La creciente sed de la IA aleja a los centros de datos de las grandes ciudades

Europa necesitará a partir de 2030 más de 820 millones de metros cúbicos de agua anuales solo para que podamos usar Internet.

Gonzalo Díaz Bonet.

Especialista en Tecnología y Sostenibilidad.

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Foto de Manuel Rb TY4J3 en Unsplash
Foto de Manuel Rb TY4J3 en Unsplash

La inteligencia artificial cada vez tiene más sed. Y no solo de conocimientos, que también, sino, como el más común de los mortales, de agua. Por cada 5 prompts (las instrucciones o preguntas que se hacen a ChatGPT), la herramienta consume medio litro de agua. Es una cifra muy abierta, ya que si los prompts son más cortos pueden necesitarse 50 para llegar a este consumo. No es lo mismo preguntar dónde nació Cervantes que pedirle que te resuma toda su obra en un texto de 1.000 palabras. 

Pero con todo, es una cifra desorbitada, acorde al desarrollo de estas herramientas. Solo en el último año. Google incrementó su consumo de agua en un 20% y Microsoft lo hizo en un 34%. Son las dos compañías más centradas en el desarrollo de inteligencia artificial generativa, artífices, en todoo  en parte, de la irrupción de ChatGPT, Bard o Copilot. 

Según un reciente estudio, Europa necesitará a partir de 2030 más de 820 millones de metros cúbicos de agua anuales solo para que podamos usar internet. Y es que los chips usados en el entrenamiento de IA consumen mucho más que los de los servidores comunes. De seguir el crecimiento exponencial que anticipa esta tecnología, la sociedad al completo va a tener que hacer cambios en la forma que estructura uno de los principales pulmones que sostienen el funcionamiento de la red: el emplazamiento de los centros de datos. 

La creciente sed de estas instalaciones, que usan agua para refrigerar los procesadores, está comenzando a provocar tensiones en los territorios en los que se ubican. No solo por la necesidad de agua, sino también por la escasez de potencia eléctrica y la poca disponibilidad de suelo urbano en las grandes ciudades, a precios que distan mucho de ser competitivos. 

Es por ello que una nueva generación de centros de datos, los que están orientados mayormente a gestionar inteligencia artificial, se están desplazando lejos de las grandes ciudades, habitual refugio de estas instalaciones, imprescindibles para el funcionamiento de la sociedad digital en el siglo XXI. Madrid, Barcelona y Valencia –y otras metrópolis como Londres, Amsterdam, Frankfurt y París- están ahora compartiendo protagonismo con otras zonas de Extremadura y Galicia, donde el acceso al agua es más sencillo y no hay problemas de disponibilidad de potencia. 

Existen alternativas para rebajar el consumo de agua, pero son aún mucho más costosas. Desde el punto de vista económico, pero también medioambiental. Se podrían usar secadores eléctricos para refrigerar los ordenadores, pero, según indica Shaolei Ren, profesor asociado de ingeniería eléctrica y computacional de la Universidad de California, tienen un gran gasto energético, lo que aumentaría mucho el consumo de agua implicado en la generación de electricidad. “Sobre el papel se puede no usar agua en el proceso, pero lo veo muy difícil”, añade el especialista en IA sostenible. 

Lo malo es que, al contrario que ocurre en aspectos como la movilidad, donde podemos prescindir del coche porque tenemos transporte público, bicicletas o patinetes, en el mundo del siglo XXI no existe alternativa a Internet y a los centros de datos. No podemos vivir sin ellos, así que la solución medioambiental pasa por diseñar un modelo acorde con las nuevas exigencias que genera la inteligencia artificial generativa.   

Hoy, los centros de datos e internet ya consumen cerca del 9% de la energía mundial. Pero estas previsiones pueden dispararse. Algunos científicos calculaban hace cuatro años que el sector tecnológico supondría el 14% de las emisiones mundiales para 2040; otros, que la demanda energética de los centros de datos se multiplicará por 15 hasta 2030. Y todas estas previsiones son anteriores a la irrupción de ChatGPT. 

Kate Crawford, una de las investigadoras más respetadas en la industria de la IA, ha destacado en varias ocasiones el impacto físico que la inteligencia artificial tiene en nuestro mundo. En una entrevista con Time, Crawford mencionó que la idea de que la IA es etérea no es del todo correcta. En realidad, estos sistemas funcionan mediante la extracción de grandes cantidades de datos, mano de obra humana y recursos naturales, que incluyen energía, agua y minerales. Por lo tanto, aunque la IA puede parecer intangible, está moldeando físicamente nuestro mundo de formas significativa. 

Hoy por hoy, las ciudades ya no pueden aplacar la sed de los grandes centros de datos. Tampoco cuentan, en muchos casos, con la suficiente potencia eléctrica para abastecerlos y los cambios para solucionar este problema, al menos en España, van demasiado lentos para las exigencias del mercado 

Como explicaba David Gómez, director de Data Center en Ingenostrum, en un debate reciente organizado por la Asociación Española de Data Centers, el sistema eléctrico español “es un sistema mallado, complejo y difícil de entender, y que en caso de tener que realizar alguna modificación en el mismo depende de una planificación que se hace cada 5 años, y que en muchos casos requiere de grandes inversiones por parte del Estado, dado que REE es una compañía pública que se nutre de los presupuestos generales del Estado”. 

Eso, unido a la escasa disponibilidad de suelo y su elevado precio hace que la nueva generación de data centers, pensados ya para el mayor consumo de energía que demanda la inteligencia artificial, estén poniendo los ojos en lugares como Cáceres, donde próximamente se estrenará el primer centro neutro en carbono de toda la Unión Europea, Aragón, País Vasco, Galicia y Castilla La-Mancha, regiones más alejadas de las grandes urbes que protagonizaron la primera saga de estas instalaciones, tan sedientas hoy como imprescindibles para el funcionamiento de nuestro día a día.