Los peligros de la nueva invasión marítima: las carabelas portuguesas

La carabela portuguesa no es un solo animal, sino una sofisticada colonia de individuos (zooides) con formas y funciones muy diversas.

Gonzalo Díaz Bonet.

Especialista en Tecnología y Sostenibilidad.

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Carabela portuguesa. Imagen del Instagram de MedusApp
Carabela portuguesa. Imagen del Instagram de MedusApp

Su protagonismo no deja de crecer. Junto a la canción del verano, los chiringuitos y ahora también la cola para hacerse una foto para Instagram, las medusas se convierten año tras año en una de las cuestiones más mentadas durante los meses de julio y agosto. Y es que su aparición, cada vez más frecuente, puede transformar unas idílicas vacaciones en un proyecto para olvidar, especialmente si eres de ese tipo de personas a las que una picadura les afecta de manera especialmente virulenta. 

En 2023 su presencia, a tenor de todos los reportes, se ha hecho más intensa que nunca, impulsada principalmente por tres factores: el cambio climático, la contaminación orgánica y la sobrepesca de sus depredadores. Estos tres factores son decisivos para la expansión de unos organismos simples pero antiquísimos, que llevan poblando los mares desde hace 500 millones de años. 

Y es que, aunque no se sabe con exactitud por qué llegan a unas costas más que otras, está probado que, si aumenta la temperatura del agua, al año siguiente las medusas tienen más facilidad para reproducirse en la misma zona. Eso sí, no es medusa todo lo que reluce. La más temida y peligrosa de todas, la carabela portuguesa, no es sino una medusa, sino un "hidrozoo que pertenece a la misma clase". 

Según explican en The Conversation, un “trocito” de carabela portuguesa observado al microscopio se reduce a poco más de dos delgadas capas celulares que, a modo de flácidas rodajas de pan de un sándwich, encierran una fina capa de gelatina en su interior. 

Pero todo cambia si sustituimos el microscopio por una lupa binocular. Ahí se despliegan las sorpresas. La primera es que lo que creíamos un solo animal no es tal: se trata de una sofisticada colonia de individuos (zooides) con formas y funciones muy diversas. La segunda es que los zooides se disponen de tal manera que, en conjunto, emulan la anatomía de una medusa. 

Es como si un puñado de humanos nos hiciésemos muy pequeños y nos pegáramos unos a otros para formar un súperorganismo que, en tamaño y forma global, pareciese un hombre.   

Los peligros de la carabela portuguesa 

Lo malo de este superorganismo con nombre de barco de guerra es que los daños que infringe al organismo humano son mayores que los de sus emuladas medusas. Y que su presencia es cada vez mayor en nuestras costas. 

Al fin y al cabo, no hablamos de medusas corrientes sino de “acorazados biológicos” de lo más letal. Sus armas están almacenadas en los largos y falsos “tentáculos”, los dactilozoides, un auténtico ejército vestido de azul gracias a sus biliproteínas intracelulares. 

Cargados por completo de células ofensivo/defensivas (los cnidocitos), los dactilozoides inyectan un potentísimo veneno de una forma asombrosa. Cada dactilozoide, tiene más de un millón de cnidocitos (células urticantes) por centímetro. Y puede llegar a los 30 cm de largo

Cada cnidocito encierra, en una cápsula a presión (el cnematocisto), una especie de arpón intracelular que funciona como una jeringuilla. Cuando “algo” toca al dactilozoide, cientos de millones de “arponazos” se disparan e inyectan la toxina en el blanco. 

No en vano, las carabelas se alimentan de peces y, aunque su objetivo no es comerse a un ser humano, pueden producirle daños considerables, que dependerán sobre todo del número de tentáculos que entren en contacto con nuestra piel. El tamaño de la carabela y la sensibilidad de la persona afectada terminarán de configurar la gravedad de la lesión. 

¿Qué hacer si vemos uno de estos buques de guerra acercarse a nuestra zona de baño? Lo mejor es empezar a nadar en otra dirección y, una vez a salvo, informar al socorrista que procederá de forma acorde a las reglas establecidas ante el protocolo de picaduras. 

También conviene avisar a otros bañistas de este peligro y para ello hay dos formas de hacerlo. A través de la forma tradicional –a viva voz- o de manera más digital, utilizando la aplicación Medusapp

Esta app, lanzada en 2018, recopila datos que los usuarios envían sobre avistamientos y picaduras de medusas para elaborar un mapa interactivo. La colaboración ciudadana ha sido vital a la hora de dotar de vida a este proyecto y sus fundadores aseguran que este verano hay días que se están superando los 250 reportes diarios. 

El fundador de MedusApp explica que en nuestro país pueden encontrarse multitud de especies. Pero entre el 90% y el 95% de los reportes son de las mismas medusas, que suelen centrarse en zonas muy concretas: carabela portuguesa en el norte; Rhizostoma luteum en zonas de Cádiz y Huelva; Pelagia noctiluca en Baleares, Rhizostoma pulmo en Valencia y Cotylorhiza tuberculata, conocida como la medusa 'huevo frito', que este año se ha expandido por el Mar Menor.