El colapso de la telefonía: un país digital no se puede quedar incomunicado

Este colapso telco no era esperable, al menos en la magnitud vivida, y a bien seguro hará reflexionar a todo el sector para identificar puntos de mejora.

Jesús Lobo

Experto en Transformación Digital.

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Inexplicablemente, en el apagón general toda la telefonía dejó de funcionar casi de forma inmediata.
Inexplicablemente, en el apagón general toda la telefonía dejó de funcionar casi de forma inmediata.

La noche del 28 de abril de 2025 muchos españoles descubrieron que sin electricidad no solo se apagan luces y electrodomésticos, sino que también desaparece Internet, los móviles y hasta la telefonía fija, que si bien sucedió de manera gradual fue más rápido de lo esperado. De hecho, en algunas localidades la perdida de datos móviles fue casi inmediata al apagón eléctrico.

Sin luz y sin red, caos absoluto

Las infraestructuras de telecomunicaciones —antenas, red de fibra óptica de acceso y backbone, routers, centrales, etc. — necesitan energía eléctrica para operar. Si no hay luz, dejan de funcionar… salvo que tengan baterías o generadores de emergencia, algo que no está garantizado en todas las ubicaciones. Las centrales suelen tener equipos generadores que entran en funcionamiento en caso de corte del suministro eléctrico, del mismo modo que tienen hospitales, aeropuertos y otras infraestructuras críticas. Lo sorprendente es que mientras que estos funcionaron razonablemente bien y con escasas incidencias, las telecomunicaciones dejaron de funcionar en la mayoría del territorio, lo que impidió que los ciudadanos pudieran comunicarse.

Se suponía que la red estaba redundada, que los elementos de red críticos contaban con baterías o autogeneradores, pero la realidad ha mostrado que ni las baterías aguantaban lo esperado (¿falta de mantenimiento?) ni había toda la redundancia esperada ni todos los elementos de las centrales tenían el respaldo del suministro energético. Como ejemplo, las centrales y centros de datos, corazón de las redes, dependen de los sistemas de refrigeración para mantener los servidores en condiciones optimas de funcionamiento. Si la refrigeración se apaga (y no hay alternativa pasiva) la temperatura aumenta y, alcanzar un nivel crítico, los servidores se apagan y las comunicaciones desaparecen.

Desde luego, este colapso telco no era esperable, al menos en la magnitud vivida, y a bien seguro hará reflexionar a todo el sector para identificar puntos de mejora y poner remedios a futuro. 

¿Por qué no funcionaban los teléfonos fijos en casa?

Es indudable que el auge de la fibra nos ha traído numerosos beneficios, pero lo que nos ha enseñado este apagón es que los equipos de fibra del hogar no tienen baterías internas sino que se alimentan con los enchufes de casa. Por ello, al irse la luz en los hogares automáticamente se cae el servicio de conectividad y voz en casa.

Seguro que en esos momentos más de uno ha hecho una reflexión nostálgica que, sin embargo, tiene base técnica. Los antiguos teléfonos fijos que usaban par de cobre (las líneas analógicas de toda la vida) no necesitaban electricidad en casa para funcionar: recibían alimentación directamente desde la central telefónica, que a su vez tiene sistemas de respaldo. Por eso, aunque hubiera un apagón, las centrales con energía permitirían que las llamadas se realizasen.

Hoy, en cambio, los teléfonos fijos que funcionan por fibra óptica necesitan electricidad en casa para funcionar. Sin luz, ni siquiera ese recurso está disponible. Una paradoja: cuanta más tecnología tenemos más dependientes somos de que todo funcione a la perfección.

¿Y por qué los móviles no funcionaron tampoco?

Esta fue otra de las preguntas que seguro más resonaron en la cabeza de todos, porque las redes móviles funcionan de manera distinta.

Las estaciones base de telefonía móvil, dependiendo de su criticidad, suelen tener Sistemas de Alimentación Ininterrumpida, con baterías que aguantan varias horas o con generadores, si bien algunas no cuenten con ello. Es necesario un correcto mantenimiento y actualización de esos equipos para garantizar su funcionamiento. Cuando la energía se corta por más tiempo del que aguanta el SAI, el servicio desaparece.

Además, cuando cae una parte de la red, al estar toda la infraestructura interconectada, otras zonas cercanas se sobrecargan al recibir más peticiones de conexión, lo que genera congestión, lentitud y cortes intermitentes. El resultado: zonas sin cobertura, incluso a pocos metros de donde todo parece ir bien.

¿Y al volver la luz? El segundo colapso

Aquí llega el problema menos visible, pero igual de grave. Cuando la electricidad vuelve todos los usuarios, sistemas y dispositivos intentan reconectarse a la vez. El resultado: un efecto parecido a un ataque de Denegación de Servicio (DoS), pero involuntario.

Miles (o millones) de usuarios y sistemas hacen peticiones simultáneas para reconectarse. Los sistemas no pueden procesarlas todas al instante, aumenta la sobrecarga en un fenómeno tipo bola de nieve que satura los sistemas y hacen que vuelvan a fallar. Aunque ya hay electricidad, las comunicaciones siguen inestables o directamente caídas. Los usuarios, al ver que no se conectan, insisten. El sistema se retroalimenta y tarda más en estabilizarse, convirtiéndose en un círculo vicioso del que es difícil salir.

Este “cuello de botella” tecnológico hace que la recuperación de las telecomunicaciones sea más lenta de lo esperado, incluso varias horas después del restablecimiento eléctrico.

Puntos de mejora a implementar para que no vuelva a suceder

Lo que está claro es que un país digital no puede quedarse incomunicado en cuanto se va la luz. La conectividad es, cada vez más, un servicio básico. No podemos confiar en que todo esté bien ‘mientras haya batería en el móvil’.

Las telecomunicaciones son una infraestructura crítica y estratégica de un país, por lo que, del mismo modo que se hará con la red eléctrica, deben identificarse las causas de los fallos, los puntos de mejora e implementarse lo antes posible.

Algunas pueden implementarse a corto plazo, otras requieren una planificación más profunda, y ya parece claro que hay muchas tareas en la lista:

  • Equipar todas las estaciones base y nodos críticos con baterías y generadores suficientes.
  • Mejorar el mantenimiento y la supervisión Asegurar aporte de suministro energético a todo el recinto (particularmente no olvidar los sistemas de refrigeración).
  • Priorizar las zonas sensibles . No todas las zonas requieren el mismo nivel de protección, pero las más críticas deben garantizar continuidad.
  • Implementar energías renovables autónomas (paneles solares con baterías). Algunas operadoras ya están probando estas opciones en zonas rurales o de difícil acceso.
  • Optimizar los protocolos de reconexión tras apagones, para evitar sobrecargas.
  • “Educar” /Informar a los usuarios para que no saturen la red tras cortes.

Quizás los tiempos pasados no fueron siempre mejores, pero al menos, cuando todo se apagaba, el teléfono seguía sonando.

En un mundo cada vez más digital, asegurar la conectividad en situaciones críticas ya no es opcional. Es una prioridad de seguridad y resiliencia.