y  por supuesto, al nacionalismo español.

Por eso, desde esta metáfora política deseo denunciar el atropello que este dúo de formaciones políticas supremacistas hace de la democracia y de los valores de una buena parte del pueblo español. Esta reflexión quiere ser pura pedagogía política, social y ejemplo de libertad de expresión; es menester expresar abiertamente el rechazo contundente y explícito contra este nuevo “telón de acero”, antes de que sea tarde y nos envuelva irreversiblemente con el silencio de sus sombras.

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